En ocasiones, el ser humano no come necesariamente por calmar el hambre, también puede estar relacionado con la ansiedad, el compromiso de no dejar nada de comida en el plato o simplemente por satisfacer un capricho sin relación con el apetito.
Este tipo de condiciones invitan a ingerir alimentos sin realmente desearlos, lo que sin duda puede traer algunas consecuencias para la salud.
Según una investigación realizada por la Universidad de Illinois, Estados Unidos, y citada por La Sexta, el hecho de comerse, por ejemplo, un pedazo de pastel estando completamente lleno tendrá repercusiones en algunos aspectos del cuerpo.
En las pruebas, los participantes tenían que comer diferentes alimentos dependiendo de nivel de llenura que manifestaban, algunos con más hambre que otros.
“Los resultados revelaron que aquellos individuos que no tenían ganas de comer presentaban niveles de glucosa más elevados que quienes se habían declarado moderadamente hambrientos”, señala.
Esto tendría que ver con que el cuerpo cuando no tiene hambre, no se encuentra preparado para recibir alimentos, por lo que los niveles de glucosa se vieron alterados tras dicha práctica. Mientras tanto, un cuerpo que tiene hambre está predispuesto a recibir los alimentos con naturalidad para darles la digestión necesaria.
Por lo anterior, el llamado es a evitar este tipo de prácticas alimenticias, ya que un organismo con niveles altos de glucosa durante tiempos prolongados puede generar daños graves en el cuerpo, afectación que puede llegar hasta los órganos más importantes, señala el portal experto en salud Kids Health.
“La hiperglucemia puede dañar los vasos sanguíneos que llevan sangre a órganos vitales, lo que puede incrementar el riesgo de enfermedades de corazón, accidentes cerebrovasculares, enfermedades renales, problemas en la vista y problemas neurológicos”, advierte.
Además, con el paso del tiempo, aumenta considerablemente la posibilidad de padecer enfermedades como la diabetes.
Por otro lado, ingerir alimentos sin tener hambre puede tener otras implicaciones como problemas de acidez estomacal, así como afectaciones en la energía del cuerpo, señala el portal Xataka.
“Comer en exceso causa indigestión, es decir el ácido del estómago puede acabar subiendo por el esófago. Mientras estómago es “insensible” al ácido, el esófago no y ese reflujo puede quemarlo. Además, el cuerpo tiene que desviar gran parte de su energía para digerir la comida, lo que hace que nos sintamos cansados y somnolientos”, explica.
También existen algunos alimentos que no son recomendados por los expertos (ultraprocesados) y que tienen la capacidad de ser consumidos sin hambre, pero que al probar su sabor pueden incitar a la persona a que continúe comiendo.
Según el sitio digital Mejor Con Salud, la industria de los alimentos ha desarrollado dicha capacidad en sus productos como los dulces y las papas fritas.
“La industria alimentaria ha creado alimentos con sabores muy potentes para que se nos despierte el apetito y queramos seguir comiendo más. Por ejemplo, la mezcla de azúcar y grasa en los dulces o los alimentos muy salados y con aromas artificiales como las patatas fritas”, explica.
La invitación de los expertos en nutrición es a no consumir alimentos cuando el cuerpo no los está solicitando, además de cuidar la calidad de los mismos. Aumentar el consumo de alimentos naturales y hacer a un lado el exceso de comidas altas en azúcar y grasas malignas.