El paso de los años suele generar afecciones en la piel. Cuando la edad avanza, comienzan a aparecer líneas de expresión, arrugas, manchas y flacidez. En este proceso el cuerpo pierde la capacidad de producir algunas sustancias que cumplen funciones clave para mantenerla saludable, como es el caso del colágeno y la elastina.

Aquí hay factores que inciden de manera negativa. Por ejemplo, la contaminación, la exposición indebida al sol y los malos hábitos de vida juegan un papel clave en el envejecimiento, en el cual también tienen mucho que ver una mala alimentación y la falta de descanso.

El avance de los años lleva a que la piel pierda elasticidad y, además, aparecen las indeseadas arrugas, resequedad y ojeras, asegura la Biblioteca Nacional de Medicina de Estados Unidos.

El paso de los años cobra factura a la piel. | Foto: Rebecca van Ommen

Al respecto, el instituto Mayo Clinic indica que con el avance de la edad, la piel se vuelve más fina y frágil, debido a que disminuye el tejido graso que se encuentra debajo de la misma. Adicionalmente, se presenta una disminución en la producción de aceites naturales que puede resecar la piel.

Pérdida de colágeno y elastina

La suma de años llega con la pérdida de colágeno y elastina, sustancias esenciales para la piel. La primera le aporta firmeza, mientras la segunda brinda elasticidad. En los primeros años de vida, estas dos proteínas se mantienen en niveles altos, pero comienzan a disminuir después de los 30 y por ello los cuidados que se adopten son determinantes.

Una de las mejores formas de hacerle frente a los avances prematuros del envejecimiento es con la adopción de hábitos saludables. Por ejemplo, consumir una dieta saludable en la que prevalezca la ingesta de frutas y verduras. De igual forma, se debe evitar la exposición a los rayos del sol.

La piel debe protegerse de los rayos del sol. | Foto: run co

La luz solar contiene radiación ultravioleta (UV) que provoca que la piel envejezca con más rapidez, lo que genera precisamente la aparición de señales a medida que la persona envejece, precisan los Institutos Nacionales de Salud de Estados Unidos. Por esta razón es clave el uso de protectores que permitan cuidar la piel de esta situación, que cada vez es más compleja.

Además de alimentarse bien, practicar ejercicio físico de manera regular y mantenerse muy hidratado, es posible recurrir a algunos trucos caseros que ayudan a mantener la piel en una buena condición. Se trata de una mascarilla de semillas de Chía y la leche, una técnica usada por las mujeres japonesas para cuidarse.

Las mencionadas semillas tienen una serie de nutrientes esenciales para la piel, como ácidos grasos omega-3, antioxidantes y minerales, además de vitamina E, que según la Biblioteca de Medicina es un gran antioxidante. Se dice que son buenas para retener la humedad ayudar a hidratar profundamente la piel, mientras que sus propiedades antiinflamatorias ayudan a calmar y suavizar cuando se presenta irritación.

Por su parte la leche es rica en proteínas, calcio y vitaminas, por lo que se le atribuyen beneficios para nutrir y rejuvenecer la piel. Sus ácidos lácticos suaves exfolian suavemente la piel, eliminando las células muertas y revelando una tez más luminosa y uniforme, indica una publicación del portal Panorama. Además, su contenido de colágeno y elastina ayuda a mejorar la elasticidad y a reducir la apariencia de líneas finas y arrugas.

Las semillas de chía están compuestas de omega-3, vitamina E y otros nutrientes saludables para la piel. | Foto: Getty Images

¿Cómo preparar una mascarilla?

Estas son algunas recomendaciones para preparar esta mascarilla, de acuerdo con Panorama.

  • En un tazón pequeño, se combina una cucharada de semillas de chía con media taza de leche.
  • Se mezclan los ingredientes y se espera unos segundos hasta que se forme una pasta viscosa, suave y espesa.
  • Se aplica la pasta sobre toda la piel del rostro limpia y seca.
  • Se deja actuar durante 15-20 minutos.
  • Se retira la mascarilla.
  • Se limpia con una toalla cualquier restante que haya quedado.

Referencias:

Biblioteca Nacional de Medicina de Estados Unidos

Mayo Clinic