De todo placer íntimo nace una dosis de culpa. La masturbación, aunque es una de las actividades placenteras más usuales alrededor del mundo, provoca vergüenza, suele ser señalada de inmoral e incluso ha sido satanizada. Es decir, a pesar de su popularidad, aún está lejos de ser vista como una necesidad natural del ser humano. La religión, la moralidad y el pudor han llevado a que se creen mitos de que esta actividad es dañina. “Ojo, que la mano se le pone peluda”, dicen algunos con algo de humor. “Que la cara se le va a llenar de granos”, dicen otros más audaces con seriedad. O incluso, el popular mito urbano de un amigo que lo hizo tanto, que “se quedó ciego”. (Ver: El placer de la autosatisfacción masculina) Lo cierto es que los efectos adversos de esta actividad aún tienen poca base científica, por el contrario, los experimentos que se han realizado concluyen que existen más bondades que perjuicios. La medicina moderna reconoce que la masturbación no produce daños significativos a corto o largo plazo, y la considera una práctica normal, incluso han encontrado que reduce el estrés y combaten el insomnio, entre otros beneficios. Según las estadísticas, un 95 % de los hombres y el 89 % de mujeres practican algún tipo de autoestimulación. De ellos, la mitad lo hace diariamente. Estos son algunos de los datos que han conseguido estudios recientes, sin embargo, en materia de sexo es difícil obtener datos exactos y ciertos. (Ver: Los verdaderos números del sexo) De manera que el goce, la satisfacción, la relajación y las sensaciones agradables que produce no tienen por qué ser condenadas. Sin embargo, como en todo, los excesos son perversos. Hay que distinguir entre el goce esporádico y el vicio frenético y descontrolado. Y en esto último el auge de la pornografía y el fácil acceso aumentan los riesgos. (Ver: El porno enferma) Por eso, lo que los expertos sugieren es evaluar si la actividad puede mantenerse dentro de los parámetros del autocontrol. Para hacer esta evaluación advierten que si la masturbación le trae problemas de pareja, le produce daño físico o dolor, o lo distrae de actividades más importantes, debe prender las alarmas. Ahora, los beneficios físicos de una actividad moderada merecen resaltarse. La liberación hormonal que provoca la eyaculación, unida a la liberación de tensión, mejora el estado de ánimo y relaja, además puede prevenir distintas patologías como la diabetes tipo 2. En palabras más técnicas, la liberación de cortisol refuerza el sistema inmunológico y la de endorfinas en el torrente sanguíneo reduce la depresión. En el mismo sentido, la eyaculación puede provocar sueño debido al incremento de la hormona de la prolactina y a la baja de la dopamina, lo que explica la somnolencia que se produce luego del orgasmo, particularmente en los hombres. El Dr. Manuel Alonso Alejo, experto en sexualidad y adolescentes, asegura que “la masturbación es una forma de quererse”. Y no es el primero, otros expertos recomiendan practicarlo cuando se está deprimido o cuando se tiene el autoestima bajo. En últimas, estas opiniones tienen la idea de que la masturbación es una manera más de aceptarse y despertar una forma de afecto hacia sí mismo. Algunos resultados dicen que los hombres entre los 20 y 50 años que se masturban más de cinco veces a la semana tienen menos posibilidades de desarrollar un cáncer, concluyó un trabajo del Cancer Epidemiology Centre de Melbourne, Australia. En el caso de las mujeres se habla también de prevención de infecciones, pues la actividad contribuye a que se abra el cuello uterino y libere mucosidad y fluidos cervicales. En el caso de los hombres, las erecciones ayudarían a fortalecer la musculatura, lo que prevendría la incontinencia y la disfunción eréctil. Así pues, la masturbación es un acto común y corriente, muchas veces mal visto, pero al fin y al cabo más bondadoso que dañino.