El lenguaje ha evolucionado con el paso del tiempo. Entre expresiones, palabras, significados y todo aquello que compone la habilidad comunicativa del ser humano coexisten diversos detalles que responden al contexto de cada civilización.

Pero hay un elemento común en prácticamente todos los idiomas, o al menos los más hablados en el planeta. Existen algunas expresiones que han sido calificadas como groserías o palabras tabú, las cuales no son bien recibidas en algunos escenarios o momentos específicos.

Frente al uso de las groserías o palabrotas, un estudio publicado en la revista científica Lingua encontró que su uso puede influir en la manera en que la persona piensa, actúo o reacciona. Más allá de ser simplemente palabras, tendrían un efecto mayor en la mente de quien las pronuncia.

Tradicionalmente, las expresiones de esta categoría han sido asociadas con una manera en que las personas hacen catarsis de sus emociones. Esta dinámica no se centra en un solo territorio, pues se ha hecho camino en varios idiomas.

De acuerdo con los hallazgos del estudio, maldecir va mucho más allá de solo hablar. Internamente despierta emociones y pueden derivar en otras señales como el aumento de la sudoración e incluso, en algunos casos, de la frecuencia cardíaca.

El artículo explica que las groserías podrían estar ubicadas en partes del cerebro diferentes a las regiones del habla común. Es más, pronunciarlas podría activar partes del sistema límbico, el cual está involucrado en la formación y el procesamiento de la memoria. Adicionalmente, está relacionado con las emociones.

Según la investigación, las palabrotas o groserías interfieren con el procesamiento cognitivo de otras palabras o estímulos. En consecuencia, también pueden interferir con el pensamiento. Otros estudios sugieren que pronunciar este tipo de expresiones deriva en una mayor tolerancia al dolor si se compara con expresiones neutras o políticamente aceptables.

Captura recortada de una mujer que reacciona con enojo hacia su repartido | Foto: PeopleImages

Groserías y relaciones interpersonales

El estudio de este tema anota que maldecir o pronunciar palabrotas también tiene efectos sobre la manera en que las personas se relacionan entre sí. De hecho, esta dinámica es más fácil de observar en contextos como el familiar o laboral, donde las groserías adquieren una mayor relevancia en términos de cómo son tomadas por cada persona

Una grosería de parte de un familiar, un amigo, un jefe o un desconocido puede motivar reacciones diferentes para cada persona. Por ello, la sensación de agresión u ofensa va de la mano con estas expresiones.

El tema de los efectos que tiene decir grosería ya ha sido estudiado. Hace algunos años, Richard Stephens, psicólogo y autor del libro Black Sheep: Thehidden Benefits of Being Bad (’Oveja negra: los beneficios ocultos de ser malo’), encontró que mientras que la mayoría del lenguaje se ubica en la corteza y en áreas específicas del lenguaje en el hemisferio izquierdo del cerebro, las groserías podrían estar asociadas a un área diferente.

“Las personas afásicas (afectadas por una pérdida o trastorno del habla) generalmente presentan daño en el hemisferio izquierdo y tienen dificultades para hablar. Pero hay muchos casos registrados de afásicos que pueden usar el lenguaje estereotípico de manera más fluida, es decir, pueden hacer cosas como cantar o decir palabrotas en forma fluida”, explicó el especialista a la BBC.

De hecho, otros estudios han encontrado que decir groserías o palabrotas no solo permite comunicar el significado de una frase, sino que incluye un plus: también expresa la respuesta emocional de la persona, la cual puede incluir rabia o dolor sin llegar a un escenario de acción física (como agresiones).

La literatura científica disponible sobre este campo de estudio también ha encontrado que decir groserías, en ocasiones, puede incrementar la fuerza y efectividad de un mensaje, haciéndolo más persuasivo. Por supuesto, esto también depende del contexto, el contenido del mensaje y la persona que lo está emitiendo.