Cuando Norberto Butler era un adolescente solía citarse clandestinamente con su novia en uno de los cuartos de la escuela de Argentina donde estudiaba. Se veían allí para hacer lo mismo que muchos otros jóvenes de su edad. "Forzábamos la puerta y entrábamos, porque no había un solo lugar donde disfrutar de la intimidad", dice. Pero ahora, a sus 57 años, no está dispuesto a seguir viviendo su sexualidad a escondidas. Butler, un bonaerense amante de la literatura, ha pasado la mayor parte de su vida en un hospital, incluso aquellos años de descubrimiento de su sexualidad a escondidas: desde que la epidemia del virus de la poliomielitis de finales de los 50 lo dejó en cama. Después de años de lucha personal y social logró que la casa-hospital donde vive le diera una habitación individual: un primer paso, explica, para que las personas con discapacidad puedan explorar el placer. "Conozco cientos de personas con discapacidad que no resuelven este tema (del sexo), que no tienen relaciones de ningún tipo", le cuenta a BBC Mundo. "Yo conozco la mortificación que sufren muchos, y este tema es una prioridad absoluta, porque se siente en el cuerpo el escozor por no poder canalizar esto, tener sexo con una chica", dice. Acompañante sexual En Argentina, la sexualidad de las personas con discapacidad empieza -muy lentamente- a dejar de ser tabú y se convierte en objeto de debate en medios de comunicación y conferencias. Recientemente, durante un encuentro en la Legislatura de la Ciudad de Buenos Aires, especialistas, trabajadoras sexuales y activistas plantearon la regulación de la figura de la "acompañante sexual", que de concretarse convertiría a Argentina en el primer país de América Latina en reconocer este trabajo. "Se trata de una persona que, después de atravesar un proceso de capacitación, pueda acompañar a varones o mujeres con discapacidad, sexual, afectiva y eróticamente", le explica a BBC Mundo Silvina Peirano, profesora en discapacidad mental y social y creadora de Sex Assistent, un servicio de formación de asistentes sexuales, asesoramiento y acompañamiento que nació hace años en Barcelona. No se trata sólo de tener sexo con la persona que contrata el servicio. Las acompañantes también pueden asistir a parejas de discapacitados que quieren tener relaciones, por ejemplo acomodando sus cuerpos y facilitando el encuentro físico entre ellos o ayudándolos a colocarse un preservativo, por ejemplo. "Nosotros no decimos que todas las personas con discapacidad deban tener una asistencia sexual, pero sí que puede ser una opción enriquecedora y válida para algunas", cuenta. Se trata de un servicio pago con profesionales, aunque hay países donde la figura de la asistente sexual está regulada por el Estado y donde se considera como una terapia más, como ocurre en Suiza. Reticentes Quizás porque apenas se empieza a hablar en público sobre el tema en Argentina, todavía no ha habido críticas en voz alta al reconocimiento del acompañamiento sexual para discapacitados. Pero en otros países la idea fue recibida con reticencia por quienes están en contra del trabajo sexual, en general, o por los grupos religiosos que promueven la abstinencia. Incluso ha recibido algunas críticas por parte de los propios discapacitados. Como Mik Scarlet, un reconocido autor británico que lleva años militando para romper el tabú de la sexualidad de los discapacitados en Reino Unido. En una entrevista con el diario The Guardian a propósito del debate sobre la contratación de acompañantes, aseguraba hace un año que promover este tipo de servicios es "como si el mundo te dijera que las personas discapacitadas son tan poco atractivas que la única manera de tener sexo para ellas es pagando". "No quiero un mundo donde sea más fácil para las personas discapacitadas visitar a trabajadores sexuales, quiero un mundo que vea a los discapacitados como seres sexuales y como parejas válidas", sostenía. Norberto Butler también tiene sus reparos: "la asistencia sexual podría llenar este huequito", dice, para los discapacitados que no han podido desarrollar su sexualidad. Pero asegura que debería llegar acompañada de otras políticas de inserción laboral y social. El objetivo, cuenta, es que "el disca" -como se refiere a él mismo, un apodo por "discapacitado"- tenga las mismas oportunidades y pueda conocer a una pareja en cualquier otro ámbito que no sea el del hospital o el de la acompañante. Más consultas La propuesta de regular la figura del acompañante sexual en Argentina es una iniciativa apoyada también por el colectivo de trabajadoras sexuales del país, que explican que en la práctica el sexo entre discapacitados y profesionales tiene lugar ya cada día. "Este tema siempre estuvo oculto bajo la alfombra. Cuando se empezó a hablar en los medios nos empezaron a llegar consultas", explica Georgina Orellano, secretaria general de la Asociación de Mujeres Meretrices de Argentina (AMMAR). "Desde hace dos años y sobre todo este último comenzaron a llegar inquietudes a la organización, mails y preguntas por parte de padres y madres de si alguna de nuestras compañeras atendía a personas con discapacidad, buscando ayuda para sus hijos con autismo, síndrome de Down o discapacidad física". "Había compañeras que sí, que trabajan regularmente con ellos y los tenían en su cartera de clientes. Así que nosotros derivamos el teléfono a los padres de discapacitados mayores de edad", le dice a BBC Mundo. En Argentina el proxenetismo y la trata de personas están penados, pero el intercambio consentido de sexo por dinero entre individuos mayores de edad no. En la actualidad existen dos proyectos de ley que buscan regular el trabajo sexual, permitir la creación de cooperativas y dotar a las mujeres de derechos y garantías (uno en la provincia de Mendoza y otro a nivel nacional). El objetivo de AMMAR es que la asistencia sexual a discapacitados se incluya en la regulación de esa ley, contemplando la formación y capacitación de las acompañantes. "Seres asexuados" La sexualidad de las personas con diversidad funcional no es algo de lo que se escuche debatir a menudo en Argentina. "Pero es uno de los derechos no plasmados que nosotros no tenemos, por la presión de la Iglesia, por la presión de distintos factores", apunta Butler. Muy poco a poco, como sucedió con el pionero reconocimiento de los derechos de la comunidad homosexual o las personas transexuales hace sólo unos años, Argentina parece estar empezando a poner la sexualidad de las personas discapacitadas en el debate público. "Que haya personas que no puedan ejercer su sexualidad es una cuestión social", defiende Peirano. Muchos parten de la idea "de que son seres dolientes o solitarios, donde en el peor de los casos se asume que no existe la sexualidad, o que su sexualidad es de segunda categoría", explica la especialista. "Promuevan, ayuden a un discapacitado a que consiga un trabajo que le permita relacionarse", reclama Butler desde la cama de su habitación. "Pero no traten de intervenir para mal en la sexualidad de un pibe" negándole una salida para visitar a una pareja o a una acompañante.