Hace un par de meses, Aura Cristina Geithner llamó la atención cuando anunció que abría una cuenta en OnlyFans. Allí, la artista cobra a quienes quieren ver fotos y videos exclusivos, como ella describe, “más sugestivos” que los que le permiten publicar Instagram, TikTok y Twitter. El suyo es solo un caso en Colombia y en el mundo que muestra cómo esta plataforma le ha dado un vuelco inusitado a la oferta y consumo de contenido sexual explícito en línea durante la crisis por el coronavirus.
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De acuerdo con un extenso reportaje de The New York Times, los números se dispararon en el último año. Aumentó el público, principalmente solteros, quienes destinaron cada vez más dinero para satisfacer sus deseos llevados por la calentura ante la imposibilidad de socializar cara a cara y salir a restaurantes y bares.
El sitio tuvo, para diciembre de 2020, un promedio de 500.000 nuevos usuarios por día, por lo que se calcula que pasó de 17 millones de suscritos en 2019 a más de 120 millones hoy. Cada uno paga una tarifa base que varía entre 5 y 20 dólares por acceder a los diferentes perfiles. Según las pocas cifras divulgadas por la empresa, desde su fundación ha girado 3.000 millones de dólares a quienes crean los productos multimedia, y el sitio cobra una comisión de 20 por ciento sobre sus ganancias.
La otra cara de la moneda es la gran cantidad de nuevos asociados que aparecieron para ofrecer sus servicios. A la variedad de influenciadores, se sumaron trabajadores sexuales, entre ellos, actores porno, escorts, dominatrices, modelos webcam y personas trans que vieron la oportunidad de obtener algún tipo de ingreso, pues su sector fue uno de los más afectados por el aislamiento social. Asimismo, en lugar de rendir cuentas a los dueños de los establecimientos donde trabajaban de manera presencial, OnlyFans les ofreció independencia.
A diferencia de sitios web dedicados abiertamente a la pornografía, y otros en que modelos webcam atienden a quienes pagan por verlos en vivo, esta plataforma parece no exigirles mucho a los creadores de contenidos. Pero tampoco les ofrece herramientas para promocionarse: su motor de búsqueda es deficiente y no cataloga las cuentas. De modo que presenta un revuelto entre asuntos claramente sexuales y lo que ofrecen chefs, artistas y entrenadores físicos, entre otros. Se cree que estas aparentes falencias son la manera de OnlyFans para evadir su responsabilidad legal sobre el delicado material difundido.
Pocos saben que, para ser rentable al participar allí, cada quien debe conseguir los suscriptores dispuestos a pagar e incluso a dejarles propinas. Suelen hacerlo con fuertes y seductoras campañas de expectativa en sus cuentas en otras redes sociales. De ahí que solo 300 creadores de contenidos, de un millón estimados en la web, han recibido pagos por más de un millón de dólares. Así, la riqueza producida por OnlyFans se concentra en manos de unos pocos.
A pesar de todo, los resultados no dejan de ser satisfactorios para creadores como Aura Cristina y otros menos conocidos. El 90 por ciento de ellos reciben por debajo de 12.000 dólares al año, el equivalente a un salario de un trabajo de tiempo completo en Estados Unidos. Para comunidades estigmatizadas, como la trans, se ha convertido en un paraíso, pues “está llevando a personas de ese grupo que tenían un hogar a duras penas a poseer una cuenta de ahorros”, según le explicó al Times una representante del Sex Workers Outreach Project.
Hay que esperar hasta cuándo durará la buena racha de OnlyFans. Está por verse si las autoridades se deciden a ponerle la lupa y fijarle regulaciones. Tampoco se sabe si la demanda continuará cambiando con la reapertura. Pero el caso es que la plataforma ha revolcado el sexo para siempre.