El Alzheimer es catalogado como un tipo de demencia, cuyo signo más recurrente es la pérdida progresiva de la memoria y, en algunos casos, cambios repentinos de comportamiento. Aunque generalmente se diagnostica después de los 60 años, se han registrado casos a edades más tempranas; incluso, hace algunos meses se conoció el que sería un reporte inédito con un joven chino de 19 años.
En esa línea, el Instituto Nacional sobre el envejecimiento afirma que un tercio de la población octogenaria podría padecer la enfermedad de la que, hasta el momento, no hay una cura. Sin embargo, la ciencia continúa trabajando en aras de que los síntomas no transformen en su totalidad la vida del paciente.
Según explica los expertos de la Alzheimer’s Association, así como ocurre “con el resto de nuestro cuerpo, el cerebro cambia a medida que envejecemos. La mayoría de nosotros en algún momento notaremos una capacidad de pensamiento más lenta y problemas ocasionales para recordar ciertas cosas”, apunta el organismo.
“La pérdida de memoria grave, la confusión y otros cambios importantes en la forma en la que funciona nuestra mente puede ser un signo de que las células del cerebro están fallando”, agrega.
La asociación referida subraya algunos signos que pueden encender las alarmas y, sobre los cuales, es importante prestar atención (independientemente de la edad). En principio, está el hecho de olvidar cosas que se aprendieron recientemente, dado que la parte cerebral encargada de procesar nuevo conocimiento es una de las que se afecta inicialmente.
Otras señales del padecimiento incluyen la confusión o desorientación y, como se mencionó en un comienzo, los cambios ‘abruptos’ en la conducta. Cuando este va aumentando de nivel, algunas personas experimentan ciertas experiencias, sin base, sobre familiares o conocidos, así como también dificultades en el lenguaje. La imposibilidad de realizar tareas habituales, como caminar y comer, no están alejadas de las consecuencias en casos extremos.
Vitaminas contra el Alzheimer y la demencia
De acuerdo con la Revista Cubana de Salud Pública, un estudio mostró la importancia de la vitamina B1 en la fisiopatología de la enfermedad de Alzheimer (EA). A su vez, se incluyeron vitaminas A, E, C y ß-caroteno, las cuales son consideradas como “protectores de esta enfermedad”.
“Las vitaminas han sido usadas para el tratamiento del deterioro cognitivo y la EA en diversos estudios. Estos estudios muestran que las vitaminas son un factor a tener en cuenta tanto en la prevención como en el tratamiento de la enfermedad”, precisó el sitio de salud.
Por su parte, el portal Hogar Salud destaca una serie de alimentos a los cuales se atribuye un potencial para fortalecer la memoria. Entre ellos se encuentran los cítricos, gracias a sus antioxidantes y la presencia de vitamina C, a fin de evitar que elementos “dañinos” terminen generando problemas en el cerebro.
De acuerdo con esa plataforma, las frutas y verduras son una ‘óptima’ alternativa con fines preventivos; principalmente se destaca el brócoli, la remolacha, espinacas y berenjenas. Si la persona tiene una mayor inclinación hacia el primer grupo, algunas recomendaciones son los arándanos, ciruelas, cerezas y uvas (respecto a estas últimas, Neurología informa que tienen antioxidantes que contribuyen a evitar ese tipo de demencia).
Hogar Salud incluye entre la comida aconsejable las carnes rojas por incluir la vitamina B, considerada como una de las más importantes para el órgano mencionado, pues de este dependen múltiples funcionalidades en el resto del cuerpo. Esta puede hallarse; por ejemplo, en la carne de cerdo, pollo, el pescado, los garbanzos, según informa por su lado El Español.
Específicamente sobre las vitaminas, Hogar Salud hace hincapié en la B12 y C (ya referidas), así como la D y E. Para obtener la D, se recomienda una exposición al sol de máximo media hora y en comida está presente en pescados grasos como el atún y la trucha. Respecto a la E, se puede hallar en las almendras, espinaca y aceite de oliva.