Hace cuatro años, Michela Gómez, una politóloga y abogada de 31 años, conoció por primera vez un vibrador. Su novio le regaló uno para que lo experimentara y la pasó tan bueno que no tuvo más remedio que compartir con sus amigas la increíble experiencia. Al poco tiempo, corrió la voz y conocidas de sus amigas le empezaron a preguntar cómo funcionaban y dónde los podían comprar. Michela, con sangre de comerciante y feminista, decidió venderlos. “Pero no solo por plata, lo hice con charlas de empoderamiento de la mujer –dice–, porque, si algo he aprendido en ese negocio, es que aún existe mucho tabú alrededor de la masturbación femenina”.

“Me han dicho que estoy enferma, que soy una puta”, cuenta. Pero aun así su tienda, Rouge Afrodita, ha tenido tanto éxito que hoy suma más de 25.000 seguidores en Instagram. “Todo orgánico, sin pagar publicidad ni comprar seguidores, como muchos”, asegura. Eso le ha permitido comprobar que son cada vez más imprescindibles en la vida sexual de las mujeres modernas, aunque muchas aún temen hablar de los vibradores. “Hay días en que vendo entre cinco o seis; otros, ninguno, pero el promedio es uno diario. Cada día una mujer me escribe preguntándome por ellos y eso dice mucho”, afirma.

Como Michela, miles de mujeres decidieron hablar en voz alta del autoplacer femenino en Colombia. Pero en el mundo esta revolución se consolidó desde hace tiempo. Para no ir muy lejos, en Estados Unidos e Inglaterra ya hay líneas de estos productos, respaldadas por celebridades. Por ejemplo, la cantante Lily Allen lanzó esta semana un vibrador llamado Liberty, bajo el hashtag #IMasturbate.En un video promocional de la campaña, Lily, madre de dos hijos, dice en el clip que tiene un pequeño secreto: “Me masturbo. Pero ¿por qué decirlo en voz alta es tan extraño?”. Aparece defendiendo esta práctica y el empoderamiento sexual de las mujeres.

En varias ocasiones, la cantante ha dicho que los vibradores le cambiaron la vida. Se había resignado a no tener nunca un orgasmo, ya que no lo había logrado con sus parejas, pero todo cambió cuando conoció estos aparatos.“En lo que respecta a la masturbación, no fui lo suficientemente persistente, solo me rendí. Me sentía extraña tratando de darme placer. Luego descubrí los juguetes sexuales y rompí la barrera de la intimidad conmigo misma”, dijo.

A Lily Allen la preceden personajes de Hollywood, como Gwyneth Paltrow, quien vende desde hace años, con bastante éxito, vibradores de todo tipo en su tienda virtual, Goop. Están los ovalados, rectos, los que estimulan el punto G y hasta uno cubierto de oro llamado Olga, que cuesta 3.500 dólares. Lo promociona con la frase: “Si algo puede hacer que un vibrador superelegante sea aún más sexi, es oro de 24 quilates”.

La actriz ha promovido abiertamente la masturbación durante la cuarentena. Hace unas semanas, compartió su lista de vibradores favoritos para ayudar a cualquiera a darle vida a su aislamiento preventivo. Las recomendaciones incluyen desde un juguete sexual de 600.000 pesos apto para usar en el baño hasta un vibrador bautizado como The Womanizer, que usa presión de aire para proporcionar placer a la mujer. En varias entrevistas, Paltrow también ha confesado que sus hijos solían sentir vergüenza de que promoviera sus productos, pero ahora que crecieron la consideran una mujer vanguardista.

Emma Watson, feminista declarada y famosa por su papel de Hermione en Harry Potter, también lucha por normalizar este tabú. En una charla de 2019 en Londres, recomendó con naturalidad a los presentes que se suscribieran a OMGyes, una página web que incluye entrevistas y tutoriales sobre cómo alcanzar el orgasmo femenino de forma manual o con vibradores. “Me gustaría haberla descubierto antes. Échenle un vistazo, de verdad”, dijo en ese momento.

