Uno de los sueños que gran parte de la población mundial tiene es el de aparentar menos años. Con el paso del tiempo, la industria de la belleza se ha enfocado en crear productos para ralentizar los signos de la edad, pero lo cierto es que nadie está exento de tener arrugas o hacerse menos viejo.
Hay casos en los que las personas sobrepasan los 100 años y eso significa una meta que, a su vez, incita a que los investigadores busquen la fórmula para retrasar las secuelas que deja la experiencia de la vida. Desde diferentes áreas del conocimiento, buscan alternativas bajo la premisa de mitigar el envejecimiento.
Es así como el científico Lee Rubin, profesor de Medicina Regenerativa en la Universidad de Harvard, en Estados Unidos, y codirector del Programa de Neurociencia del Stem Cell Institute, se ha dado a la tarea de averiguar sobre la famosa ‘proteína mágica’ para la vejez.
De acuerdo con El Mundo, hay una proteína que sería la llave de la eterna juventud y es llamada como GDF11.
Vicent Mera, responsable de la Unidad de Medicina Genómica y Envejecimiento Saludable de SHA Wellness Clinic, explica que “la proteína GDF11 pertenece al grupo de la ‘superfamilia’ del factor beta-transformador del crecimiento, que regula la expresión de los genes HOX, que son fundamentales para la regulación de la identidad de los cambios posicionales (anteroposteriores) durante el desarrollo y el crecimiento”.
Aparte del también mejor médico Europeo en el campo de la Medicina Antiaging en los European Awards of Medicine, los que saben del tema coinciden en que el cuerpo tiene una notable presencia de proteínas, pero la nueva cuestión que nace con GDF11 es sobre su efectividad para ayudar a rejuvenecer el cerebro y los músculos.
Mera dice que la catalogada ‘proteína mágica’ toma protagonismo, aunque para ello, los primeros estudios a mediados del siglo pasado por Clive McCay en la Universidad de Cornell, dieron paso para comprobar que “la restricción calórica era la única actuación que prolongaba la longevidad y el aspecto físico juvenil de ciertos ratones”.
Luego de esto, el paso del tiempo permitió constatar la idea con “un protocolo pionero llamado parabiosis (técnica de laboratorio para estudiar fisiología mediante la combinación de dos organismos vivos, en este caso un ratón joven con otro viejo, que se unen quirúrgicamente para desarrollar un sistema fisiológico único y compartido) que, después de cierto tiempo, los más maduros rejuvenecían; pero también que los jóvenes envejecían prematuramente”, publicó El Mundo.
Gracias a la controversial técnica, se pudo ver que la parte superior del organismo, puntualmente el hipocampo y los músculos, junto al corazón fueron los que mostraron mejores hallazgos. Pero lo innovador es que los cambios no solo eran de orden anatómico, a su vez de funcionalidad.
Llegando a la actualidad, recientemente en la Universidad de Stanford, “han podido aislar y purificar, al menos, una proteína responsable de lo que McKay llamaba factores de rejuvenecimiento y que hoy se corresponden con las citoquinas (pequeñas proteínas que desempeñan un papel crucial en el control, el crecimiento y la actividad de otras células del sistema inmunitario y las células sanguíneas) provenientes de células madre que pasan de un lado al otro de la circulación en los ratones en parabiosis”, dice Vicent Mera.
Teniendo en cuenta estudios que han sido comprobados, “la proteína GDF11 se aísla solo en la sangre de ratones jóvenes”. Por otro lado, el citado medio recopila que en los maduros, hay un bloqueo de mecanismos las cuales causan el efecto degenerativo de las células madre en el músculo.
Aun así, lo que al gremio científico lo tiene perplejo es que al inyectar la proteína GDF11 en los ratones viejos “se han obtenido mejoras similares, pero de menor intensidad a las alcanzadas en los experimentos con parabiosis, lo que sugiere que todavía quedan más factores por identificar y que bloquean o estimulan a las células madre”.
Hay laboratorios que trabajan sin cesar para lograr comercializar la que sería la esperanza de vida nunca antes descubierta, lo cierto es que por ahora la proteína solo está disponible para uso investigativo, los cuales buscan participantes para la efectividad o toxicidad de la ‘proteína mágica’.
Vicent Mera dice en El Mundo que para que las personas participen en este tipo de proyectos, “es necesario ‘donar una módica’ cantidad de dinero que puede llegar a suponer hasta 500.000 dólares. De tal forma que, un protocolo de tratamiento con proteína GDF11, está al alcance de muy pocos todavía”, concluye.