La vitamina D es una hormona fundamental para el organismo, además de cumplir un papel fundamental a nivel metabólico, cardiovascular y endocrino, interviene en la absorción del calcio en los huesos y garantiza el correcto funcionamiento del metabolismo, el crecimiento celular, el sistema inmunitario y los procesos inflamatorios.
De hecho, la deficiencia de esta vitamina es el principio de muchos problemas de salud como: hipertensión, obesidad, osteoporosis, algunos tipos de cáncer, depresión, esclerosis múltiple y alzhéimer. De hecho, una investigación iniciada en 1997, y publicada por la revista Alzheimer’s and Dementia: The Journal of the Alzheimer’s Association, “reveló que las personas con niveles más altos de vitamina D en el cerebro tenían entre un 25 y un 33 % menos de probabilidades de sufrir demencia”.
La vitamina D contra enfermedades cognitivas
Los investigadores examinaron muestras del tejido cerebral de 209 participantes en el Proyecto Rush Memory and Aging, un estudio a largo plazo sobre la enfermedad de Alzheimer. Estos evaluaron la función cognitiva de los participantes, personas mayores sin signos de deterioro cognitivo, a medida que envejecían analizaban las posibles irregularidades en su tejido cerebral una vez fallecidos.
Los científicos se centraron particularmente en los niveles de vitamina D en el cerebro de los voluntarios, descubriendo así que los que tuvieron niveles más altos gozaron de una mejor función cognitiva. La autora principal de la investigación, Sarah Booth, directora del Centro de Investigación de Nutrición Humana Jean Mayer USDA en Boston, EEUU, explicó que “el estudio realizado reforzó la importancia de estudiar cómo los alimentos y los nutrientes crean resiliencia para proteger el cerebro, que envejece contra enfermedades como el Alzheimer y otras demencias relacionadas”.
Para dicha práctica, se analizaron muestras de dos zonas asociadas con los cambios relacionados con la enfermedad de Alzheimer, otra relacionada con las formas de demencia asociadas al flujo sanguíneo, y una región carente de relación con el deterioro cognitivo vinculado a estas enfermedades. Todas presentaban niveles de vitamina D, y en los voluntarios con mayores proporciones, la función cognitiva en vida fue mucho mayor.
Sin embargo, según revelan los científicos, “al día de hoy, no han sido capaces de asociar los niveles de esta hormona con ninguno de los marcadores fisiológicos asociados con la enfermedad de Alzheimer como la acumulación de placa amiloide, la enfermedad de cuerpos de Lewy o la evidencia de accidentes cerebrovasculares crónicos o microscópicos. Esto significa que aún no se ha podido categorizar mediante qué mecanismos la vitamina D afecta a la función cerebral”.
Dieta rica en vitamina D
A pesar de que existen complementos vitamínicos para suplir el déficit de vitamina D, diferentes expertos advierten que no es recomendable usar grandes dosis de suplementos como medida preventiva.
De acuerdo con expertos del Hospital Clínico San Carlos de Madrid, “la dosis recomendada de vitamina D es de 600 UI para personas de 1 a 70 años, mientras que sube hasta los 800 UI para personas mayores. Una cantidad excesiva puede resultar perjudicial y se ha relacionado con el riesgo de caídas en personas mayores”.
En cuanto a los alimentos con altos niveles de vitamina D, cabe destacar la leche, los cereales, los pescados grasos como la caballa, el salmón, las sardinas o el atún. El hígado de vaca, los hongos o las bebidas vegetales de soja o avena son alimentos perfectos para aportar esta vitamina a la dieta.
Omega 3 para prevenir el Alzheimer y Demencia
Según informó el portal neurologia.com, “diferentes estudios con animales han mostrado que existe una mejoría en la cognición después de la suplementación con Omega 3″.
Estos estudios se han realizado a largo plazo, durante más de 10 años, y se ha visto que la suplementación frena el avance de la enfermedad. Por lo tanto, el Omega 3 es esencial para evitar que haya mayor deterioro.
El Omega 3 se encuentra en alimentos como pescados azules, mariscos, aceite de soja, aceite de colza, nueces, frutos secos, crema de cacahuete, semillas de linaza, verduras de hoja verde como la lechuga y espinacas, avena y aguacate.