El hígado es la víscera más voluminosa del cuerpo y uno de los órganos más importantes para su funcionamiento. Cumple con diferentes tareas, entre ellas el almacenamiento de vitaminas, minerales, hierro y azúcares para el buen funcionamiento del organismo. De la misma forma, es el encargado de procesar los alimentos para convertirlos en sustancias y energía, lo que permite tener una buena nutrición y realizar las actividades diarias. Sumado a lo anterior, el hígado descompone las sustancias químicas que entran o se producen en el organismo y son perjudiciales. De ahí la importancia de su cuidado.
En consecuencia, es preciso hablar sobre las bondades que tiene el diente de león para depurar este órgano. El uso medicinal de esta planta está documentado desde principios del siglo XI por reconocidos médicos persas como Ibn Sina –más conocido como Avicena– y su predecesor Al-Razi o Razi, quien inspiró el Instituto de Investigación Médica Razi, ubicado cerca de Teherán (Irán), reseña María José Alonso Osorio, vocal de plantas medicinales y homeopatía del Colegio de Farmacéuticos de Barcelona y colaboradora de Advance Medical, en el blog Salud Mapfre.
Aunque es proveniente de Europa y Asia, en la actualidad esta planta puede ser encontrada en la gran mayoría de parques del mundo. Crece en terrenos baldíos, a la orilla de las aceras, en las macetas y otros lugares, siendo considerada por muchos como una “mala hierba” o maleza. Pese a que es muy común, pocos conocen el sinnúmero de propiedades que ostenta esta planta. Hace miles de años, Avicena aseguró que el uso del diente de león ayuda a estimular la producción de bilis y de orina.
Más adelante, en el siglo XVI, se consolidó lo dicho por ese escritor persa y se destacó que el diente de león contiene propiedades diuréticas resultantes de aumentar la producción de orina. Lo anterior se suma a su doble acción en el hígado, donde ayuda a estimular la producción de la bilis –teniendo un efecto colérico– y también facilita la digestión de las grasas al ayudar a vaciar desde la vesícula biliar hasta el duodeno. En razón a lo ya descrito, el diente de león es considerada una planta con capacidades depurativas y digestivas, gracias a sus beneficios a nivel hepático y renal, así como a su acción laxante.
La Agencia Europea del Medicamento (EMA) concibe el diente de león como medicamento de uso tradicional (MTP) para el tratamiento de trastornos digestivos leves –como sensación de plenitud abdominal, flatulencia y digestión lenta–, así como también para aumentar la cantidad de orina, limpiar las vías urinarias y los riñones.
El diente de león puede ser consumido en tisana, por lo que la Agencia de registros del Ministerio de Sanidad Alemán (Standardzulassung) recomienda mezclar la raíz y las hojas de la planta, llevando al punto de ebullición entre una y dos cucharadas de estas dos partes del diente de león –previamente machacadas– en una olla con 150 mililitros de agua. Surtido este proceso, se debe dejar reposar durante 15 minutos, filtrar y endulzar al gusto, reseña el blog Salud Mapfre. Se puede tomar una taza de esta infusión en la mañana y otra en la noche.
Alonso señala que para el consumo de la raíz de diente de león la dosis diaria recomendada es de 3 a 5 gramos, mientras que en el caso de las hojas, el equivalente es de 4 a 10 gramos. Si se mezclan las dos partes de esta planta, se recomienda consumir entre 3,5 y 7,5 gramos por infusión, todas las mezclas hasta tres veces al día.
Para concluir, la vocera de plantas medicinales y homeopatía recalca que el diente de león “no debe utilizarse nunca en caso de problemas biliares sin la supervisión de un médico y está contraindicado en caso de obstrucción de las vías biliares. Debido a que contiene sustancias amargas, el diente de león estimula la producción de jugo gástrico, por lo que a ciertas personas puede causarles molestias gástricas e hiperacidez”.