El vibrador ya tiene una larga historia. Surgió a finales del siglo XIX para tratar la ‘histeria femenina’. En esta época, las mujeres diagnosticadas con dicho mal debían someterse a un tratamiento llamado ‘masaje pélvico’. Había tanta demanda que el médico inglés Joseph Mortimer Granville decidió crear un vibrador eléctrico que le permitiera masajear el clítoris de sus pacientes con más facilidad. En 1920, las autoridades declinaron certificarlo como dispositivo médico, pero, en todo caso, las mujeres continuaron comprándolo. Su posterior inclusión en la pornografía hizo que muchos lo consideraran un objeto de perversión y por eso ellas empezaron a emplearlo a escondidas. “También influyó la falsa idea de que solo un hombre puede dar placer”, dice Michela.

Sin embargo, desde 1970 las feministas empezaron a popularizar los vibradores como símbolo de la liberación sexual. Betty Dodson, conocida como la gurú del orgasmo, que murió la semana pasada, fue una de sus más fervientes promotoras. Por esos años, la estadounidense comenzó a organizar talleres de masturbación en su apartamento de Manhattan, en los que las mujeres se desnudaban, examinaban las vulvas de las demás y luego practicaban darse placer con un vibrador. Varias veces dijo que esa idea nació después de asistir a varias orgías y darse cuenta de que incluso las más libres en cuanto al sexo luchaban por llegar al orgasmo.

Dodson creía que al masturbarse las mujeres se liberaban y aprendían a priorizar su propia experiencia sexual para reducir su dependencia de los hombres. Como escribió en sus memorias de 2010, Sex by Design: The Betty Dodson Story, “El instinto me dijo que la movilidad sexual era lo mismo que la movilidad social. Los hombres lo tenían y las mujeres no”.

En esta revolución también jugaron un papel importante programas de televisión, como Sex and the City, que hablaron por primera vez abiertamente sobre el sexo y el placer femenino. Tuvo un impacto tan grande que algunos medios estimaron que la venta de vibradores aumentó un 700 por ciento. Y la naturalidad con la que hablaban de ellos los convirtió en un accesorio obligado en la mesa de noche de las consideradas vanguardistas y en contacto profundo con su sexualidad.

Desde entonces, usar un vibrador se ha vuelto más y más común. Un estudio de 2009, realizado por la Universidad de Indiana, muestra que aproximadamente el 53 por ciento de las mujeres y el 45 por ciento de los hombres estadounidenses los utilizan, y que incluirlos en la intimidad tiene una función sexual positiva y una mayor proactividad en el cuidado de la salud sexual.

Según la Real Academia Española masturbarse es estimular los órganos genitales o las zonas erógenas con la mano o por otro medio para proporcionar goce sexual.

Con los años, los tamaños y las formas también han evolucionado. Hoy existen vibradores de todo tipo. Están los de huevo, pequeñas esferas vibradoras para insertar en la vagina; vibradores discretos en forma de labiales; anillos que se usan en el pene erecto y vibran para dar placer a la mujer; y hasta consoladores inteligentes y a control remoto que se conectan a través de Bluetooth a contenidos audiovisuales a fin de vibrar según lo que la usuaria esté viendo, escuchando o leyendo.

Michela le asegura a SEMANA que China domina el mercado de estos productos, pero hay modelos prémium elaborados en otros países, como Alemania. El precio depende del tamaño (5, 15, 20, 30, 40 o 60 centímetros) y el material, pero su valor oscila entre los 100.000 y los 600.000 pesos. Afirma que lo más revolucionario es el vibrador Satisfier, un aparato que succiona el clítoris y vibra al mismo tiempo, lo que hace que las mujeres tengan orgasmos muy profundos.

Para ella, la liberación femenina comienza en el cuerpo. Dice que no hay motivo para que una mujer se niegue la oportunidad de experimentar con estos juguetes. Sobre todo, porque ahora las opciones abundan en el mercado.