La demencia se define como una pérdida de la función cerebral que ocurre como consecuencia de la presencia de ciertas enfermedades y que afecta a la memoria, el pensamiento, el lenguaje, el juicio y el comportamiento, según precisa Medline Plus, sitio web de la Biblioteca Nacional de Medicina de Estados Unidos.
Es una afección que normalmente se presenta a una edad avanzada y, por ello, es poco frecuente que personas menores de 60 años la experimenten. “El riesgo de padecerla aumenta a medida que una persona envejece”, precisa la mencionada institución.
Según cálculos de la Organización Mundial de la Salud (OMS), la demencia afecta a nivel global a unos 55 millones de personas y cada año hay alrededor de 10 millones de casos nuevos. Los datos de este organismo multilateral indican que esta enfermedad es, en la actualidad, la séptima causa de defunción y una de las que más inciden en temas de discapacidad y dependencia en el mundo.
Muchos de los tipos de demencia son irreversibles, pues se trata de un factor degenerativo. El mal de Alzheimer es el tipo más común de demencia, pero también está la demencia vascular, que es causada por un flujo sanguíneo deficiente hacia el cerebro, como con un accidente cerebrovascular.
Expertos aseguran que hay otros padecimientos que también pueden causar demencia como es el caso de la enfermedad de Huntington, una lesión cerebral, esclerosis múltiple, infecciones como el VIH/Sida, la sífilis, la enfermedad de Lyme, mal de Parkinson, enfermedad de Pick y una parálisis supranuclear progresiva.
La alimentación es clave para ayudar a prevenir el desarrollo de este padecimiento. Según la Fundación Alzheimer España, en la lista de productos más importantes para prevenir afecciones de demencia como el Alzheimer o para mejorar el rendimiento en las personas que ya están afectadas están las verduras crucíferas y bulbos como la rúcula, el brócoli, las coles de Bruselas, el repollo, la coliflor o el nabo.
Los beneficios del brócoli
Una publicación de la revista Hola asegura que en particular el brócoli posee un alto contenido en GABA (componentes químicos del sistema nervioso), vitamina C y flavonoides. Se dice que estos últimos ayudan a mejorar el rendimiento cognitivo y estarían asociados a la disminución del riesgo de demencia y pérdida de memoria, al tiempo que mejoran la capacidad para concentrarse, completar actividades, comprender, recordar, y seguir instrucciones.
La mencionada publicación cita estudio realizado por la Universidad de Harvard, en el cual se determina que la ingesta diaria de flavonoides naturales reduce en un 19 % el riesgo de padecer enfermedades cerebrales.
Según información del portal Neurofuncional, de México, este vegetal tiene propiedades neuroprotectoras que impiden que los radicales libres dañen el cerebro. Además, sus nutrientes potencian la memoria y optimizan el funcionamiento del sistema nervioso.
En esta línea, el sitio web Cuerpo Mente asegura que este producto mejora la conexión entre las neuronas, gracias a un compuesto llamado sulforafano; protege el cerebro de la oxidación debido a sus recursos antioxidantes; pone en marcha las mitocondrias y reduce la inflamación, que en muchas ocasiones está detrás de los trastornos degenerativos que afectan este órgano y ocasionan el deterioro de la memoria.
Factores de riesgo para la demencia
Existen factores de riesgo que inciden en que las personas presenten demencia y tres de los más importantes son la presión arterial alta, la obesidad y la inactividad física. La Asociación Estadounidense del Corazón asegura que una gran parte de los casos de demencia pueden prevenirse llevando un estilo de vida saludable, evitando el alcohol, controlando el peso y manteniendo en los niveles adecuados el colesterol y la glucosa en la sangre.
Un estudio en el que investigadores recopilan datos de la Encuesta Nacional de Examen de Salud y Nutrición de los Centros para el Control y Prevención de Enfermedades de Estados Unidos, indica que el 42,4 % de los casos de demencia se atribuyeron a 12 factores de riesgo, y tres de estos que están relacionados con el corazón impulsaron los datos. La presión arterial alta contribuyó con el 6,7 %; la obesidad con el 7 % y la inactividad física aportó el 6,7 %.
Además de estos factores de riesgo que se pueden cambiar, existen otros que no son modificables como es el caso de la edad, antecedentes familiares y el síndrome de Down.