Vicky Dávila: Además de ser una valiente, usted es una mujer talentosísima y trabajadora como ninguna. Nos sorprendió con su historia batallando contra el cáncer y con un final feliz. ¿Por qué la luchó calladita?

Diva Jessurum: Gracias por darme el privilegio de poder contar mi historia. Gracias, Vicky, porque tú eres de mi corazón.

V.D.: Está perfectamente correspondida. La queremos. La admiramos. Trabajamos juntas en RCN. ¿Qué fue lo que pasó?

D.J.: Fue un embate del destino tan extraño. La verdad es que yo sentía un dolor en el seno, pero estuve donde tres médicos y me decían que yo no tenía nada, que yo estaba perfecta, me hacían bromas. Pero yo no entendía nada, porque me dolía y me dolía. De pronto, me accidenté patinando y me pusieron una platina, siete tornillos. Aproveché ese momento y le dije al doctor, se lo juro que no soporto más el dolor en el seno, es un dolor que ya no aguanto.

V.D.: ¿Y qué dijeron?

D.J.: Me mandaron para otra especialidad. Cuando me entregaron los resultados, la asistente de allá me dijo, mira, aquí hay algo raro, revísalo. Acudí a donde un primo mío, que es un importante cirujano, Juan Carlos Torres. Él me remitió donde el doctor Espinosa. Me mandaron una biopsia. Cuando me están haciendo la biopsia, me dicen, no vemos nada porque cuando es cáncer el tejido es duro y este tejido es superblando. Yo dije, de pronto se derramó el líquido de la silicona. Al rato, me mandan llamar de manera urgente. Cuando llegué, el médico me dijo: tienes cáncer triple negativo, etapa dos.

V.D.: ¿Qué sintió?

D.J.: Me quedé en shock inmediatamente. Me dijo, tienes que hacerte estos exámenes y no hay tiempo para perder, porque esto está superavanzado. Llamo por unos exámenes y me dicen ¿sufre de algo? Y digo no. No sufro de nada. Y luego pienso, ay, espérese un momento, yo tengo cáncer, y ahí arranca toda la historia.

V.D.: ¿Por qué no contar?

D.J.: Tomé esa decisión por una sencilla razón: sienten lástima por ti. Una amiga mía, por ejemplo, me decía. Ay, tan linda. Mírala, riéndose y toda enfermita… No quería tampoco que creyeran que ya yo no tenía las condiciones necesarias para seguir trabajando, no quería que solamente me hablaran de mi enfermedad, no quería que dijeran: pobrecita Diva.

V.D.: Y usted siempre de pie...

D.J.: El doctor Espinosa me dijo algo clave: “Te voy a pedir que jamás dejes de trabajar porque a partir de ese momento tu mente se va a empezar a llenar de cucarachas”. El doctor Osorio me dijo: “Diva, no le tengas miedo al cáncer”. Ahí fue cuando salté y le dije: que el cáncer me tenga miedo a mí. Simplemente, decidí aceptar el cáncer en mi vida, porque no soy de las personas que digo yo rechazo la enfermedad. Yo no rechacé el cáncer. Si yo no acepto el cáncer, no lo puedo combatir.

V.D.: ¿Usted no le contó ni a su mamá?

D.J.: A mi mamá, sí, a mis tres hermanos, a una prima, a los dos subdirectores de cada programa, a la gerente del canal, a la vicepresidenta y a unas amigas. Por respeto a mi equipo de trabajo, ellos también sabían que yo estaba enferma, pero no sabían los detalles.

V.D.: El cáncer desde hace años dejó de ser sinónimo de muerte, pero igual se debe sentir mucha angustia.

D.J.: Yo lo primero que hago es invitar a las personas a que no satanicen el cáncer, porque el cáncer es una de tantas enfermedades. Nosotros nos podemos morir bajando una escalera, de una caída, de una gripa, de una infección en una muela… Yo tuve mucho miedo en muchos momentos y me agarraba de Dios de una forma increíble.

V.D.: ¿Qué momento duro vivió en este proceso?

D.J.: Les voy a contar que a mí me pasó una cosa tenaz. Después de que yo terminé todas las quimioterapias, había días que yo tenía 17 deposiciones, había días que la señora que me colabora en mi casa con el aseo me encontraba desvanecida. Me veía y tenía tres o cuatro horas de estar desvanecida en una cama porque yo vivo sola. Cuando fui por los resultados, la persona que me lee el examen me dice: “Tengo una mala noticia. Después de siete meses se detuvo y está exactamente igual. Nunca bajó, es como si no hubieras hecho nada, como si no hubieras hecho ninguna quimio”.

V.D.: ¿Qué hizo ahí?

D.J.: Me acuerdo que me vi con Liliana Bechara, que ha sido mi gran refugio. Nos fuimos al Hotel El Prado para la piscina. Escuchamos música, cantamos, lloramos. Yo le decía, Lili, yo no quiero seguir viviendo para estar combatiendo contra una enfermedad toda mi vida, llevo siete meses de una lucha superdolorosa. El lunes volví y me dicen: “Te estábamos buscando porque te dimos mal el diagnóstico, el cáncer ha bajado en un 85 por ciento”. Para mí fue un milagro.

V.D.: Debe ser un camino lleno de esos milagros.

