Las parejas que llegan al consultorio de Lucy Cavendish en Londres, generalmente, tienen un problema con un área de su vida en pareja: la sexualidad. Y entre ese gran universo, el tema que más ocupa su tiempo es la pérdida de la llama de la pasión de sus pacientes. A veces es el hombre el que no quiere nada con su esposa; en otras ocasiones es la mujer.

Pero sin importar el género, cuando hay ese tipo de negativa a tener sexo con el otro, la persona rechazada siente un golpe duro en su ego: no solo florecen los sentimientos de tristeza, sino otros muchos más difíciles de manejar como la rabia, el miedo, la vergüenza y la sensación de abandono.

Por eso todos acuden a ella en búsqueda de una terapia que le devuelva a la relación el deseo sexual, pues saben que si no pasa nada en ese frente tienen solo dos posibilidades: o separarse o seguir juntos, pero en un matrimonio sin sexo. Lo que más les sorprende a sus pacientes es la respuesta que ella les propone para solucionar esa disyuntiva: “¿Por qué no consideran tener sexo fuera del matrimonio?”.

Al comienzo a todos les parece algo impensable y hasta lo ven como una invitación indecente. Después de todo, la infidelidad es considerada por la mayoría como una de las principales razones de distanciamiento y divorcio de las parejas. Pero cuando empiezan a profundizar en el tema muchos terminan aceptando la recomendación.

Cavendish aclara que esto no es para todos. Se necesita una visión más abierta y algunos no la tienen porque aún con la venia de su pareja se sentirían trasgrediendo sus votos de fidelidad. Pero para otros que se han permitido dicha posibilidad cambiar los parámetros del matrimonio fue la salvación de la relación.

Cavendish, quien tiene amplia experiencia como consejera matrimonial, señala que el reclamo de la falta de sexo en los matrimonios es el común denominador de todos los que acuden a su consulta. Es mucho más frecuente de lo que la gente cree.

“Escucho mucho a mujeres y hombres decir que no quieren ser acariciados y que no pueden ni siquiera contemplar la idea de tener este tipo de intimidad con su pareja. Todos tienen dolor de cabeza o hacen promesas de que lo harán al otro día, pero nunca cumplen”, dice Cavendish en un escrito que publicó en el diario The Sunday Times.

Hay muchas razones por las cuales el deseo sexual desaparece en el matrimonio: el cansancio, la llegada de los hijos, el envejecimiento y la monotonía son algunas. Pero independientemente de la causa, el hecho de que uno de los dos no quiera tener sexo con su pareja genera rabia y tristeza, y si no se maneja a tiempo podría acabar con la relación.

Poco a poco dejan de hablar del tema hasta que se forma una brecha cada vez más honda, y la pareja se suma en la tristeza. Cuando ya lo han tratado todo sin éxito ella les propone su controversial idea. “Aunque tener sexo fuera del matrimonio tiene una connotación negativa en la sociedad, puede salvar muchos matrimonios”, dice.

La razón es que muchas parejas se llevan bien e incluso se aman, disfrutan el tiempo juntos, tienen hijos en común y un patrimonio saludable que no quisieran dividir en un divorcio. Lo único que falla es el sexo y para Cavendish esta no es una razón tan poderosa como para destruir el matrimonio.

Por eso, los invita a contemplar la idea con preguntas. ¿Es posible tener un amante y dejar que el matrimonio siga intacto? ¿Qué pasaría si se dan permiso de obtener por fuera lo que no logran tener dentro de casa? Así, poco a poco la pareja explora si está dispuesta a ser infiel para salvar el matrimonio.

Ella admite que no es fácil tomar la decisión, pues temen que el otro se enamore de su amante y el matrimonio igual termine en divorcio. Muchos de sus clientes tienen dudas más de logística que de cuestiones morales, como dónde conseguir un amante y cómo lograr proponerle una relación estrictamente sexual a esa persona. Muchos hoy resuelven ese tema fácilmente con Tinder y otras aplicaciones. Lo demás se soluciona con una dosis de honestidad al aclarar a sus prospectos que la relación tiene el único fin de proveer placer a la pareja insatisfecha.

