La obesidad es un trastorno que ha venido creciendo a lo largo de los años. Entidades mundiales han alertado por los riesgos que este puede traer para la persona que lo padece, ya que tanto niños menores de cinco años como adultos pueden llegar a padecer de sobrepeso, por lo que muchos se preguntan si este diagnóstico puede llegar a ser trasmitido de padres a hijos.

En primera instancia, la Organización Mundial de la Salud (OMS) ha dado a conocer algunas cifras para ejemplificar la magnitud del trastorno a nivel mundial. La obesidad se ha triplicado desde 1975 hasta los registros de la organización en 2016; incluso, en el último año señalada el 13 % del total de la población mundial adulta era obesa.

Sin embargo, los niños no se quedan atrás en las alarmantes cifras. “En 2016 según las estimaciones unos 41 millones de niños menores de cinco años tenían sobrepeso o eran obesos. En 2016 había más de 340 millones de niños y adolescentes (de 5 a 19 años) con sobrepeso u obesidad”, confirmó la OMS.

Y se agregó: ”la prevalencia del sobrepeso y la obesidad en niños y adolescentes (de 5 a 19 años) ha aumentado de forma espectacular, del 4 % en 1975 a más del 18 % en 2016. Este aumento ha sido similar en ambos sexos: un 18 % de niñas y un 19 % de niños con sobrepeso en 2016″, haciendo referencia a dos de los diagnósticos, sobrepeso y obesidad.

Con respecto a la obesidad infantil, la Clínica de la Universidad de Navarra explicó que se puede deber a diversos factores, entre ellos los genéticos, algunos ambientales o podrían también estar relacionados con el “bajo gasto energético”, ya que si los menores no gastan las calorías y grasas que consumen pueden ir aumentando de peso.

“Aproximadamente, el 80 % de los niños y adolescentes obesos lo seguirán siendo en la edad adulta”, sentenció la organización.

Por su parte, el portal Cuerpo y Mente afirmó que “algunas toxinas también pueden promover la obesidad durante generaciones. Cambian nuestros genes a través de la epigenética y la tendencia se transmite a los hijos biológicos”, haciendo referencia a las toxinas del ambiente que afectan la biología de las personas, lo que además podría impactar a las nuevas generaciones.

El portal citó un estudio de la Biblioteca Nacional de Medicina de Estados Unidos, llamado El DDT en suero perinatal de la abuela en relación con la menarquia temprana de la nieta y la obesidad adulta: tres generaciones en la cohorte de estudios de desarrollo y salud infantil, haciendo referencia al Dicloro difenil tricloroetano (DDT), un compuesto utilizado por insecticidas en cultivos.

Este estudio concluye que “la exposición ancestral a químicos ambientales, prohibidos hace décadas, puede influir en el desarrollo de menarquia y obesidad más tempranas, que son factores de riesgo establecidos para cáncer de mama y enfermedades cardiometabólicas”, insistiendo en que las toxinas que algunos abuelos consumieron, o estuvieron expuestos, pueden durar hasta tres generaciones, provocando, entre otras, obesidad temprana, incluso infantil.

Entre tanto, la Clínica de Navarra explicó que el tratamiento a este diagnóstico se debe iniciar lo más pronto posible, ya que este puede traer ”consecuencias tan negativas que tiene tanto para la salud como para el estado y desarrollo psicológico del niño y del adolescente”.

Y concluyó que “el éxito radica en un cambio en las pautas de alimentación que promuevan a largo plazo la disminución del peso. Esto hay que completarlo con ejercicio físico (al menos media hora diaria) y reducir las actividades pasivas”, como una forma de acabar con el trastorno para no desarrollar otros padecimientos.