En el imaginario popular ha imperado por mucho tiempo la idea de que mientras más diferente sea una persona, más atractiva resulta. Eso ha hecho pensar que el tímido se enamora del extrovertido, el tacaño del botarate y el pasivo del líder. Pero recientemente se ha demostrado que esa teoría no tiene asidero científico y que funciona en la física, pero no en el amor. “Los opuestos se pueden atraer, pero eso no asegura un gran ni duradero matrimonio”, dice Karl Pillermer, profesor de desarrollo humano de la Universidad de Cornell. Luego de entrevistar 500 parejas casadas durante más de 40 años, el catedrático encontró que “es más factible que su vínculo dure si usted y su pareja son fundamentalmente parecidos”. Un estudio realizado por expertos del Wellesly College confirmó ese resultado, al encontrar que quienes piensan parecido sienten un magnetismo especial mientras que quienes no comparten las mismas creencias se repelen. Para el experimento, la profesora de psicología Angela Bahn reclutó al azar a 1.500 parejas de casados, amigos y simples conocidos. Les pidió responder un cuestionario sobre sus valores, prejuicios y actitudes, así como sus rasgos de personalidad. Encontró que todos los participantes tenían visiones similares de la vida, aún aquellos que se habían conocido por poco tiempo. Es tan común esta inclinación que se trataría de “una condición psicológica de base”, dice Bahn.El rango de las similitudes es extenso. Los científicos han encontrado que un individuo prefiere como pareja a alguien similar a sí mismo en términos de religión y valores. Igualmente, las mujeres económicamente exitosas quieren esposos que ganan tanto como ellas y las más bonitas eligen a los más apuestos. “La gente cree que los hombres dulces y tiernos se quedan con las niñas más bonitas, pero en la realidad los más simpáticos se emparejan con las simpáticas y los bellos con las bellas”, dice la socióloga Elizabeth McClintock, de la Universidad de Notre Dame, quien ha investigado a profundidad el tema. Tampoco es cierto que las parejas sigan el principio del intercambio de atributos (‘Tú me das belleza, yo te doy estatus’) como sugiere el mito del hombre rico y la mujer bonita, señala McClintock. A excepción de algunos como Donald Trump, quien está casado desde hace 11 años con una hermosa modelo de extracción humilde de Eslovenia, en el mundo real las relaciones basadas en este tipo de trueque no duran porque la fuerza dominante es la coincidencia. McClintock señala además que se cree que los hombres feos se casan con mujeres más bonitas, pero eso es solo porque en promedio ellas son más bellas que los hombres. Sus estudios han concluido que la gente tiende más a buscar compatibilidad y compañía que a hacer este tipo de trueques. Por eso es menos frecuente ver el intercambio de bondad por belleza, humor por seriedad, intelectualidad por practicidad, sino más bien por rasgos parecidos a los propios. La sincronía se observa en rasgos como la inteligencia, la talla e incluso el peso corporal. Un estudio publicado recientemente en Nature Human Behaviour hecho con 24.000 parejas de casados encontró que estas no se forman por accidente, sino por similitudes en sus marcadores genéticos. Los investigadores postulaban que si el perfil genético sugería que el individuo era alto su pareja también debía serlo. Luego de analizar los datos lo confirmaron: “La gente escoge como par a otros que tienen genes similares a los suyos”, reportó el grupo de la Universidad de Queensland a cargo del estudio. Esta evidencia sugiere que los seres humanos usan la estrategia de emparejamiento selectivo, una forma de selección sexual en la que los individuos con rasgos similares se juntan más que por simple azar. Otros animales como el azulejo y las ranas toro del Japón lo hacen. Las ranas más grandes, por ejemplo, se aparean con otras similares mientras las más pequeñas se reproducen con las de su talla. De esta forma, una especie aumenta las opciones de supervivencia pues las familias mantienen un mismo perfil genético que les dará ventaja en caso de que sus rasgos tengan beneficios en términos evolutivos. Casarse con alguien parecido también tiene ganancias prácticas, según Chris Crandall, profesor de psicología de la Universidad de Kansas, pues un individuo necesita un microcosmos en el que se sienta cómodo y pueda confiar en gente que le ayude a cumplir sus metas vitales. “Para tener éxito en ello la similitud es muy útil y por eso la gente siente una atracción hacia otros que se le parecen”, dice. Esto no quiere decir que no sea provechoso acercarse a gente diferente. A veces la diversidad puede darle sabor a una relación, pero, según el consejero matrimonial Álvaro Sierra, algunas diferencias permiten a la pareja amarse sin problemas, como, por ejemplo, que uno sea bailarín y rumbero y el otro no. Pero en otras no hay espacio para negociar, como en los valores y principios más cercanos al corazón: “Si yo tengo un profundo sentido de la honradez seré capaz de identificarla en el otro y amarlo por eso. En contraste, difícilmente me podré enamorar de alguien que robe o no comparta ese valor”. Para la psicóloga Vinita Mehta, entre esos aspectos están además la religión, la orientación política, la inteligencia e incluso la edad. Estar atento a esos rasgos antes de casarse es importante. Bahn encontró que la gente difícilmente modifica sus creencias y principios, lo que sugiere que están equivocados quienes se casan con la esperanza de que su pareja algún día cambie. “Aunque ambos en una relación se influencian, se ha podido identificar que en el campo de la personalidad, las actitudes, los valores y una selección de comportamientos no hay grandes transformaciones con el tiempo”, señala la experta. Sierra agrega que esto sucede porque “no se pueden cambiar o la gente no está dispuesta a renunciar a ellos”.El consejero señala otro aspecto en el que se pueden prever problemas: las diferencias de nivel social, crianza y conocimiento intelectual. Un estudio hecho en 2014 por un grupo de economistas encontró que las personas mejor educadas tienden a casarse con otras del mismo nivel académico y viceversa. “No es un capricho. Esa diferencia realmente dificulta la convivencia”, señala Sierra. Otro trabajo, hecho por Nathan Hudson y Chris Fraley, de la Universidad de Illinois, encontró que cuando hay coincidencia en rasgos como simpatía y estabilidad emocional las parejas están mucho más satisfechas en sus relaciones. Sin embargo, compartir la extroversión, la amplitud y la meticulosidad no influencia la felicidad en la pareja. Algunos argumentan que vivir con otros muy parecidos solo puede generar uniones aburridas y poco duraderas como la de Brad Pitt y Jennifer Aniston, cuyo parecido llegaba hasta lo físico. De hecho, en el estudio de Pillermer, algunas de las parejas de más de 40 años de casados señalaron que ciertas diferencias hacían la relación más divertida, como cuando uno tiene sentido del humor y el otro no. Pero la sincronía en ciertos aspectos de la vida es importante porque “evita la mezquindad, la lucha de poder y las peleas por tener la razón”, dice Pillermer. Y teniendo en cuenta que un tema álgido en las relaciones es el manejo del dinero, aconseja que, ya sea generoso o austero, “hay que casarse con alguien que le entienda eso”.