La manzana es una fruta con diversas propiedades saludables para el organismo. Contiene carotenoides y flavonoides, compuestos bioactivos con propiedades antioxidantes que ayudan a prevenir algunas enfermedades, como la diabetes, cáncer, problemas cardiovasculares y el Alzheimer, precisa el portal de bienestar y salud Tua Saúde.

Se trata de una fruta rica en fibras y tiene bajo índice glucémico, que contribuye a prolongar la saciedad y disminuir el apetito a lo largo del día, promoviendo así la perdida de peso. Según el portal Cuerpo Mente, esta fruta es rica en pectina, un tipo de fibra soluble que no se absorbe en el intestino. Retiene el agua y se convierte en un gel que actúa como una emulsión que absorbe desechos en el intestino y facilita la eliminación de toxinas con las heces.

Una publicación del European Journal of Clinical Nutrition, por su parte, indica que uno de los fitoquímicos de la manzana es la quercetina, que permite prevenir los problemas cardiovasculares, las enfermedades inflamatorias como la artritis, el asma y hasta las contracturas musculares. De igual forma, esta fruta tiene ácidos como el tartárico y el málico, que ayudan a digerir mejor las grasas que las personas consumen.

Esta es una de las frutas con un mayor contenido en taninos, que son astringentes y antiinflamatorios, favoreciendo mejores condiciones de salud en el organismo.

Fuente de vitaminas y minerales

Este alimento es rico en vitaminas. Una de las que destaca es la C. Cuerpo Mente asegura que una manzana puede cubrir el 30 % de las necesidades diarias de esta vitamina.

De igual forma, tiene un importante contenido de boro, mineral que interviene en numerosas funciones del organismo. Una de ellas es la de facilitar la asimilación del calcio y el magnesio, por lo que contribuye a prevenir la osteoporosis. La manzana es una de las frutas más ricas en boro.

También aporta algo de vitamina E (0,32 miligramos por 100 gramos), potasio (140 miligramos) y fósforo (10 miligramos), todo ello en pequeña proporción.

Una investigación realizada por científicos de la Universidad de Cornell, concluyó que existe una relación entre el consumo de manzanas y un riesgo menor de sufrir enfermedades circulatorias y del corazón, cáncer de pulmón, asma y diabetes.

Además, ayuda para detener diarreas, combatir el estreñimiento, depurar el sistema digestivo y estimular el sistema nervioso.

Pérdida de peso

Esta fruta es ideal para aportar en la pérdida de peso, enmarcando su consumo en una alimentación equilibrada y actividad física. Tiene muy pocas calorías, además de que ser rica en fibras y agua, ayudando a aumentar la sensación de saciedad por más tiempo y reduciendo el apetito, lo cual es beneficioso para quienes necesitan adelgazar.

Existen diferentes variedades de manzanas, entre ellas, las más comunes: verdes, amarillas y rojas. La verde es la que menos calorías contiene. Investigaciones han concluido que la manzana verde puede ayudar a reducir el peso de mejor manera al ayudar en la composición de su microbiota intestinal a través de bacterias amigables que pueden influir de manera correcta en el peso. El portal Mejor con Salud indica que una manzana verde aporta solo 80 calorías.

Sin embargo, comer una sola manzana de forma eventual no será suficiente para bajar de peso, pero sí es una manera efectiva de complementar una dieta saludable para activar el metabolismo.

Combate el colesterol

Otro de los beneficios saludables es que es ideal para hacerle frente al colesterol. El portal Cuerpo Mente indica que para bajar el colesterol se recomienda comer de tres a cuatro manzanas al día. Para producir este efecto se combinan las propiedades de la pectina (que absorbe las sales biliares) y los flavonoides (inhiben la agregación plaquetaria, con lo que reduce el riesgo de infarto de miocardio).

Por último, para los diabéticos la manzana es ideal por dos razones: una buena parte de su azúcar está en forma de fructosa, que no precisa de insulina para entrar en las células y, en segundo lugar, la pectina ayuda a regular la liberación de azúcares, lo que permite que su paso a la sangre sea lento y progresivo.