Para Andrés Ramírez ser profesor de felicidad es una responsabilidad muy grande porque las mejores lecciones de esta cátedra, que él fundó en Colombia en el Colegio de Estudios Superiores de Administración (Cesa) hace más de una década, se dan a través de ejemplos y no con lecciones formales ni muchas teorías. En esas charlas académicas ha tenido que rajar a más de uno, pero básicamente por fallas, pues muchos estudiantes creen que se trata de una ‘costura’.
En sus clases también ha tenido alumnos muy aventajados como aquel estudiante que un día llegó con su propia fórmula matemática de la felicidad: felicidad es igual a la suma de los sueños dividida por la suma de los miedos por la actitud. Aunque en sus clases no le gusta dar recetas, esta sí la adoptó porque “me pareció extraordinaria. Nos invita a soñar enorme y con propósito, a enfrentar los miedos pero sobre todo a hacer lo que se necesita para lograr lo que queremos”, explica.Para Ramírez la felicidad no se da siguiendo una receta sino con una construcción individual diaria que requiere constancia y disciplina. “Enseñamos felicidad con ejemplo”, asegura. Es lo más complejo. Esto no significa no mostrar dolor o frustración sino no reaccionar ante esos estímulos ni alimentarlos. Todos los colombianos deberían pensar en serio en el tema de la felicidad porque, a pesar de lo que dicen las encuestas, Colombia es un país complejo en esta materia. “Los países tienen el deber de entregar a sus ciudadanos el mejor entorno posible y nosotros tenemos unos niveles de desigualdad altos, una confianza en instituciones pobre, altísimos niveles de corrupción”, dice Ramírez. Con esos factores aún por resolver, el experto que no puede afirmar categóricamente que Colombia sea el país más feliz del mundo.Su más reciente libro, una recopilación de ideas de todos estos años de trabajo se llama La felicidad es un electrocardiograma porque, según su definición, esta emoción no es siempre estar feliz. “Eso sería tener una línea recta, como la que muestra el electrocardiograma cuando el corazón no bombea sangre”, explica. Y la felicidad es todo lo contrario. Es estar vivos y aceptar la vida con sus altibajos, las angustias, los miedos y las dichas enfrentadas con buena actitud. “Eso es lo que nos hace levantarnos de la tristeza, de la depresión, de la angustia”. Su mayor lección es que la felicidad es una elección y se puede aprender a ser feliz. Vea la entrevista de Ramírez a continuación.