Ana María Cardona, Gabriela Caro y Yesennia Ordóñez no se conocen, pero comparten un dolor en común: caer en manos inescrupulosas en su deseo de verse más bellas.

La primera vive en Bogotá. “Ama de casa feliz”, hace seis años —después de tener a su segundo hijo— buscó hacerse varios “retoques”, pues uno de sus mayores temores era “dejar de ser atractiva” para su esposo. “Tuve una depresión posparto muy dura, me sentía fea y frustrada porque había dejado mi carrera como odontóloga por la maternidad”.

Primero se practicó, sin contratiempos, una rinoplastia. Después, se “obsesionó” con la idea “de una cola bonita. Pero eso fue el comienzo de una pesadilla”.

Hace cinco meses, Ana María comenzó a sentir dolores fuertes con actividades tan cotidianas como sentarse y agacharse. Pensó que se trataba del cansancio propio de sus actividades como mamá de dos niños pequeños, pero una noche el dolor se hizo tan insoportable que una vecina la llevó a urgencias.

“En la clínica me explicaron que lo que yo creía que era ácido hialurónico era en realidad aceite de cocina y que mi cuerpo llevaba meses rechazándolo, por eso el dolor y el debilitamiento. Además, notaron una masa que estaba creciendo en mi nalga izquierda”, relata Ana María. Esta situación de salud le dejó también una crisis matrimonial por los reproches permanentes de su esposo “al exponerme de esa manera, sabiendo que tenemos dos hijos”.

El caso de Gabriela Caro, en Cúcuta, no es menos difícil. Tenía 16 años cuando, a escondidas de sus padres, visitó con una amiga un centro de estética recién inaugurado. “Fui solo a acompañar a una compañera de colegio porque sus papás le iban a regalar un tratamiento para redondear los glúteos. Y estando allá me dejé convencer de hacerme un relleno de labios”, con la promesa de que podría pagarlo en módicas cuotas, relata esta joven, hoy de 19 años. Menos de dos meses después de la aplicación, comenzó a notar cómo su rostro se hinchaba y sus labios adquirían un tono morado, “como de muerto”.

“Tuve que decir la verdad. En la EPS me dijeron que la sustancia que me habían inyectado se había regado a otras zonas de la cara. El labio superior se me deformó, casi no me gradúo porque no me atrevía a salir así, a clases en el colegio. Al final, mis papás me pagaron con mucho sacrificio una cirugía reconstructiva, pero nunca mis labios volvieron a ser los de antes”, relata la joven cucuteña.

A kilómetros de allí, en Palmira, Valle del Cauca, Yesennia Ordóñez, una asistente contable de 28 años, escribe aún una historia de dolor. La vanidad y el deseo de lucir una mejor figura antes de su matrimonio la dejaron a las puertas de un centro de estética donde le prometieron “un novedoso tratamiento” con ácido hialurónico para aumentar sus nalgas. A ella en el colegio la habían coronado reina e incluso en algún momento le propusieron representar a su municipio en el concurso de Señorita Valle, pero lo descartó por su timidez.

El asunto es que la pandemia llegó y con ella las dificultades para retirarse los biopolímeros que le habían inyectado. La boda también se fue aplazando hasta que la relación poco a poco se apagó.

Convertirse en delito

El tema ha vuelto a agitarse después de que se aprobara en tercer debate en el Senado un proyecto de ley que busca prohibir en Colombia la implantación de biopolímeros. Una situación de la que no se conoce su real dimensión. Los expertos aseguran que existe un subregistro muy alto, pues muchos de estos procedimientos se realizan en la clandestinidad.

Según el representante a la Cámara José Daniel López, se convertirá “en un delito, previsto en el Código Penal, la implantación de este tipo de sustancias en el cuerpo humano”. Y la idea es que, además, “en los planes obligatorios de salud, que reconocen las EPS, se incluyan los tratamientos y las medicinas necesarias para quienes han sido víctimas de estas prácticas”.

Es que las zonas del cuerpo en las que suelen aplicarse estas sustancias van desde el rostro hasta los glúteos, pasando por las piernas y los brazos, siempre con el propósito de aumentar el volumen.La tragedia por cuenta de la aplicación de biopolímeros ha tenido rostros conocidos, como los de la modelo Elizabeth Loaiza y la actriz Lina Tejeiro, quien incluso tuvo que ser operada de urgencia por una complicación en sus glúteos tras un procedimiento de este tipo.

La preocupación de las autoridades en Colombia es que miles de centros de estética hacen pasar como vitaminas, retonificantes, plasma gel y hasta ácido hialurónico lo que en realidad son biopolímeros. Estas sustancias derivadas del petróleo, tras ser aplicadas en el cuerpo, derivan en granulomas o cuerpos extraños, que con el tiempo causan complicaciones de salud y obligan a los pacientes a retirárselos de urgencia.A esto se suma que, como se trata de una práctica ilegal, no existen registros precisos de quiénes se inyectan estas sustancias y quiénes deciden extraérselas.

Los biopolímeros pueden ser sustancias altamente peligrosas para el cuerpo humano. | Foto: Foto: Twitter @marthavillalbah

Tal como explica Lina Triana, expresidenta de la Sociedad Colombiana de Cirugía Plástica y actual presidenta de la Sociedad Internacional de Cirugía Plástica y Estética, la inflamación crónica es la principal manifestación de los biopolímeros cuando son rechazados por el cuerpo.

Si bien advierte que existen casos en los que las personas no llegan a sentir ninguna manifestación adversa —depende de la cantidad y la profundidad en la que hayan sido aplicados—, la reciente inyección de la vacuna contra la covid-19 hizo que miles de pacientes presentaran reacciones adversas a los biopolímeros.

En todo caso, “no es verdad que estas sustancias puedan ser retiradas por completo. En la gran mayoría de casos solo se puede extraer una parte y a un costo muy alto, pues dejan cicatrices y deformidades”.Para esta especialista, lo importante es no caer en engaños ante la tentación de acceder a un procedimiento estético que se dice “milagroso y barato”.

Triana lo explica con un ejemplo sencillo: “A mis pacientes les pregunto: ¿crees que la vitamina C de verdad te dejará una cola grande? Claro que no, porque las vitaminas no se quedan alojadas en un solo punto, pues el cuerpo las absorbe. Así que, si te dicen que lo que te van a aplicar son vitaminas, desconfía”.

Y comparte lo que denomina los cuatro pilares de la seguridad del paciente: “Lo primero que uno debe preguntarse es quién me realizará el procedimiento. Si cuenta con la experiencia y el conocimiento científico. Luego, dónde se realizará; si el lugar cuenta con registro de alguna Secretaría de Salud u organismo de control. La tercera pregunta debe responder si el paciente es apto para el procedimiento. Y la última es si el plan quirúrgico o estético fue discutido entre el médico y el paciente, es decir, si la persona conoce con certeza qué se le aplicará y en qué cantidad”, explica Triana.

Y cita enseguida el sonado caso de Jessica Cediel. “Efectivamente, lo que a ella se le aplicó fue ácido hialurónico. Pero no en la cantidad indicada por el Invima para esa marca. Las afectaciones de salud llegaron porque recibió casi diez veces más de lo permitido, que eran unos 20 centímetros, y solo para uso intraarticular. Así que no basta solo con saber qué producto me inyectarán, sino qué cantidad”.

En opinión de Triana, detrás de esta dolorosa situación se esconde la falsa creencia de que “las cirugías plásticas resuelven nuestros problemas, cuando lo que importa realmente es nuestra belleza interior”.