El neumólogo pediatra Carlos Andrés Bonna ya ha visto varios casos en su consultorio: jóvenes consumidores de vapeadores que en solo unos pocos meses comenzaron a sentir los efectos nocivos de estos dispositivos, que actualmente, se comercializan en Colombia sin ningún tipo de restricción y sin una regulación que advierta sobre sus efectos nocivos.}
Tal como lo explica este experto de Sánitas, aunque no se conocen con exactitud los ingredientes y cantidades que contienen los vapeadores, sí se sabe que “poseen 20 veces más nicotina que la que puede tener un cigarrillo convencional”.
Porque no es cierto, dice, “que estén libres de esta sustancia como los venden en ciertos lugares. Es un total engaño frente a un producto del que existen más de 700 sabores y 500 tipos de presentaciones, que hacen que su comercialización esté desbordada en el mundo”.
De ahí que sus efectos lleguen a ser tan graves: “En estudios hechos en Estados Unidos, se ha evidenciado que los jóvenes, cuyo cerebro se desarrolla hasta los 25 años, presentan varios síntomas producto de la dependencia, como dejar de comer, dejar de hacer actividad física y tener dificultades de concentración, sin contar con los graves daños a nivel pulmonar, cardiovascular, estomacal y hasta bucal”.
Como si esto fuera poco, se ha demostrado, sostiene Bonna, que miles de jóvenes aprovechan estos dispositivos para el consumo de otras sustancias aún más peligrosas como el fentanilo, que puede causar hasta la muerte, como ya se ha documentado.
La alerta también la enciende Germán Díaz, coordinador contra el tabaquismo, Sean, similares y medioambiente de la Asociación Colombiana de Neumología y Cirugía del Tórax.
Tal como lo explica a SEMANA, se han divulgado estudios con animales que dan cuenta de los daños que ocasionan los vapeadores en varias áreas del organismo: desde infarto agudo hasta delicadas enfermedades cerebrovasculares, pasando por la enfermedad pulmonar obstructiva crónica (inflamación de los pulmones), crisis asmáticas, diferentes tipos de cáncer (renal, testicular y de próstata) y afectaciones en la salud bucal (úlceras y periodontitis).
“También se ha demostrado que en algunos casos las baterías de estos aparatos pueden estallar, generando lesiones graves en la ingle, las manos y la boca de los consumidores”, asegura Díaz.
“No son inocuos”
A juicio de ambos expertos, el consumo de los vapeadores o cigarrillos electrónicos está rodeado de mitos y mentiras: que no contienen nicotina, que no generan dependencia, que sirven para dejar de fumar. Todo eso es falso, dicen enfáticos.
“Pero, el asunto es que, como no están regulados, no se conocen a ciencia cierta todos sus componentes. Solo que existen muchas variedades y sabores que los hacen atractivos para los adolescentes y los jóvenes, que los compran sin ninguna restricción y por bajos precios. Por eso, muchas veces ni siquiera los padres de familia se dan cuenta de que los hijos los consumen: no solo no huelen mal, sino que tienen la apariencia de una USB y hasta creen que los muchachos lo que están es estudiando”, asegura este neumólogo con preocupación.
De ahí la necesidad urgente, sostiene Díaz, de regular estos dispositivos, que se comercializan sin control desde hace más o menos una década en el país y que en la actualidad viven su mayor auge.
Justamente, este año avanza en el Congreso un proyecto de ley que busca ponerle freno a la venta de vapeadores, especialmente entre los más jóvenes. La idea, aseguran sus promotores, entre ellos varias asociaciones médicas, es que en las etiquetas de estos productos se especifiquen no solo sus componentes, sino sus efectos.
“Se debe hacer lo mismo que con el cigarrillo, al que la humanidad le tomó décadas entender sobre sus efectos nocivos. En Colombia tenemos la Ley 1335 de 2019, que obliga a especificar el contenido y efectos del cigarrillo, igual debería suceder con los llamados cigarrillos electrónicos”, sostiene el neumólogo.
