La respiración es una de las funciones biológicas más importantes del cuerpo humano. Mediante esta acción, los seres vivos absorben oxígeno, el cual generalmente está disuelto en aire o agua, y expulsan dióxido de carbono. De esta manera, todos los demás procedimientos metabólicos son llevados a efecto.
Sin embargo, las condiciones del aire o fallas en cada uno de los órganos que participan del proceso respiratorio inciden en que haya dificultades al respirar, las cuales pueden ser por un momento y otras pueden derivar en enfermedades serias o crónicas.
Entre las enfermedades respiratorias más comunes se encuentra la infección pulmonar (neumonía), el asma, el cáncer pulmonar, el colapso parcial del pulmón (neumotórax o atelectasia) o la hinchazón e inflamación en las vías (tubos bronquiales), que deriva en bronquitis.
Es por esto que existen cinco —entre muchos otros— ejercicios que ayudan a que los pulmones se puedan abrir con mayor facilidad y se ejerza sin tanto problema el acto de respirar.
El primero tiene que ver con el estrés, pues el sistema respiratorio es el primero que se pone en alerta al presentar cuadros de pánico, ansiedad o desespero. Las vías respiratorias se cierran, pero no de manera muy peligrosa (a menos que se sea asmático). Para eliminar el estrés se recomienda que la respiración se regule mediante ejercicios sugeridos por terapeutas y que se analicen luego las causas, para evitarlas más adelante.
Otra solución está ligada a la postura corporal y es que la posición del cuerpo ayuda a que el aire circule como y por donde debe. El diafragma, que es el músculo ubicado entre el tórax y el abdomen, debe estar sin obstrucción en la medida de lo posible y expandido, lo cual se logra al erguirse. Al estar de pie, para lograr una postura adecuada, la espalda debe estar en posición vertical y los hombros hacia atrás y hacia abajo.
Asimismo, será indispensable revisar de tanto en tanto que se está respirando de la manera correcta. A menos que se esté haciendo un sobreesfuerzo o mucho ejercicio físico, siempre se debe respirar por la nariz, evitando hacerlo por la boca. Esto ayuda a filtrar toxinas u otros elementos perjudiciales que pueda haber en el aire. Además, los folículos capilares de las fosas nasales calientan y humedecen el aire, haciéndolo más seguro para el consumo.
Relacionado con el anterior, el otro punto es el de estar consciente cuando se respira, así se pueden tomar buenas decisiones, como elegir reducir el ritmo si se está hiperventilando o preferir la nariz sobre la boca. Este, de hecho, es uno de los pasos más recomendados por los profesionales en las terapias para la ansiedad o estrés.
Finalmente, la última recomendación tiene que ver con los suspiros o bostezos, estos son sensaciones similares a la falta de aire, que en realidad sí responden a una carencia en los niveles de oxígeno. Se le conocen como “hambre de aire”. A su vez, pueden deberse a una hiperventilación, falta de sueño o desórdenes alimenticios.
Por otra parte, un artículo publicado en The New York Times indica que el adulto promedio solo usa el 10 % del diafragma, músculo que está ubicado debajo de los pulmones y que es el principal responsable de la respiración.
“La respiración superficial desde el pecho a veces sobrecarga el corazón, tensa los músculos del cuello y los hombros y mantiene en un estado constante de estrés menor. La respiración diafragmática, también conocida como respiración abdominal, puede ayudar a reaprender a respirar más profundamente, permitir que los pulmones absorban más oxígeno y reducir el estrés”, precisa este diario.
Un estudio realizado por investigadores de la Universidad de Camerino, en Italia, concluye que la respiración profunda (diafragmática) es eficaz para conferir estados de relajación muy adecuados cuando las personas atraviesan por momentos de excitación y nerviosismo.