Una pelea de pesos pesados se está librando por los carbohidratos, y el vencedor en esta puja podría determinar lo que las personas se lleven a la boca en el futuro. En una esquina del ring está un movimiento que cada vez alcanza mayor aceptación al sostener que las actuales directrices alimentarias son las causantes de las altas cifras de obesidad en Estados Unidos y en el mundo. Por eso abogan para que los Gobiernos adopten la recomendación de que en las dietas estos alimentos solo representen el 25 por ciento de las calorías diarias.

En la otra esquina están los que creen en las actuales guías, que recomiendan 50 por ciento de consumo de carbohidratos en la dieta diaria. Para ellos, reducir ese porcentaje dejaría a la gente comiendo prácticamente una sola harina diaria, lo cual haría que muchos llenaran el estómago con carnes y productos lácteos que aumentarían el consumo de grasas saturadas, mientras dejan a un lado los nutrientes de frutas y verduras.

El motivo de la pelea no es otro que lograr detener las cifras de sobrepeso y obesidad. Según la Organización Mundial de la Salud, desde 1975 estas dos enfermedades casi se han triplicado en todo el mundo. En 2016, más de 1.900 millones de adultos mayores de 18 años tenían sobrepeso, y en Colombia, según la encuesta Encin de 2015, más de la mitad de los colombianos tienen sobrepeso u obesidad. En Estados Unidos esa cifra es de 70 por ciento.

Según Leany Blandón, subdirectora científica de la Sociedad Colombiana del Corazón, el Ministerio de Salud establece que entre 50 y 65 por ciento de las calorías diarias que consume un adulto provienen de los carbohidratos, muy similar a las reglas de Estados Unidos. Sin embargo, el Gobierno de ese país revisará en diciembre las guías nutricionales que regirán la alimentación de los ciudadanos estadounidenses en los próximos cinco años, y ese porcentaje podría cambiar a favor de las dietas bajas en carbohidratos.

La decisión que tomen allá es de suma importancia, pues no solo determina los programas de alimentación en las escuelas y colegios, sino que influenciará lo que la industria alimenticia produce. “Es un debate mundial y lo que digan ellos pesará en el mundo”, sostiene Diego Ocampo, especialista en medicina familiar, diabetes y metabolismo con estudios de calidad y gestión en salud en las universidades de Harvard y Johns Hopkins.

En promedio estos regímenes incrementan el nivel del colesterol bueno o HDL y reducen los triglicéridos en comparación con una dieta baja en grasa

Para quienes están en la cruzada por disminuir la ingesta de carbohidratos, basar la dieta diaria en 50 por ciento de ese grupo de alimentos es poco saludable en las circunstancias actuales cuando no solo hay sobrepeso y obesidad, sino también un alto índice de prediabetes. Estas personas se beneficiarían mucho más de una dieta baja en carbohidratos no solo porque bajarían de peso, sino porque, como se ha visto en ciertos estudios clínicos, se mejoraría su perfil lipídico. Además, creen que estas dietas podrían prevenir y hasta revertir la diabetes tipo 2. En Estados Unidos, apenas 7 por ciento de la población sigue una dieta de estas características, y la cifra ha ido aumentando en los últimos años. Este grupo, sin embargo, busca que esta dieta sea más popular.

Según Ocampo, la dieta sí ayuda a bajar de peso y explica que lo hace porque remueve la principal fuente de energía que son los carbohidratos, presentes en cereales, vegetales, frutas y azúcares refinados que en el organismo se convierten en glucosa. “Cuando le quito esa fuente de energía la segunda es la grasa, que genera un proceso de oxidación de donde salen unas sustancias que se conocen como cuerpos cetónicos”, dice el experto. Por eso algunos las llaman dietas cetogénicas. Además, no hay que pesar alimentos ni hacer conteo de carbohidratos. “Solo basta con limitar los alimentos que contienen carbohidratos a una papa al día”, dice Ocampoa modo de ejemplo.

Y aunque obviamente las personas con este régimen bajan de peso y algunos estudios soportan esos beneficios para el corazón, el problema de esta dieta es que muy pocas personas pueden mantenerla para toda la vida. Y en cuanto la dejan de hacer vuelven a ganar peso, algo que no es recomendable. “Es muy difícil de seguir porque es muy restrictiva”, dice Blandón.

Las dietas bajas en carbohidratos son usualmente más altas en contenido de grasas. El impacto en el colesterol, según los estudios, es que en promedio estos regímenes incrementan el nivel del colesterol bueno o HDL y reducen los triglicéridos en comparación con una dieta baja en grasa. Un reporte del año pasado de la American Diabetes Association encontró que las dietas cetogénicas son buenas para bajar el nivel de azúcar y por lo tanto reducen el medicamento que una persona usa para este frente. Los beneficios más grandes se vieron en quienes cortaban los carbohidratos a menos de 26 por ciento.

Pese a esos argumentos, Ocampo señala que esta dieta no debe adoptarse como tratamiento para controlar el colesterol. Hasta el momento no se sabe si esos beneficios vistos son producto de reducir los carbohidratos o simplemente de disminuir las calorías que la gente consume. Además, señala que a pesar de la evidencia aportada no existe aún seguridad sobre un punto clave y es si estas dietas brindan beneficios al corazón.

El tránsito de carbohidratos como la fruta en el intestino es más largo y eso previene además que la gente sienta hambre rápidamente

Por eso más que porcentajes, dice Blandón, la dieta debería mirar la calidad de esos carbohidratos. La gente debería saber distinguir entre los diferentes tipos, pues mientras los altamente procesados como el azúcar refinado o el que proviene del pan blanco o los ponqués suben los niveles de glucosa en la sangre de forma rápida, otros carbohidratos como algunas frutas y vegetales o granos enteros que también tienen fibra hacen que el azúcar se libere de manera moderada en la sangre. Su tránsito en el intestino es más largo y eso previene además que la gente sienta hambre rápidamente.

En Colombia la situación es grave, pues a pesar de las guías la gente excede el porcentaje de carbohidratos que debe recibir a diario. “Nuestra dieta es rica en estos alimentos porque nos sirven arroz, plátano, más papa en un plato”, dice Ocampo. Por eso considera que los colombianos deben bajar esa ingesta. Pero sabe que lograrlo sería un gran desafío que implicaría modificar las costumbres del colombiano, a quien “le gusta quedar lleno con harinas”, dice. Además, “la situación económica hace que muchos llenen sus platos, no con proteínas, sino con muchos carbohidratos”, explica. Para hacerlo habría que aumentar el consumo de proteína y lechugas y no muchos pueden correr con ese costo.

El problema es establecer un porcentaje ideal de carbohidratos, pues este depende del perfil de cada individuo. “Por eso es que las guías son controvertidas: porque recomiendan para el público general”. Su sugerencia, entonces, es que cada uno siga su dieta de acuerdo con sus necesidades y con una valoración médica, pues de hacerlo por su propia cuenta podría tener consecuencias no deseadas como dolor de cabeza, debilidad, calambres musculares, sensación de cansancio, estreñimiento o deposiciones líquidas y hasta mal aliento.

Independientemente de lo que digan las autoridades estadounidenses sobre el tema este mes, lo cierto es que más de uno en Colombia debe empezar a poner el foco en sus carbohidratos, pues la dieta colombiana es rica en ellos y eso podría estar generando un problema de obesidad y sobrepeso. Pero al mismo tiempo, como dice Blandon, hay que tener en cuenta que “los carbohidratos no son el enemigo”. Solo hay que saberlos escoger.