La mayor enseñanza de la vida ha sido la vida misma porque uno nunca deja de aprender. Si uno aprovecha la vida, a medida que pasa el tiempo, uno va analizando y pensando más y tiene mejores resultados que al improvisar. Un presidente cuando buscaba un ministro decía: “quiero gente con experiencia, no con títulos”. Y es así, la experiencia no se improvisa, eso lo da la vida. Mi primer MBA fue quedar huérfano a los 10 años. Yo era el mayor de cuatro hijos, éramos desplazados de la violencia y eso me obligó a salir adelante. Yo antes decía “lástima que mi papá murió cuando yo tenía 10 años”; ahora digo “siquiera murió cuando yo tenía diez años”. Uno ve jóvenes, e incluso a mis hijos que han tenido de todo, y no se arriesgan porque uno los protege demasiado. Entonces a mi perder a mi papá me ayudó en la vida. El otro MBA es tener hambre.  Si uno no tiene hambre no valora la vida, ni las cosas. Yo nunca he sido pobre, siempre he tenido. Es cierto que vivía en un inquilinato, pero teníamos donde dormir y qué comer. Pero no era pobre de espíritu ni nada, la riqueza no es tener cosas ni dinero. Para mí la riqueza es construir, estar en paz conmigo mismo, es llegar a cierta edad y haber hecho algo en la vida. Las cosas materiales valen, pero no tanto. Yo creo que mi Dios lo castiga a uno con las cosas materiales porque lo vuelve esclavo de ellas. ¿Comprar cosas para cuidarlas? no,  la vida es para compartir, para estar feliz consigo mismo, hacer lo que le gusta, construir familia y país, eso es riqueza. Mi lema es agradecer por la vida y lo que uno tiene. Uno nace empeloto y se va empeloto. Uno debe aprender a todo, la vida es una oportunidad. No quejarse, nos quejamos de todo pero no agradecemos lo que tenemos. Las mariposas me gustan. Yo las admiro por sus colores y su transformación en tan poco tiempo. Dicen que si tienes un deseo hay que susúrraselo a una mariposa. Me criticaron mucho cuando quise tenerlas impresas en las telas, en el cuero. Yo les dije “¿me van a comprar la producción? entonces no jodan”. Acabamos de hacer un video de 10 minutos que se va a pasar por los teatros sobre las mariposas en Colombia. Fue hecho por los mismos realizadores de Magia Salvaje. Espectacular. Yo empecé muy pequeño. A los diez años ya vendía cosas. Yo tenia el blockbuster de la época porque compraba todos los cuentos del pato Donald y los cambiaba en la cuadra y hacía negocios. A los 14 años empecé como mensajero. He hecho muchos negocios en la vida, uno de finca raíz, luego me casé en el año 68, monté unas boutiques en la que hacíamos ropa sobre medidas y en el edificio donde yo vivía en La Soledad había una modista y su esposo me dijo “yo sé hacer chaquetas de cuero”. Le dije “hágame una chaqueta” y le quedó tan bien que hicimos más y las vendí en muchos almacenes. Pero eso era adicional. En el año 72, él me dijo que se quería ir de Bogotá y que me vendía el almacén de solo cuero que tenía. Yo le contesté que no tenía plata. El me dijo que me lo fiaba y llamé a mi hermano para que lo recibiera. A los seis meses ya se lo había pagado y a los tres años teníamos 8 tiendas. Eso me entusiasmó, era un negocio diferente, los materiales, el diseño,  y me di cuenta de que quería un producto diferente, de color. En 1978 compré un porcentaje de una fábrica en Cali que estaba quebrada y en 1981 le compré a ese socio todo el negocio y me dediqué a esto. Nada ha sido duro. Todo ha sido una experiencia. ¿Qué es duro? ¿Que uno se quiebre? ¿Que uno pierda plata en un negocio? ¿Que termine con la novia? ¿Que se separe? ¡Esa es la vida! Uno tiene que verla como es. Si a uno no le pasa ni le duele nada es que está muerto. Que muriera papá y que no tuviéramos para el cajón fue duro y uno lo siente y llora, pero afronta la situación. Empezar de mensajero, ser el rappi de la época, quebrarme en otros negocios no fue duro sino experiencias muy lindas que me enseñaron. Si yo volviera a nacer haría exactamente lo mismo, pero estudiaría inglés. A mi siempre me han mirado feo. Yo ando en jeans y cuando saben quién soy ahí mismo cambian. Pero a mi me rechazaban en los clubes, entonces hicimos el club de la Sabana con varios amigos y hoy me reciben en todos. Es que somos muy interesados y eso es malo. Tratamos a la gente por lo que tiene y no vemos el interior. Todos somos iguales por eso yo trato a todos igual. En mi empresa todo el mundo tiene mi celular, almuerzo con los obreros y mi sueño es que todos tengan vivienda propia. Uno no puede dárselas por el hecho de que tenga un poquito más que otro. Pero aquí somos clasistas. A varios clubes importantes le dicen que son de la generación ‘tubo’: mi papá tuvo, mi abuelo tuvo y están