Una de las articulaciones del cuerpo que desarrolla con mayor frecuencia la artrosis de rodilla o lo artritis reumatoide, una enfermedad degenerativa o el “desgaste” de la misma son las rodillas. Aunque suele presentarse en personas adultas mayores, es importante estar alerta para poder evitar o disminuir el riesgo de lesiones previas, sobre todo en estas áreas. Esta condición puede generar dolor, inflamación y en casos evolucionados, pérdida de la movilidad.

Según el portal de salud, Mayo Clinic, otros de los síntomas que puede presentar una persona con desgaste de cartílago en las rodillas puede ser inflamación y rigidez en la zona comprometida, crujidos de rodilla, debilidad, enrojecimiento y dificultad para doblar la extremidad.

La razón más frecuente de la artrosis de rodilla, en comparación con otras articulaciones del cuerpo, es que esta parte del cuerpo es una articulación de carga; es decir, que soporta el peso del cuerpo y de los objetos que se transportan de pie, de acuerdo con la Clínica Universidad de Navarra. Entretanto, la artrosis se desarrolla lentamente y la progresión del dolor suele seguir la misma progresión.

Para su diagnóstico, el médico experto realiza un interrogatorio sobre las características de los síntomas, seguido de una exploración de la articulación de la rodilla, con la evolución de los movimientos de la misma. Finalmente, el diagnóstico se confirma mediante la práctica de una radiografía de las rodillas. Asimismo, los análisis de sangre, son siempre normales en esta enfermedad.

El dolor de rodilla es una molestia que afecta a personas de todas las edades. | Foto: run co

Aunque normalmente, esta afección no tiene cura, los síntomas se pueden aliviar por medio de la ingesta de algún medicamento, infiltraciones o procedimientos específicos para disminuir las dolencias que provoca este problema articular. Adicional a ello, el portal web Cuidateplus, según citaron a Isabel Sañudo, jefa de Medicina Física y Rehabilitación del Hospital Clínico de Barcelona, “comer de forma adecuada puede mantener y fortalecer el hueso y tejido articular”, por lo que recomienda una dieta equilibrada en proteínas, vitaminas y minerales, que favorecen la nutrición del hueso, el metabolismo óseo, la protección del cartílago y su mantenimiento.

“La vitamina C estimula la producción de colágeno, la vitamina D participa en la síntesis de proteoglicanos y la vitamina E mejora la protección de la matriz del cartílago por el aumento de crecimiento de los condrocitos. El selenio, el zinc, el cobre y el manganeso, así como los ácidos grasos poliinsaturados, parecen estar implicados en los procesos de elaboración del colágeno y en la reducción de la inflamación del cartílago”, explicó la experta.

La vitamina C le ofrece diversos beneficios al organismo. | Foto: Getty Images

La vitamina C contribuye en la reparación y la regeneración de estos tejidos. Sumado a que es principal fuente para la producción de colágeno, proteína que se encarga de formar los ligamentos, cartílagos, tendones y venas. Cabe resaltar que esta vitamina el organismo no la mantiene almacenada, por lo que se debe reponer todos los días. Las frutas cítricas como la naranja, piña o el melón, papaya o guayaba son algunas de las frutas cuyos nutrientes contienen esta vitamina.

Por su parte, el colágeno también es fundamental para las articulaciones. La ausencia de esta proteína puede causar problemas en los huesos y las articulaciones. El portal de Kid’s Health explica que algunos de los problemas que pueden aparecer son la enfermedad de los huesos quebradizos o el síndrome de Elhers-Danlos, “que lleva a piel y articulaciones demasiado elásticas”.

Los cartílagos de la rodillas son tejidos firmes y flexibles que protegen los extremos de los huesos en las diferentes articulaciones. | Foto: Getty Images

Alimentos recomendados

El portal Cuidateplus también recomendó algunos alimentos que contienen estos nutrientes: entre los que se destacan los frutos secos y las semillas; las frutas secas, las legumbres, los cereales integrales, las verduras de hoja verde, como las acelgas, las espinacas y el brécol; la proteína animal como los pescados, las aves y las carnes magras; las verduras y hortalizas, y por último, el aceite de oliva.