En Navidad María Álvarez tenía una lista de juguetes para darle a Ricardo, su hijo de 3 años. Pero cuando le preguntó qué quería, él le respondió: “iPad”. Tuvo dudas antes de comprárselo, pues le parecía que estaba muy pequeño para tener un aparato electrónico, pero finalmente se lo regaló y desde entonces el niño lo tiene entre sus preferidos. Lo curioso para ella fue encontrar que a veces la tableta ha sido su gran aliada, pues si necesita concentrarse se la da para que el niño la deje tranquila. Luz Stella Montes, mamá de un niño de 5, dice que el iPad ha sido el mejor invento de la historia por la misma razón. “Cuando me reúno con mis amigas, sacamos las tabletas para que ellos jueguen. Si no fuera por eso, nuestros almuerzos serían un caos”, dice. Sin embargo, a algunas les preocupa que se queden absortos mirando la pantalla, como si fueran zombis. A María concretamente le agobia la pataleta que arma cada vez que se lo quita. Otros papás de niños menores de 6 años comparten esta preocupación. Si bien quieren que sus hijos aprendan a navegar sin problemas por el mundo digital, tienen miedo de que se ahoguen en él. Concretamente les alarma el impacto del aparato en el desarrollo del cerebro. En otras palabras, no saben si pasar tanto tiempo pulsando una pantalla es mejor o peor que embadurnarse los dedos con arena o plastilina. En cierto modo se trata de la misma inquietud que tuvieron los padres de otras generaciones con la televisión, los computadores y los videojuegos. En ese sentido es un miedo natural pues “los adultos tienden a desconfiar de cualquier nueva tendencia que afecte a los niños pequeños, aunque a menudo sin argumentos”, señaló a SEMANA Heather L. Kirkorian, profesora de Desarrollo Humano y Estudios Familiares de la Universidad de Wisconsin. La realidad hoy es que los menores de 6 años forman parte de la generación de las pantallas táctiles y se caracterizan por manejar con destreza estos dispositivos. Son conocidos como nativos digitales, término acuñado en 2001 por el escritor Marc Prensky. Como explica el psicólogo Jerome Bruner, a esas edades tempranas las manos son una extensión del pensamiento antes de que puedan clasificar objetos por medio de palabras o símbolos. Por eso los niños manejan la tecnología táctil con la misma destreza que usan para sacudir un sonajero o derribar un montón de fichas. Esto quiere decir que los de 2 o 3 años, cuyas manos no están formadas todavía para manipular un mouse o una consola, aprenden a usar las tabletas casi por instinto. “La interfaz física ya no es una barrera”, dice Lisa Guernsey en su libro Screen Time: How Electronic Media Affects Your Young Child. Un estudio realizado en 2012 por el grupo Common Sense Media reveló que el 39 por ciento de los niños entre 2 y 4 años ha usado un iPad, un iPhone o un dispositivo de pantalla táctil para jugar o ver videos. Se calcula que hay más de 40.000 juegos para niños en iTunes, y otros tantos en Google Play. Algunas de las aplicaciones más vendidas en el mundo están dirigidas a niños de preescolar o primaria y ya existen tabletas diseñadas para bebés de seis meses. El impacto de estos aparatos aún es incierto. Algunos expertos han extrapolado los resultados de estudios sobre el efecto de la televisión en los niños a las tabletas. Dichos trabajos muestran que cuando los pequeños pasan largas horas frente a una pantalla son propensos a ser sedentarios y por lo tanto obesos, y tienen riesgo de generar hiperactividad, estrés o problemas de concentración en el futuro. Pero otros dicen que con los nuevos aparatos no sucede eso. “Hay investigaciones que señalan que estas son más útiles que la televisión y los computadores para los niños más pequeños” dijo a esta revista Michael Rich, profesor de Pediatría de la Universidad de Harvard y director del Centro de Medios y Salud Infantil (CMCH, por sus siglas en inglés). Y aunque algunos estudios han encontrado una relación entre la cantidad de tiempo que se pasa frente a la pantalla y el desarrollo tardío del lenguaje, “el carácter interactivo de la nueva tecnología puede entrenar el cerebro y fortalecer algunos circuitos neuronales”, señaló a SEMANA Gary Small, autor del libro iBrain. Aun más, los expertos no consideran anormal que los niños queden hipnotizados frente a la pantalla. Ellos se refieren a dicho estado como experiencia de flujo, que sucede no solo cuando alguien ve televisión sino cuando se sumerge en la lectura o, en el caso de los niños, cuando se concentran con sus fichas de Lego. Las aplicaciones de las tabletas son didácticas e interactivas. “Jugar les inyecta dopamina”, (un químico del cerebro asociado al placer), dice Rich. Por todo esto, las tabletas se han ido tomando las aulas y se calcula que más de 8 millones han sido vendidas para centros educativos. Guernsey visitó la Escuela Internacional de Zúrich, en Suiza, donde se usan en todos los salones y cuenta que “los profesores les están enseñando a usar las tabletas para volverlos creativos e investigadores”. Los expertos coinciden, sin embargo, en que los niños deben hacer otras actividades como conversar y jugar con sus pares y con adultos, pues esos son estímulos claves para el desarrollo óptimo del cerebro en los primeros tres años de vida. “La tecnología debe ser una ayuda para unirse más al niño e interactuar con ellos, pero nunca como un reemplazo de esas experiencias”, dijo a SEMANA Richard Gentry, autor del libro Raising Confident Readers: How to Teach Your Child to Read and Write—From Baby to Age 7. Sin embargo, no hay claridad aún sobre cuál debería ser el límite de tiempo. “Creo que todavía no sabemos qué tanto es mucho y cuánto es bueno”, dice Small. Y probablemente eso tarde entre cinco y seis años si se tiene en cuenta que el iPad fue lanzado en 2010 y los estudios rigurosos toman por lo menos tres años en estar listos. Mientras tanto, la periodista Hannah Rosin en el artículo de portada de la edición de abril de la revista The Atlantic, recomienda a los padres preocuparse menos por esas seductoras pantallas táctiles. Y lo dice con conocimiento de causa pues hizo el experimento de no limitar la tableta a su hijo. Por el contrario, la guardó en la misma canasta de sus juguetes. El niño jugó con el aparato durante dos horas en la mañana, después del colegio y antes de dormir. “Pero después de diez días, lo abandonó por otro, como sucede a esta edad en que ellos rotan sus juegos”, escribió en la revista. Lo más importante en estos temas es, como dice Gentry, “mantener un equilibrio, usar el sentido común y guiar a los niños para que usen adecuadamente las nuevas tecnologías”, concluye. Porque el exceso de videojuegos puede ser problemático. También usar el iPad para calmar cada berrinche del pequeño evita que aprenda a tranquilizarse naturalmente. Pero no se puede tapar el sol con las manos, porque la realidad es que la sociedad vive en la era de la pantalla, como la llama Prensky. Es por eso que Luz Stella Montes no siente culpa cuando deja a su hijo jugar con el iPad. “Estoy convencida de que son los primeros de una generación que va a vivir más en un mundo virtual que real”.