La depresión es una de las enfermedades que más incapacidad provoca. ¿La razón? El bajo estado de ánimo del paciente no le permite hacer prácticamente nada. Si bien es cierto que los medicamentos y la terapia psiquiátrica ayudan a revertir los síntomas, algunas personas con casos severos son inmunes a este tipo de ayudas.

Pero la semana pasada una nueva terapia conocida como marcapasos neural reportó éxitos para dichos pacientes. Se trata de un implante que reconoce los patrones de la actividad eléctrica cerebral, que es lo que origina los pensamientos depresivos. Al detectar ese patrón, el marcapasos interviene enviando una señal que mejora la actividad negativa.

El reporte, publicado en la revista Nature Medicine, fue escrito por Andrew Krystal, experto en neuromodulación, y Edward Chang, ambos investigadores de la Universidad de California en San Francisco (UCSF), quienes contaron un solo caso de éxito: el de la paciente Sarah, de 36 años, que desde hace cinco años vivía en depresión profunda, lo que le impedía llevar una vida normal. A diario lloraba sin cesar y había tratado 20 medicamentos diferentes, terapia electroconvulsiva, estimulación transcraneal e incluso participó en programas de salud mental de hospital. Todo, sin éxito.

Así como ella, 250 millones de personas en el mundo no encuentran tratamiento para esta dolencia. Sarah solo pensaba en terminar su sufrimiento poniendo fin a su vida. Fue entonces cuando decidió participar en un ensayo que involucraba poner un implante bajo el cráneo, con unos electrodos conectados de manera profunda en el cerebro.

El sistema se hizo a la medida de la paciente, primero monitoreando el cerebro para explorar las áreas afectadas, que se iban cotejando con su reporte de estado de ánimo. Eventualmente, el equipo identificó un patrón específico de actividad eléctrica que coincidía con su depresión.

Sarah, participante del ensayo clínico, en una cita con la doctora Katherine Scangos, en el Instituto Psiquiátrico Langley Porter de la Universidad de California San Francisco (UCSF). | Foto: Maurice Ramírez

Pusieron electrodos en dos zonas del cerebro: uno, en el estriado ventral, involucrado en el sistema de recompensas y emociones; el otro, en la amígdala, donde sus síntomas eran más severos. Con eso diseñaron un algoritmo para identificar el patrón de actividad en las dos zonas. A diferencia de otros aparatos que envían estímulo de manera permanente, en el caso de Sarah el marcapasos emite solo una ráfaga de seis segundos cuando reconoce actividad relacionada con la depresión.

El procedimiento se llevó a cabo en agosto de 2020, y, 15 días después de que empezó a operar, la depresión de Sarah bajó de 33 a 14, según la escala usada para medirla. Meses después, bajó a 10, y, aunque los pensamientos negativos aún surgen, el marcapasos logra detener el ciclo.

Hoy, después de un año, los efectos han permanecido. La estimulación cerebral profunda ya se usa para tratar la enfermedad de Parkinson y otros desórdenes mentales. De hecho, este aparato fue adaptado de un sistema que con frecuencia se utiliza para tratar la epilepsia.

Pero aún no estaba aprobado para la depresión debido a que estudios preliminares arrojaron resultados inconsistentes o, al menos, un éxito limitado. Esto se debe, tal vez, a que la mayoría de aparatos enviaban la estimulación eléctrica a una sola área del cerebro. Pero los expertos consideran que en este caso podría ser diferente, pues la estimulación se estructuró a la medida del cerebro de Sarah.

“Diseñamos un sistema de medicina de precisión gracias a que identificamos y modulamos ese circuito único en su cerebro que está asociado con sus síntomas”, afirmó Krystal.

Los investigadores ya cuentan con dos pacientes más para continuar el estudio. Por ahora, este costoso tratamiento (vale 35.000 dólares) puede ser empleado solo para depresión severa que no cede ante otros medicamentos.

Pero aún falta mucho para que sea ofrecido a los millones de personas que sufren de esta condición en el mundo. La buena noticia es que el procedimiento apunta a una nueva manera de tratar esta enfermedad, algo que desde hace mucho los pacientes y médicos estaban esperando. Por el momento, la más contenta es Sarah: “Cuando recibí la primera estimulación, me sentí inmensamente feliz y mi depresión parecía una pesadilla distante. Me reí a carcajadas. Fue la primera vez en cinco años”, dijo.