Según la agencia espacial Nasa, el agujero de ozono ha crecido este año debido a que se registra un invierno más frío de lo normal en el hemisferio sur.
La Nasa ha indicado que el agujero es en realidad un adelgazamiento de la capa de ozono en la estratósfera sobre la Antártida que se produce todos los septiembres. Además, explicaron que los humanos generan átomos de cloro y bromo derivados de compuestos que luego se liberan en la estratosfera cuando el sol sale de la Antártida al final del invierno, provocando reacciones que destruyen el ozono.
En ese sentido, la Administración Nacional Oceánica y Atmosférica de los Estados Unidos (NOAA) junto con la Nasa destinaron tres satélites para monitorear el agujero, el satélite Aura, el Suomi NPP y el JPSS NOAA-20.
En medio de dicho monitoreo, la Nasa halló que las temperaturas más frías que la media y los fuertes vientos en la estratosfera que rodea la Antártida contribuyeron a que el agujero de ozono alcanzará un máximo de 24,8 millones de km², casi el tamaño de América del Norte.
“Se trata de un gran agujero de ozono debido a las condiciones estratosféricas de 2021, más frías que la media, y sin el Protocolo de Montreal habría sido mucho mayor”, dijo al respecto Paul Newman, científico jefe de Ciencias de la Tierra en el Centro de Vuelo Espacial Goddard de la Nasa.
Una guerra nuclear reduciría la capa de ozono durante 15 años
Un nuevo estudio internacional deja ver una imagen aún más sombría que la que auguran los análisis anteriores, sobre las secuelas que dejaría una guerra nuclear global. Un equipo de investigación utilizó técnicas de modelado climático por computadora recientemente desarrolladas para aprender más sobre los efectos de un hipotético intercambio nuclear, incluidas las interacciones químicas complejas en la estratosfera que influyen en las cantidades de radiación ultravioleta (UV) que llegan a la superficie del planeta.
“Además de todas las muertes que ocurrirían casi de inmediato, los efectos climáticos y los efectos de los rayos ultravioleta serían generalizados”, dijo en un comunicado el autor principal Charles Bardeen, científico del NCAR (National Center for Atmospheric Research). “Estos efectos no son locales de donde ocurre la guerra. Son globales, por lo que nos afectarían a todos”.
Bardeen y sus coautores descubrieron que el humo de una guerra nuclear global destruiría gran parte de la capa de ozono durante un periodo de 15 años, con un pico de pérdida de ozono en un promedio de alrededor de 75 % en todo el mundo. Incluso una guerra nuclear regional conduciría a una pérdida máxima de ozono de 25 % a nivel mundial, y la recuperación tardaría unos doce años.
Dado que la capa de ozono protege la superficie de la Tierra de la dañina radiación ultravioleta, esos impactos serían devastadores para los seres humanos y el medioambiente. Los altos niveles de radiación ultravioleta se han relacionado con ciertos tipos de cáncer de piel, cataratas y trastornos inmunológicos. La capa de ozono también protege los ecosistemas terrestres y acuáticos, así como la agricultura.
“Aunque sospechábamos que el ozono sería destruido después de una guerra nuclear y eso daría como resultado una luz ultravioleta mejorada en la superficie de la Tierra, si había demasiado humo, bloquearía la luz ultravioleta”, dijo el coautor del estudio Alan Robock, un profesor de ciencia del clima en la Universidad de Rutgers. “Ahora, por primera vez, hemos calculado cómo funcionaría esto y cuantificado cómo dependería de la cantidad de humo”.
En la década de 1980, los científicos descubrieron que las enormes cantidades de humo de una guerra nuclear enfriarían el planeta al bloquear la luz solar entrante, un resultado conocido como “invierno nuclear”. También encontraron que una guerra nuclear destruiría el ozono debido a reacciones químicas que involucran óxidos de nitrógeno producidos por la bola de fuego creada por la explosión de un arma nuclear.