El médico francés Luc Montagnier, fallecido a los 89 años en París este martes 8 de febrero y criticado en los últimos tiempos por sus teorías dudosas, está ante todo asociado al descubrimiento del virus del sida, que en 2008 le valió el Premio Nobel de Medicina. “Siempre he buscado lo insólito. Me cuesta trabajar con una corriente ya establecida”, dijo este biólogo especializado en virus en un documental difundido por la televisión France 5 en 2014.

El virólogo, que falleció el martes pero cuyo deceso solo fue anunciado hoy jueves 10 de febrero, se definía como un “marginal” pese a sus recompensas internacionales.

“La enfermedad de las cuatro haches”

En los años ochenta, un puñado de laboratorios se lanzó a una carrera para entender el origen de una extraña enfermedad que, a falta de nombre mejor, era identificada como el mal de “las cuatro haches” porque parecía ensañarse esencialmente con los homosexuales, los heroinómanos, los hemofílicos y los haitianos.

Nacido el 18 de agosto de 1932 en Chabris (centro de Francia), Montagnier estudió medicina en Poitiers y París, e hizo investigaciones en Gran Bretaña. En 1972 creó en el Instituto Pasteur, especializado en los retrovirus y los oncovirus (causantes de cáncer).

En enero de 1983 su equipo aisló, junto a Françoise Barré-Sinoussi (también premiada con el Nobel de Medicina) y Jean-Claude Chermann, el virus responsable del sida. El descubrimiento, denominado LAV (Lymphadenopathy Associated Virus) fue publicado en mayo de ese año.

Montagnier no duda en identificarlo como el agente causante de la nueva enfermedad, aunque el descubrimiento es acogido con “escepticismo” por el estadounidense Robert Gallo, gran especialista de los retrovirus. “Durante un año, sabíamos que se trataba del buen virus (...), pero nadie nos creía y nos rechazaban las publicaciones”, contó Montagnier tres décadas más tarde.

En 1984, la secretaria estadounidense de Salud, Margaret Heckler, afirmó que el doctor Gallo había hallado la causa “probable” del sida, un retrovirus bautizado HTLV-III. Sin embargo, este resultó idéntico al LAV identificado por el equipo de Montagnier.

“Codescubridores”

La polémica arreció, con un trasfondo económico, pues el descubrimiento del virus de inmunodeficiencia humana (VIH) está asociado a las royalties de los test de infección. El diferendo se saldó provisoriamente en 1987 con una solución diplomática: Estados Unidos y Francia firmaron un compromiso que definió a Gallo y Montagnier como “codescubridores” del VIH.

Pero el epílogo solo acontece veinte años después, con la atribución del Nobel de Medicina a Montagnier y a su asociada Barré-Sinoussi, sin mención alguna de Gallo.

Años después, con motivo del 30 aniversario del descubrimiento, Montagnier hacía un balance mitigado de su victoria, pues “no hemos logrado erradicar la pandemia y ni siquiera la infección, porque no sabemos curar a alguien que se ha infectado”, comentó. Los tratamientos antirretrovirales permitieron contener eficazmente el VIH, pero sin eliminarlo totalmente.

Antivacuna

De 1991 a 1997, Montagnier dirigió un departamento sobre sida y retrovirus en el Instituto Pasteur y luego impartió cursos en el Queens College de Nueva York, hasta 2001. En sus últimos años, se dio a conocer por tomas de posición que lo pusieron en conflicto con la comunidad científica.

Defendió la “pista microbiana” como posible explicación del autismo y la tesis, unánimemente rechazada, del investigador francés Jacques Benveniste, quien afirma que el agua conserva rastros (“la memoria”) de sustancias que ya no se encuentran en ella. Respaldó igualmente la teoría de la emisión de ondas electromagnéticas por el ADN y recetó papaya como remedio para ciertas enfermedades.

Sus tomas de posición continuas contra las vacunas le valieron en noviembre de 2017 la condena rotunda de 106 miembros de las Academias de Ciencias y Medicina. Y cuando surgió la pandemia de covid-19 sostuvo, sin ninguna prueba, que el virus SARS-CoV-2 fue fabricado en laboratorio y que las vacunas son las causantes de la aparición de variantes. Esas tesis lo convirtieron paulatinamente en un “paria” entre sus pares.

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