fregados. Es muy poca la gente que me ayudó porque cuando uno viene de abajo para arriba nadie te da la mano. Te dan la mano cuando tienes, los bancos te prestan cuando tienes, y ya para qué. Entonces personajes así que me hayan ayudado no tengo, he ido escalando por mérito propio, nadie me dijo venga le doy. Si conoci a un curita sensacional. Era Jesús Sanín, el ecónomo de la compañía de Jesús. Fue muy buena gente conmigo y era su hombre de confianza. El prácticamente me dio la mano y yo le respondí con resultados. Para mi no existen los días tristes. Uno tiene que animarse solo, uno tiene que ver por qué está triste y solucionar el problema. Nadie siente por ti y nadie se los arregla a uno. Los días felices son todos, porque siempre pasa algo bueno. Allá en la fábrica yo siempre almuerzo con todos los empleados y todos los días son buenos, no me quejo, siempre hay algo que sucede mal y es culpa de uno y lo que hay que ver es donde está el error y solucionarlo. Yo nunca he pensado en acumular, me siento contento con lo que tengo y siento una gran responsabilidad con mi gente porque de mi dependen cerca de 1.500 personas en el mundo. A los jóvenes les diría que se arriesguen. El que no arriesga un huevo no saca un pollo. También les diría que tengan humildad. Mi mamá decía que uno sube como una palma y cae como coco. La gente que tiene alguito compra cosas para mostrar,  gasta más de lo que tiene, humillan a los que no tienen y eso no es la vida, eso no es felicidad. Arriesgar es hacer lo que le gusta. ¿Qué puede perder? Nada y sí ganar mucho. Yo a los 21 años llegué a administrar un almacén y renuncié, ya no vivíamos en inquilinato, y me dijeron ¿por qué se va? Y les dije “porque si no aquí me quedo”. La vida te va llevando. Lo que siembras lo recoges, la vida te compensa tarde o temprano. Si siembras cosas malas te va mal. Las oportunidades te pasan por delante, las tomas o las dejas. Las soluciones también. Todo tiene su solución menos la muerte, entonces de qué se preocupa uno. Uno de mis mejores MBA lo hice cuando abrí un almacén en Nueva York y llevé todo de Colombia,  hasta matas de café, pero no sabía que habían estaciones y además me tocó una época difícil en la bolsa y me fue mal, pero por pura ignorancia. Pero ahí no perdí sino que gané. Gracias a eso cambiamos el nombre a Mario Hernández. Yo nunca había querido e insistia en el nombre marroquinera y lo cambiamos y el producto se llamó así. Lo mismo sucedió con las mariposas, eso se ha vuelto el ícono porque he insistido y si usted no tienen perseverancia y constancia no sale de ahí. Nosotros cambiamos colores, costuras pero no las mariposas. De nada sirve llorar. Hay que solucionar. Yo tenía un café concierto con David Stivel y Julio César Luna y una noche me robaron el piano. A uno le toca solucionar. Me acuerdo una vez en Italia cuando no tenía plata y me fui a una salsamentaria a comprar un sandwich me preguntaron si el jamón me lo cortaban a mano o en máquina y pensé que a mano era más barato y no, era más caro. Todo es así. Una vez llamé de París a una novia y me costó 800 dólares la llamada. Fue ignorancia y uno aprende. La primera vez que probé el vino me pareció horrible y también los quesos madurados. Uno necesita aprender en la vida y eso te ayuda a valorar las cosas. Uno debe dar ejemplo, pagar impuestos, ser honesto, transparente, buen hijo. No necesitamos tener montones. ¿Qué haces con 10 carros? Sí me hubiera gustado haber estudiado más y tener hobbies. Nunca he aspirado a ser el más grande ni el más rico. He ayudado a políticos y a presidentes y les digo “no me ofrezcan nada”. Tampoco hago negocios con el gobierno porque soy enemigo de los serruchos. Esos políticos tarde o temprano caen. En cinco minutos botan todo lo que han construido. Esa no es la vida. Los colombianos pensamos chiquito. Cómo será que en 40 años aún tenemos los mismos millonarios de siempre . La industria se acabó, no nos hemos reinventado y mire a Silicon Valley y cómo se reinventan esos millonarios. Y andan hasta descalzos. Lo más organizado es el sindicato antioqueño gracias a que se unieron en los años 80. Pero nos falta mucho a los colombianos para pensar en grande. Somos chiquitos y pensamos chiquito y debemos invertirle al negocio con verraquera. Si le invirtieramos al negocio lo que invertimos en pantalla sería diferente. Yo no creo en el destino pero sí creo que uno debe tener un poco de suerte. Los del Titanic tenían de todo, les faltó suerte. Pero el destino lo siembra uno, yo no sé si uno viene ensamblado para algo pero mi Dios dice que uno viene con el pan debajo del brazo. A veces con jamón, otras con queso, otras solo con el pan.