Si necesita una fórmula que ayude a bajar de peso, mejorar la memoria y calmar el estrés, no hay que buscar mucho: solo debe caminar. Lo afirma Sean O’Mara, profesor de investigación experimental del cerebro, en su libro In Praise of Walking. Esa característica distingue al ser humano de la mayoría de especies del reino animal. Y a pesar de sus grandes beneficios para la salud, muchos la desprecian en favor de movilizarse sin dar un paso. Según un estudio realizado por la Universidad de Stanford con casi 700.000 personas en 46 países, en promedio la gente da 4.961 pasos al día; una cifra insuficiente. Pero en su texto O’Mara demuestra que caminar debería ser un imperativo en la vida de todos. En efecto, poner un pie adelante del otro de manera rítmica, dice el experto, es un rasgo humano tan vital como comer o dormir. O’Mara argumenta que caminar resuelve buena parte de los problemas derivados de la vida sedentaria, como la obesidad y los dolores de espalda. Explica que cuando un individuo se sienta, todo el peso del tronco se concentra en la parte baja de la espalda. “Por eso el dolor lumbar se ha vuelto un problema común. La gran sorpresa es que el remedio es pararse y caminar”, dice.
Esta actividad beneficia el intestino, ya que facilita el paso de la comida por este órgano; además, protege y repara otros. Incluso frena el envejecimiento y hasta lo reversa, porque, como le dijo el autor a SEMANA, el ejercicio regular “estimula la producción de moléculas que protegen el cerebro”. Una investigación que analizó el cerebro de ancianos que caminaron tres veces a la semana durante un año comprobó lo anterior. En los que lo hacían con regularidad, rejuvenecían las estructuras que ayudan al cerebro en funciones como el aprendizaje y la memoria, tal como sucede con un músculo al hacer ejercicio.
Así mismo, caminar estimula la creatividad, el pensamiento crítico y el ánimo, y puede ayudar a aliviar la depresión. Esto se debe a que la característica de andar erguidos evolucionó para promover la cohesión y la conexión entre personas de un grupo. “Permitió tomarse de la mano en señal de afecto, liberó las manos para poder cargar herramientas, niños, comida, y sirvió hasta para llevar armas de guerra y protestar”. Para obtener estos beneficios, no es necesario caminar los 10.000 pasos que dicen por ahí. “Eso es una invención, pero muy buena, pues es una gran meta; como también lo es caminar 8 kilómetros diarios. 17 kilómetros sería aún mejor”. No obstante, la velocidad y el tiempo son variables importantes. “Lo ideal es hacerlo a 5,5 kilómetros por hora (a paso ligero) entre cuatro y cinco veces a la semana”.
Todo eso, argumenta el autor, está en peligro ante el sedentarismo y el amor por andar en vehículos. “Hoy la gente pasa la mayor parte del tiempo de dormir y de vigilia en carros, buses, trenes, aviones, y muy poca en las calles, con el viento y el sol en sus caras”. Para O’Mara, esto tiene que ver con el diseño de las ciudades. Hay grandes diferencias en la salud mental de los ciudadanos que habitan urbes verdes y amigables frente a los que viven en metrópolis congestionadas y sin espacios naturales, construidas pensando en los carros. Según él, “necesitamos más aceras, más ciclorrutas, menos parqueaderos, mejores sistemas de transporte masivo. En otras palabras, las ciudades deben asegurarse de que cuentan con espacio para que sus habitantes tengan una vida agradable y feliz. Aunque esto tiene un costo enorme, lo cierto es que se paga con creces con la mejor salud de las personas. El atajo para ser más saludables no es una píldora. Es caminar.”