Muchos saben que lo mejor para reducir la obesidad es comer de forma saludable y hacer ejercicio. Pero los expertos señalan que hay muchos otros factores que contribuyen a mejorar la salud y no todos se relacionan con lo que haga el individuo.

Así lo demuestran dos estudios independientes, los cuales indican que tener un perro y vivir en una ciudad amigable con buenos andenes y áreas verdes para caminar ayudaría a reducir la epidemia de obesidad y brindaría más años de vida a las personas.

El primer trabajo, publicado en Endocrine Reviews, fue realizado por expertos de la Universidad de Toronto, quienes revisaron más de 170 estudios previos. En ellos consistentemente se concluye que la gente es menos propensa a la obesidad y a la diabetes si vive en ciudades donde caminar y montar en bicicleta son actividades seguras y cómodas. Dentro de esa gran cantidad de investigaciones, los autores de este análisis destacaron un trabajo hecho con una muestra de más de 32.000 personas: encontraron que la prevalencia de obesidad entre adultos que viven en barrios y ciudades con buenas áreas para caminar era de 43 por ciento, comparado con 53 por ciento en aquellos que viven en áreas donde caminar es una opción menos práctica.

El otro estudio fue efectuado por expertos del NationalInstitute for Environmental Studies, en Japón, con una muestra de 11.000 personas entre 65 y 84 años que habían tenido un gato o un perro en casa en ese momento o tiempo atrás.

Los amos de un perro tuvieron un menor riesgo de sufrir discapacidades en la vejez que los propietarios de gatos. La razón es que los amos de los canes deben sacarlos a caminar y esto les genera una excusa para hacer ejercicio más de una vez a la semana. El equipo también descubrió que quienes habían tenido perros en el pasado presentaban alrededor de 10 por ciento menos de riesgo de discapacidad en comparación con los que nunca habían tenido un perro.

Los investigadores sometieron a pruebas cognitivas y de destreza física a los participantes durante más de tres años, entre 2016 y 2020, y encontraron que quienes contaban con un perro al momento del estudio y lo paseaban más de dos veces a la semana tenían la mitad de riesgo de desarrollar problemas físicos o cognitivos que quienes nunca han poseído un perro. El resultado se dio luego de controlar otras variables, como el sexo, la dieta y las enfermedades cardiovasculares.

Los dos trabajos muestran una vez más la importancia de hacer ejercicio. Pero, además de eso, señalan que esta decisión no siempre está en manos del individuo, sino de los Gobiernos mediante la creación de parques y espacios que inviten a la gente a caminar en vez de usar un vehículo para movilizarse. Es una manera de prevenir enfermedades crónicas, como lo sugiere un estudio de los analizados por los expertos en la Universidad de Toronto.

Para la investigación revisaron muestras de sangre de 1,1 millones de adultos. Aquellos con niveles normales de azúcar al comienzo del ensayo tuvieron 20 por ciento más probabilidad de mostrar síntomas de prediabetes ocho años más tarde si vivían en áreas donde caminar no era una opción práctica. “La gente será mucho más activa si tiene la estructura para movilizarse a pie a su disposición”, dijeron los expertos de Toronto.

Y si a eso se suma tener un perro, la protección estará asegurada, pues, como lo dicen los autores del trabajo japonés, “sacar a pasear a un can representa una actividad de intensidad moderada que reduce el riesgo de discapacidad física y cognitiva”. Además, son medidas mucho más económicas que tratar las enfermedades causadas por no hacer ejercicio.