La piel es el órgano más grande del cuerpo, ahí radica la importancia de su cuidado. Este órgano sensorial se encarga de proteger al organismo contra el calor, la luz, las lesiones y las infecciones, así como también regula la temperatura del cuerpo, almacena agua y grasa, impide la pérdida de agua y el ingreso de bacterias y actúa como barrera entre el organismo y el entorno, explica Stanford Children’s Health, un sistema de atención médica pediátrica y obstétrica.
Así como tiene a cargo las tareas en mención, la piel está expuesta a diferentes factores externos que la pueden perjudicar, así como otros tantos de carácter interno. En lo que refiere a los externos, se encuentran los rayos ultravioleta –UV– que emite el sol, la contaminación, el humo del cigarrillo, entre otros; mientras que a nivel interno, hay alimentos, bebidas, factores genéticos, bacterias, enfermedades e infecciones que pueden causar cambios en la apariencia de la piel.
El acné y la dermatitis son dos enfermedades muy comunes de este órgano. Mayo Clinic define al primero como “un trastorno de la piel que ocurre cuando los folículos pilosos se tapan con grasa y células cutáneas muertas, causando puntos blancos, puntos negros o granos”.
El acné suele aparecer en la cara, la frente, el pecho, la parte superior de la espalda y los hombros, al tratarse de las zonas del cuerpo que tienen la mayor cantidad de glándulas sebáceas y los folículos pilosos están conectados a estas glándulas.
Para la entidad, el acné puede causar, además de cicatrices en la piel, sufrimientos emocionales para las personas, por lo que advierte que su tratamiento debe ser rápido.
Sobre la dermatitis atópica, también conocida como eccema, el Instituto Nacional de Artritis y Enfermedades Musculoesqueléticas y de la Piel (NIAMS, por sus siglas en inglés) de Estados Unidos explica que se trata de una enfermedad crónica que provoca “que la piel se inflame e irrite, lo que causa mucha picazón”. En consecuencia, rascarse puede ocasionar enrojecimiento, hinchazón, agrietamiento, secreción de un líquido transparente, costras y escamas.
De acuerdo con el NIAMS, en la mayoría de los casos, hay brotes o momentos en los que la enfermedad empeora, seguidos por remisiones o momentos en los que la piel mejora o los síntomas desaparecen por completo. Se trata de una enfermedad que es frecuente y que le puede dar a cualquier persona, aunque a menudo comienza a presentarse en la infancia.
“La dermatitis atópica no se puede contagiar de una persona a otra”, aclara el Instituto y agrega que, hasta la fecha, no se sabe qué es lo que causa esta enfermedad. “Según la gravedad de los síntomas, vivir con dermatitis atópica puede ser difícil, pero el tratamiento puede ayudar a controlarlos”, añade.
Estas dos afecciones cutáneas suelen ser tratadas con medicamentos, aunque también hay otro sinnúmero de remedios caseros y productos de venta libre que pueden aportarle beneficios a la piel y ayudar a combatirlas. Un ejemplo de ello es la leche de magnesia, ampliamente conocida por sus beneficios para neutralizar la acidez estomacal y que hoy por hoy también se destaca por sus virtudes para la piel.
Leche de magnesia es el nombre comercial con el que se conoce el hidróxido de magnesio, ayuda a prevenir los brotes del acné y que los poros se obstruyan por factores externos contaminantes gracias a su capacidad para neutralizar las bacterias y el exceso de grasa de la piel. Del mismo modo, es un producto útil para regenerar la piel inflamada por esta afección para prevenir la aparición de cicatrices. Solo es necesario aplicar un poco de este producto en las zonas afectadas por el acné y dejar que la piel lo absorba.
En lo que refiere a la dermatitis, los nutrientes presentes en la leche de magnesia ayudan a regular el pH de la piel y a reducir la irritación provocada por esta enfermedad. El modo de uso de este producto es similar al del acné: se aplica un poco de leche de magnesia dos veces al día en las zonas afectadas y dejar que se seque.