El médico colombiano Sergio Andrés Torres fue reconocido, nuevamente, como el mejor neurocirujano joven del año por la Federación Mundial de Neurocirugía.
El profesional, de 35 años, ya había sido galardonado en 2019 con este reconocimiento tras presentar un estudio sobre un tipo de cáncer agresivo que se genera en el cerebro o la médula espinal, el glioblastoma multiforme. Este es uno de los tumores más difíciles de tratar, y en algunos casos no tiene cura.
En esta oportunidad, el colombiano fue premiado por una investigación sobre un tipo de cirugía “mínimamente invasiva” en el cerebro.
“Envié un trabajo sobre un cirugía endoscópica a la base del cráneo que desarrollamos en Pittsburgh cuando hice un Research Fellow en 2018 (...) Consiste en un tipo de cirugía que nosotros le decimos mínimamente invasiva, es poder entrar al cerebro en la base del cráneo a través de agujeros muy pequeños en la parte externa de la cabeza”, dijo en entrevista con SEMANA a principios de diciembre.
“A mí lo que se me ocurrió y lo que pudimos desarrollar en Estados Unidos es que a través de un agujero muy pequeño en la parte lateral del del ojo, podemos ingresar a zonas profundas del cerebro con endoscopia. Para realizar procesos para las cuales normalmente hay que hacer grandes incisiones, y las más grandes craneotomías, con mayores probabilidad y porcentaje de secuelas porque hay que manipular el cerebro, a veces resecar parte del cerebro. Pero de funcionar la propuesta se mejoraría el procedimiento. Hasta el momento solo se ha hecho el estudio en cadáveres espero algún día se pudiera ejecutar”, agregó.
Torres ha logrado avances importantes en su investigación, como resultado de su tesis doctoral en biología molecular y biomedicina que hizo en España. Desde 2018 ejerce como neurocirujano.
El mejor neurocirujano joven del mundo se va de Colombia; estas son sus razones
En la entrevista con SEMANA, el médico afirmó que se va de Colombia por la perversidad de un sistema de salud en el que lo que menos importa es el paciente.
Para que el doctor Torres tome un bisturí y abra el cerebro humano ha pasado todo un ritual: un café con azúcar, cambio de traje, lavado de manos que repite tres veces, y si tiene duda de haberse saltado alguno de los pasos vuelve a empezar. Mientras le ponen los guantes, no le molesta que el anestesiólogo de turno ponga música, porque él ya está sumergido, literalmente, en la cabeza de otro. Cuando corta el cráneo y ve el cerebro repite “aquí está todo lo que es esta persona”, y se esmera en que sus movimientos sean delicados para no generar complicaciones. Sabe que en sus manos están los recuerdos, la motricidad, el habla, la esperanza de una familia, el padre, la madre o el hijo de alguien más.
Hasta el último minuto es metódico, asegura que el cierre y la desinfección de la herida es clave, por eso hace que todo el equipo que lo acompaña en el quirófano se cambie de guantes en ese punto de la cirugía. Esa escena la ha repetido 600 veces desde que llegó a Colombia en 2019, luego de cursar sus especializaciones en España. En realidad, una cifra muy alta que le ha dado experiencia, pero, según él, denota que hay un sistema de salud que es perverso con el paciente y “manejado por médicos frustrados para los cuales la administración de recursos es más importante que el bienestar del ser humano”.
Él también se frustra, está convencido de que su paciente merece que el cirujano que entre en su cuerpo tenga tiempo suficiente de estudiar el caso, de hacer investigación, de buscar soluciones de fondo, y que no sea simplemente uno más en la lista de producción, como si se tratara de una fábrica. Se enoja cuando ve que una clínica autoriza cirugías de 40 millones de pesos para retirar un tumor cancerígeno del cerebro, pero el sistema niega citas de control con el oncólogo en el posoperatorio. Por esa razón, los pacientes tienen que volver meses después a urgencias con una masa tres veces más grande que toca volver a operar.
Torres cuenta que hizo su carrera de Medicina en una universidad pública, porque su madre quedó viuda cuando él tenía nueve meses de nacido. Cuando decidió ser neurocirujano le tocó salir del país. En Europa esas especializaciones, que son al servicio de la comunidad, son gratuitas, mientras que en Colombia pueden costar alrededor de 200 millones de pesos, y así tuviera la plata, la academia decide cuántos cupos brindar. Explica que eso debería definirlo el Ministerio de Salud si conociera cuántos enfermos por patología hay en el país, y si supiera cuántos médicos generales están graduando sin la posibilidad de entrar al círculo cerrado de los especialistas. “En un pregrado se pagan 300 millones de pesos solo en matrículas, para terminar siendo los secretarios de sus mismos profesores”, denuncia. Dice que en Colombia únicamente hay 400 neurocirujanos para una población de más de 50 millones de habitantes y algo similar sucede en otras especialidades.
Su sueño siempre fue volver a Colombia y ayudar a tantos pacientes que requieren cirugías en su cerebro o columna vertebral. Pero incluso volver fue una lucha, no le querían homologar el título.
Por su hoja de vida y la presión en los medios de comunicación le homologaron su título. Logró sentarse con el Gobierno nacional e incluso alcanzó a liderar un proyecto de ley que cerraba esas brechas a las que se ven sometidos los trabajadores de la salud, pero dice que increíblemente el mismo gremio de la salud se negó a que continuara y empezó a recibir represalias de sus colegas de mayor trayectoria. “El problema real de fondo es la corrupción y la avaricia”, concluye. Dice que aunque su motivación es la vocación de servicio, eso no significa que hubiese tenido que trabajar casi un año sin que le pagaran sus cirugías. Algunas finalmente se las cancelaron a mitad de precio después de la larga espera y otras no.
Vea la entrevista completa en el siguiente link: ¡Qué lástima! El mejor neurocirujano joven del mundo se va de Colombia; estas son sus razones