D.J.: Sí. Yo no tenía internista y uno me dio una cita faltando un día para la cirugía. Cuando esa persona revisa el examen, dice: “Tú tienes que ser alguien muy fuerte porque si a mí me pasa esto yo estaría llorando”, y se persignó. Me iban a mutilar el seno. Eran tres cirugías. Otra opción era quitarme un pedazo de espalda para ponerlo acá adelante. La cicatriz quedaba de 30 centímetros. Cuando me preguntaron qué prefería, yo lloré mis ojos. Faltando un día, decidieron que no me iban a quitar el seno, sino solamente el pedacito. Dios y el excelente grupo de médicos me hicieron el milagro.

V.D.: ¿Cómo hizo para poder atravesar todos esos momentos difíciles?

D.J.: Me concentré en lo que dijeron los médicos y me concentré a orar, por eso necesitaba silencio y privacidad a mi alrededor. Hice el ayuno de Daniel, él era un profeta que interpretaba los sueños, era un sabio. Es un ayuno de 21 días en los que no comí carnes, dulces, nada que no fueran legumbres y frutas.

V.D.: ¿Cómo fue perder el pelo?

D.J.: En Colombia muchas personas son crueles, les gusta que sufra la gente que forma parte del entretenimiento y de la vida pública. Les agrada cuando ven que les va mal o que tienen algún quebranto. Yo me cuidé mucho de eso muchas veces. Subía fotos mías con la peluca, subía fotos con la cara hinchada por la quimioterapia y la gente me decía deja de estar usando bótox. Acepta tu edad. Te estás desfigurando la cara. Pareces un monstruo. Sin saber que yo lo que realmente estaba enfrentando era una quimioterapia. Fui a Barranquilla a buscar a Jason Manrique y le dije, ayúdame, que se me va a caer el pelo. Ayúdame a buscar una peluca. Él se opuso y propuso cortármelo corto. Yo lo que quería era asumir la situación. Entonces, me senté en su peluquería y le dije, me vas a dejar calva.

"El día que me dijeron que el cáncer no había disminuido después de ocho quimioterapias. Ese día dije, no aguanto más", dijo Diva Jessurum. | Foto: Copyright: Diana Rey Melo - Publicaciones Semana

V.D.: ¿Y qué le dijo él?

D.J.: Yo le dije que me diera dos minutos. Me fui al baño, me miré a los ojos y dije, Dios mío, tú me has traído hasta aquí. Tú sabes por qué. Tú me diste mi pelo, te lo agradezco. Hoy me lo quitas y sé que me lo vas a devolver. Te pido que me des fortaleza para no sufrir por eso. Salí del baño y me quedé calva y esa noche me fui a comer con Jason y celebramos esa nueva etapa.

V.D.: ¿Cuánto tiempo ha pasado desde que le dieron el diagnóstico hasta hoy?

D.J.: Diez meses.

V.D.: ¿Algún día dijo: no aguanto, no resisto, tiro la toalla?

D.J.: El día que me dijeron que el cáncer no había disminuido después de ocho quimioterapias. Ese día dije, no aguanto más. Para los que no saben, una quimioterapia es como cuando tú estás enguayabadísimo y aun así tomas al otro día. Así se siente. Muy, muy, muy difícil. Yo no puedo hablar mal de la quimio porque la quimioterapia me salvó la vida. ¿Cómo voy a odiar la quimioterapia? Estoy agradecida.

V.D.: ¿Pensó en la muerte?

D.J.: Sentí ganas de morirme el día que me dijeron que el cáncer no había retrocedido y cuando me dijeron que me iban a mutilar. Son muchos picos emocionales. Pero el ayuno me explicó que hay que coger las tristezas, los dolores y las angustias y entregárselas a Dios.

V.D.: ¿Cómo recibe usted ese momento feliz de sentirse ya curada?

D.J.: Mi primo Juan Carlos Torres ha sido un ángel en mi vida. Yo iba en un taxi llegando de grabar, de trabajar en Bogotá y me llama (Juan Carlos) y me dice, lo logramos. Me dijo, quiero decirte que lo logramos y no tienes cáncer. Estás libre de cáncer. Esto es un milagro porque la vimos fea, es un milagro de Dios y después de los médicos.

V.D.: ¿Cuál fue el momento más duro durante el proceso?

D.J.: Muchas veces no me hice las uñas porque la hemoglobina hace que las uñas se te pongan moradas y no quería que me cogieran asco pensando que yo tenía alguna infección o algún hongo. Me ponía pestañas postizas y se me caían porque no tenía pestañas reales. Son esos pequeños detalles los que te van quebrantando tu corazón.

V.D.: Gracias, Diva, por haber hecho público este testimonio. Gracias por luchar por la vida. Gracias, porque esta historia va a ser ejemplarizante para muchas mujeres que no saben qué hacer.

D.J.: Yo sí te confieso que tengo el alma cansada porque han sido diez meses de lucha. Yo quisiera mandar a mi alma de vacaciones para que pueda descansar de tantas cosas, ojalá existiera un crucero o un resort para eso.

V.D.: Pues se lo merece. Antes de terminar, ¿qué pasó con el amor en estos diez meses?

D.J.: El amor a Dios, el amor por mi familia, el amor por mí misma, por mis mascotas, por mi trabajo, por mis compañeros. El amor es el que me ha sacado a mí adelante.