Mi trabajo cambió. Ahora estoy enfocado en la atención de pacientes con covid-19. Hay días donde siento miedo, porque veo que esto crece y crece, y la respuesta es que ya hay limitantes para entrar a ciertas unidades de cuidados intensivos, y no sabemos realmente el pico de todo lo que pueda pasar. Tampoco sabemos si nuestra respuesta será la adecuada ante eso. Eso genera temor y ansiedad.

Para lidiar con esta situación debemos apelar a nuestra fortaleza mental. Saber que tenemos un enemigo oculto y que en cualquier momento nos puede sorprender. Entender que esto es una especie de lotería, en el escenario de que no sabemos cuándo nos pueda ir bien o mal con la enfermedad. Requerimos la ayuda de toda la ciudadanía con las medidas de bioseguridad, porque eso diezma mucho la propagación del virus.

Yo permanezco alrededor de 12 horas todos los días en la UCI. Acá tenemos 24 pacientes internados en cuidados intensivos, y 18 pacientes con cuidado intermedio. Con ellos intentamos optimizar el manejo médico, buscar sus principales problemas, trabajar en equipos con los fisioterapeutas, profesionales intensivistas, terapia respiratoria y la parte integral del acercamiento del enfermo con las familias.

El día a día en esta Unidad de Cuidados Intensivos es intentar con los pacientes más críticos hacer todo lo que humanamente se pueda, con instrumentos de trabajo y personal capacitado, para salvarles la vida.

Todos los días son especiales, porque nosotros intentamos que los pacientes tengan muy buenos desenlaces. Los días más gratificantes son cuando vemos que las cosas van bien con algún internado y pasan la puerta de cuidados intensivos para ir a una habitación, donde empieza el final de su hospitalización. Eso para mí es un excelente día. Pero también hay días que no son buenos, porque algún paciente no llegó a un desenlace adecuado. Son días duros. Aquí uno tiene sus horas donde está más contento, pero también sus momentos amargos.

Una vez termino mi turno, me quito el uniforme que utilizo en la UCI y me pongo el traje con el que llegué a la clínica, y que dejo en un lugar seguro. Me baño para salir limpio. Cuando llego a mi hogar vuelvo y me baño antes de tener contacto con mi familia. Después de todo eso, y de un día largo de trabajo, ahora sí vienen los abrazos.