Así mismo, Cavendish recomienda que pongan reglas como no llevar al amante a la casa, no contarles a los hijos o nunca preguntarle al otro los detalles de la relación extramatrimonial.

Las parejas que se lanzan quieren que el otro esté feliz. “Si son conscientes de que su vida sexual no tiene remedio, no les parece tan terrible que el otro tenga una en otra parte”. Para ella una pareja no puede pretender que el otro le sea fiel de por vida cuando el sexo no está en el menú. En la práctica ha visto que este tipo de infidelidad revitaliza los matrimonios aburridos y tristes por falta de sexo. “La falta de intimidad se puede arreglar en otra parte sin que el matrimonio sufra”, dice Cavendish.

Entre los casos de parejas que han sido exitosos con su estrategia está un matrimonio de 23 años en el que ambos tenían deseos de explorar su sexualidad con otras personas. Luego de dos años los volvió a ver y le revelaron que ambos habían sido honestos tanto con sus amantes como con su pareja sobre lo que querían y hasta dónde iban los límites de la relación extramatrimonial.

“Él encontró a una mujer casada que también buscaba experimentar y ella consiguió dos amantes también casados. Ambos respetaron las reglas establecidas y mantuvieron sus affaires separados de su casa y su matrimonio”. Al principio él tuvo celos de imaginar a su esposa con otro, pero una vez él tuvo su oportunidad de tener su amante, ese sentimiento desapareció y se reemplazó por uno de felicidad que hizo mejorar al matrimonio.

Eso sucede, según la experta, porque cuando se quita la tensión de la falta de sexo, se renueva el amor y el respeto hacia el otro. Para Cavendish la infidelidad no es mala, lo que hiere es la mentira y el hecho de que se haga a escondidas. Por eso en estas circunstancias, en las que cada uno sabe las reglas del juego, no hay opción de sentirse traicionado y eso ahorra mucho sufrimiento.

Cavendish cree que un affaire, además, ayuda a derrumbar mitos. En el caso de las mujeres, dice que lo que quieren es divertirse en la cama, experimentar y ensayar cosas novedosas. Gracias a eso muchas mujeres mayores de 50 años, que pensaban que su libido había muerto para siempre, han recuperado la pasión con otros y se sienten revitalizadas.

Los hombres reportan igual satisfacción porque ante el prospecto de dormir con mujeres frías, apagadas y con un no en la punta de la lengua cada vez que les proponían sexo, sus amantes les han devuelto su seguridad en sí mismos.

El remedio de Cavendish es controvertido. El mayor problema de esta estrategia para los que deciden llevarla a cabo es cómo evitar enamorarse del amante. De hecho es uno de los temores más grandes de sus pacientes. Pero ella dice que si bien es un riesgo que nadie puede controlar, la mejor manera de proteger la relación es mediante una comunicación fluida y honesta.

Otros critican su estrategia porque no le exige a la pareja trabajar para recuperar su pasión sexual. Ella señala que es consciente de que no es para todos y no es un as bajo la manga que se ponga sobre la mesa en todos los casos. Por el contrario, a los que empiezan la convivencia les recomienda estar más atentos a las necesidades de placer de sus parejas y a que constantemente les pregunten si están satisfechos para que nunca tengan que llegar a esta solución.

Su terapia de infidelidad es para aquellos que lo han intentado todo sin éxito, pero aún existe amor, admiración y deseo de seguir viviendo juntos. En esas circunstancias solucionar el problema del sexo por fuera de casa puede ser la mejor decisión. Aún más, muchos sienten envidia de quienes logran hacerlo y mantienen su matrimonio porque ven que esa decisión les inyecta vida a ellos y a la relación. Después de todo, son personas que creían que pasarían el resto de su vida sin disfrutar de la sexualidad solo porque las normas sociales así lo establecen.