Un estudio que fue publicado en la revista científica Sleep Health se trazó el objetivo de determinar cuál era el efecto que tenían las siestas en personas que se encontraban entre los 40 y los 69 años. Los hallazgos fueron recavados por investigadores del University College de Londres, Reino Unido, y de la Universidad de la República de Uruguay.
De acuerdo con los autores de la investigación, se encontró un “vínculo causal” entre las siestas habituales y un incremento en el volumen total del cerebro, que es un factor considerado como positivo para la salud cognitiva, pues está asociado al menor riesgo de padecer condiciones como la demencia.
“Nuestros hallazgos sugieren que, para algunas personas, las siestas cortas durante el día pueden ser parte del rompecabezas que podría ayudar a preservar la salud del cerebro a medida que nos volvemos más viejos”, señaló la doctora Victoria Garfield del UCL.
De acuerdo con un comunicado realizado por el UCL, los estudios que se habían realizado previamente mostraron que las siestas tienen un impacto positivo en el desempeño cognitivo de las personas, pues quienes tuvieron períodos de sueño durante el día obtuvieron mejores resultados en distintos tipos de exámenes.
“Usando una técnica llamada aleatorización mendeliana, observaron 97 fragmentos de ADN pensados para determinar la probabilidad de que las personas duerman la siesta habitualmente. Compararon medidas de salud cerebral y cognición de personas que están más “programadas” genéticamente para dormir la siesta con contrapartes que no tenían estas variantes genéticas, utilizando datos de 378.932 personas del estudio del Biobanco del Reino Unido, y encontraron que, en general, las personas predeterminadas para dormir la siesta tenía un volumen cerebral total más grande”, indicó el UCL en su boletín de prensa.
La pérdida del volumen cerebral, además, está relacionada con el envejecimiento. Así, los investigadores lograron determinar que entre las personas que durmieron la siesta y las que permanecieron despiertas hubo una diferencia de entre 2,6 y 6,5 años de envejecimiento.
“Pero los investigadores no encontraron una diferencia en qué tan bien se desempeñaron los programados para tomar siestas habituales en otras tres medidas de salud cerebral y función cognitiva: volumen del hipocampo, tiempo de reacción y procesamiento visual”, detalló el UCL en su comunicado.
Mientras tanto, una de las autoras principales del estudio, Valentina Paz, explicó cuáles son los aspectos que diferencian a esta investigación de otras que se han hecho previamente.
“Este es el primer estudio que intenta desentrañar la relación causal entre la siesta diurna habitual y el cerebro cognitivo y estructural. Al observar los genes establecidos al nacer, la aleatorización mendeliana evita los factores de confusión que ocurren a lo largo de la vida y que pueden influir en las asociaciones entre la siesta y los resultados de salud. Nuestro estudio apunta a un vínculo causal entre las siestas habituales y un volumen cerebral total más grande”, sostuvo Paz.
Mientras tanto, la doctora Garfield dijo que espera que investigaciones como esta ayuden a mostrar los beneficios que tienen las siestas cortas en el estado de salud de los pacientes, sobre todo, porque podrían a reducir lo que calificó como un “estigma” sobre el hábito de dormir durante períodos breves en el día.
“Las variantes genéticas que influyen en nuestra probabilidad de dormir la siesta se identificaron en un estudio anterior que analizó datos de 452.633 participantes del Biobanco del Reino Unido. El estudio, dirigido por el Dr. Hassan Dashti (Universidad de Harvard y Hospital General de Massachusetts), también autor del nuevo estudio, identificó las variantes sobre la base de la siesta autoinformada, y esto fue respaldado por mediciones objetivas de actividad física registradas por un acelerómetro de muñeca”, concluyó el UCL.