Pero, “entonces, claro, ante las restricciones que los cigarrillos tienen hoy, la industria tabacalera ideó la forma de seguirlos vendiendo, aunque presentados de otra forma casi inofensiva: modernos y con olores, cuando lo cierto es que estamos ante los mismos peligros para la salud que teníamos con el cigarrillo”.
Y asevera que ya se convirtió en un tema de salud pública. “Un estudio de la Universidad de los Andes puso en evidencia que crece entre los estudiantes de las universidades colombianas su consumo: cerca de un 38 por ciento, advierte la investigación, lo ha consumido ya, y son los que luego, con apenas 30 años, van a ser pacientes míos y van a necesitar ayudas para respirar por graves enfermedades pulmonares”, asegura Díaz.
Un verdadero retroceso, se lamenta el especialista: para 1993, un 23 por ciento de los colombianos fumaban. En 2018, la cifra se redujo en 9,8 por ciento. “Entonces, los médicos sentíamos que las campañas de prevención habían funcionado en todos estos años. Ahora, con el consumo masivo de los vapeadores, todo ese esfuerzo se está perdiendo y es como volver a empezar de cero”, dice.
¿Espacios libres de humo?
En opinión de Bonna, otro de los aspectos que le preocupa a la comunidad médica es que no solo se exponen quienes los consumen directamente, sino las personas que se encuentran alrededor y respiran el vapor que sale de ellos.
“Pensemos, por ejemplo, en las fiestas a las que van muchos de nuestros hijos hoy día. Se realizan en espacios cerrados donde todo ese vapor está circulando sin control. Entonces, los que no fuman también quedan expuestos a desarrollar, con el tiempo, enfermedades graves como la neumonía crónica, que en algunos casos requiere hospitalizaciones en uci”, agrega Bonna.
Otros perjuicios llegan también para la piel, “y en el caso de los hombres comienzan tempranamente a presentar problemas de disfunción eréctil, que podría generarles dificultades en su autoestima”.
Tal como explica Díaz, una de las mayores ganancias de la Ley 1335 de 2019 es que permitió los llamados espacios libres de humo.
Sin embargo, en su opinión, los vapeadores llegan incluso a ser más peligrosos que los cigarrillos, “porque la combustión con la que funcionan potencia sus efectos. Si el humo de los cigarrillos podía esparcirse hasta una cuadra después, los vapeadores logran expandir su vapor hasta diez cuadras, por lo que duran más tiempo en el aire. De esta forma, logran penetrar más profundo en los pulmones”.
Por eso, cree que con los vapeadores peligran esos espacios libres de humo. “Antes era fácil identificar a los fumadores por el olor característico de los cigarrillos. Ahora es imposible porque las tabacaleras ofrecen vapeadores con olor a fresa y chocolate; por eso, muchos creen que se trata de algo cool e inofensivo”.
También se debe considerar, precisan los expertos consultados por SEMANA, que los vapeadores no son útiles para dejar de fumar. “Esa es otra gran mentira de las tabacaleras porque estos dispositivos contienen nicotina y esa nicotina puede generar tanta adicción como la heroína misma. Para dejar de fumar existen verdaderos tratamientos médicos, guiados por especialistas. Así que no se debe caer en esa mentira”, dice Díaz.
Otro de los impactos de estos dispositivos tiene que ver con el daño que causan al medioambiente. “El cigarrillo es nocivo porque una sola colilla puede tardar en biodegradarse hasta diez años. Pero los vapeadores generan impactos de otras maneras que aún no han sido dimensionadas, pues no se sabe con certeza cómo desechar los cartuchos y baterías que los componen”, explica.
“Sus pilas, además, están fabricadas con litio, un material que es altamente contaminante y no se puede botar a la basura, debe tener una adecuada disposición para que no se degrade en los suelos y las aguas”, asegura.
Por todas estas razones es que Díaz, también epidemiólogo, no duda en señalar que Colombia, mientras no cuente con una adecuada regulación, está frente a un problema de salud pública del que aún no se han calculado sus verdaderas dimensiones: “De lo que sí estamos seguros es de que miles de estos jóvenes que hoy usan vapeadores serán los pacientes de las unidades de cuidados intensivos que, a muy temprana edad, van a colapsar en unos años el sistema de salud”.