Uno de los grandes misterios sobre el nuevo coronavirus en los últimos siete meses ha sido por qué ataca con levedad a algunos y con severidad a otros. La hipótesis que más predomina es la capacidad del sistema inmunológico para atacar la enfermedad, que varía dependiendo de la edad, el género y las patologías de base. También se cree que el virus es capaz de llegar a otros órganos como el corazón, generando fallas imperceptibles que de un momento a otro pueden provocar muertes súbitas.
Pero un gran estudio internacional, publicado el pasado 24 de septiembre en la revista Science, confirmó un nuevo factor del que muchos ya sospechaban: la genética. Tras analizar la sangre de casi 1.000 pacientes graves, 600 infectados asintomáticos o con síntomas leves, y 1.200 voluntarios sanos, encontraron que dentro del primer grupo había personas que producían anticuerpos que empeoran la enfermedad.
En concreto, los científicos encontraron que al menos el 3,5 por ciento de los pacientes con covid-19 grave tienen mutaciones en genes implicados en la defensa antiviral. Y al menos el 10 por ciento del mismo grupo crean anticuerpos que atacan el sistema inmunológico, en lugar de combatir el virus. Lo que observaron fue que dichos anticuerpos bloquean el interferón 1, una proteína que desempeña un papel clave en la defensa antiviral del sistema inmune cuando ingresa el coronavirus. Es como si estuvieran diseñados para proteger la multiplicación de la covid.
"Ver estos anticuerpos dañinos en tantos pacientes (101 de 987) fue “una observación sorprendente”, dijo el líder del estudio Jean-Laurent Casanova, investigador del Instituto Médico Howard Hughes de la Universidad Rockefeller. “Estos estudios proporcionan la primera explicación de por qué la covid-19 puede ser tan grave en algunas personas, mientras que la mayoría de las otras infectadas por el mismo virus están bien”.
Algo que también sorprendió a los expertos es que la gran mayoría (94 por ciento) de los pacientes con estos anticuerpos dañinos eran hombres. Y eso también explicaría por qué todos los estudios anteriores muestran que son ellos quienes tienen más probabilidades de desarrollar formas graves de la enfermedad.
Casanova y su equipo aún no saben cuál es el impulsor genético detrás de dicha mutación, pero creen que podría estar relacionado con el cromosoma X. Es posible que estas mutaciones no afecten a las mujeres porque tienen un segundo cromosoma X para compensar cualquier defecto del primero. Pero para los hombres, que solo tienen una X, incluso los pequeños errores genéticos pueden tener consecuencias.
Los autores escriben que el trabajo tiene implicaciones inmediatas para el diagnóstico y el tratamiento. Consideran que si alguien da positivo en la prueba del virus también debe hacerse una examen de anticuerpos con el fin de identificar si son positivos o no. Por un lado, esto ayudaría a identificar quiénes están en riesgo de desarrollar neumonía potencialmente mortal y darles cuidados especiales. Y por otro, agilizaría la investigación y la atención, pues aquellos que no los tengan deberían ser excluidos de la donación de plasma convaleciente u otros ensayos clínicos en curso.
Los cientos de científicos involucrados en este trabajo internacional, llamado COVID Human Genetic Effort, ahora empezarán a resolver otra pieza del rompecabezas. En lugar de buscar qué factores hacen que los pacientes tengan más riesgo, buscarán los protectores. Están reclutando personas de los hogares de pacientes es estado grave, personas que estuvieron expuestas al virus pero que no desarrollaron la enfermedad. “Nuestro laboratorio hoy funciona a toda velocidad”, concluye Casanova.