La llamada leche de fórmula, como muchos otros productos de consumo masivo, apela a la ciencia para venderse mejor. En parte, por la amplia resistencia que provoca en miles de médicos y pediatras alrededor del mundo.
En ese sentido, algunas de las atribuciones más frecuentes a estos productos –basados, según las compañías fabricantes, en rigurosos análisis científicos– son que benefician el desarrollo del cerebro o del sistema inmunológico del bebé y, claro, favorecen su crecimiento. No obstante, la propia ciencia se ha encargado de controvertir esos argumentos.
Un artículo publicado hace unos días en la revista BMJ —una publicación de la Asociación Médica Británica— señala que la mayor parte de esas virtudes que aparecen en los envases tienen escasa o ninguna evidencia científica.
Los investigadores hicieron una tarea juiciosa: estudiaron los enunciados de estas leches a través de sus páginas web o anuncios comerciales, en 15 países, entre 2020 y 2022. Al final, analizaron 608 productos. El 53 por ciento de estos tenían como principal promesa que ayudaban en el desarrollo del cerebro y el sistema nervioso. En 39 por ciento, su marca fortalecía el sistema inmunitario. Y en 37 por ciento, favorecía el crecimiento y desarrollo del bebé.
Durante la pandemia del covid-19 fueron más allá y la campaña de comercialización incluyó en sus promociones mensajes que prometían reforzar las defensas del lactante.
Hasta ahí, todo muy convincente. Pero una vez los autores del estudio, liderado por Daniel Munblit, del Imperial College de Londres, se dieron a la tarea de comprobar, una a una, estas afirmaciones, hicieron dos hallazgos reveladores: la mitad de las marcas no especificaban el ingrediente benéfico y 74 por ciento de los productos no ofrecía ninguna referencia científica específica para justificar los atributos publicitados.
Lo más grave, denunció Munblit en su artículo, es que el 88 por ciento de los ensayos registrados estaban firmados por autores que habían recibido financiación de empresas que producen leche de fórmula o eran empleados en estas compañías.
Por ello, una parte de la comunidad científica le declaró la guerra a la leche de fórmula para bebés al contrastar dos datos: solo la mitad de los menores de 6 meses son alimentados en exclusiva con leche materna —una cifra que la OMS considera insuficiente para garantizar el desarrollo saludable de las nuevas generaciones— y la venta de estas leches industriales aumenta debido a campañas de mercadeo que “explotan las emociones de los padres y manipulan la información científica”, según publica un grupo internacional de investigadores, entre ellos el experto de la OMS Nigel Rollins, en The Lancet, una de las revistas científicas más prestigiosas del mundo.
No son iguales
Para entender bien este asunto, hay que explicar que las fórmulas lácteas son sustancias derivadas de la leche modificada de vaca. Y por más ingredientes especiales que posean, no logran equipararse con los beneficios de la leche materna: la disminución de la mortalidad en recién nacidos, menos riesgos de morir por diarrea o enfermedad respiratoria y mejores tasas de crecimiento y escalas de neurodesarrollo en los niños, tal como explica María Camila Reyes, pediatra neonatóloga y líder del servicio de pediatría de la Clínica Imbanaco de Cali.
Por su parte, Paula Andrea Ardila, nutricionista, dietista y consejera en lactancia materna de la Universidad Nacional, agrega que “contiene una combinación perfecta de proteínas, carbohidratos, grasas, vitaminas y minerales, por lo que protege contra diversas enfermedades tanto en la infancia como en la adultez”.
De acuerdo con Ardila, “aunque la industria farmacéutica ha intentado imitar la leche materna, existen cientos de componentes que no se llegan a replicar, como anticuerpos y factores inmunológicos, hormonas y enzimas, factores de crecimiento para el desarrollo y la maduración de los tejidos y órganos del bebé; y los probióticos, que son baterías que ayudan a establecer una microbiota intestinal saludable en el niño. Son elementos que promueven la salud digestiva, refuerzan el sistema inmunológico y pueden tener efectos protectores contra ciertas enfermedades como el asma, por nombrar solo alguna”.
Solo como complemento
Si bien el pediatra manizaleño Antonio Vela considera que la leche materna es “irremplazable”, no descarta que los padres de familia acudan a la leche de fórmula en casos en los que resulta “difícil la lactancia”.
Se refiere a situaciones específicas en las que la madre es portadora de VIH o se encuentra en quimioterapia. O también cuando los bebés son prematuros, nacen enfermos y deben quedarse en la unidad de cuidado prenatal por su delicada salud.“
“No se puede satanizar la leche de fórmula cuando en muchos casos es la única alternativa que tienen muchas mamás. Y no porque sean perezosas o vanidosas, como muchos creen. Para una mamá representa una enorme frustración no poder lactar, porque equivocadamente se asocia la lactancia con el compromiso y entrega de la madre. En esos casos, lo aconsejable es que la mamá que no lacta mucho complemente la alimentación del bebé con leche de fórmula y que ese bebé reciba un adecuado seguimiento de su pediatra”, sostiene Vela.
Pero estos no son la mayoría de los casos, asegura Reyes. Según cuenta, las mamás que no pueden lactar representan menos del 10 por ciento en el mundo. “Son mujeres que tienen una condición específica que puede dificultarles la lactancia materna por varios factores. Uno de ellos tiene que ver con que, en la primera hora de vida del bebé, no exista contacto entre el niño y su mamá, porque se ha demostrado que el contacto piel a piel mejora sustancialmente la lactancia”.
En opinión de esta experta, más que incapacidad para lactar, lo que afrontan miles de mujeres son condiciones para hacerlo adecuadamente. “Hay mamás que no consiguen que el bebé agarre bien el pezón, otras tienen pezón invertido o plano. Pero existen técnicas de agarre que le permitirán a una madre con un pezón así lactar a su bebé. Hay otros casos en los que existe una alteración orgánica, hipoproducción de leche materna, que lleva a que las mujeres produzcan muy poca leche. Pero es un porcentaje mínimo, menos del 5 por ciento de las mujeres”.
Y agrega que lo que aumenta la producción de leche es la succión del bebé, pues genera unos cambios en el ámbito neurológico de la madre, de sus emociones. De ahí que, una vez el bebé nace, su cerebro se programa para lactar. Esta es la importancia de que, antes de que el bebé nazca, la mamá se haya preparado sobre cómo mejorar la succión.
Como consejera en lactancia materna, Ardila recomienda buscar ayuda. “Actualmente, existen diversos grupos de apoyo a la lactancia materna que pueden ser de ayuda a una madre que crea que está teniendo dificultades con su lactancia, como la Liga de la Leche y Mama. Una vez agotadas estas posibilidades, si una madre debe brindar la fórmula, es importante que sepa que eso no la hace menos ni mala mamá. Se puede tener un vínculo y un apego teniendo en cuenta que al momento de alimentar al bebé se haga contacto físico, visual y auditivo con él. Lo importante es conservar siempre la interacción y estimulación. Esto permite a la mamá entender las necesidades del bebé y atenderlas con mayor facilidad”.