Obtener un título profesional, casarse, tener hijos —si es niño y niña, mejor— y dedicar el resto de la vida a procurar su bienestar. Y, claro, comprar carro y también casa. Y mejor si además la nueva familia destina dos semanas del año a vacacionar.
Varias generaciones han tomado al pie de la letra ese mandato como una forma de realización personal.
Pero las parejas más jóvenes cuestionan, cada vez más, este modelo y plantean sin filtros el anhelo de una vida en la que puedan dedicarse a viajar a placer, darse gusto y construir un patrimonio, lejos de las angustias económicas y personales que plantea la crianza de los hijos.
En los años 80, en Europa, comenzaron a levantar su voz los primeros “rebeldes” de este modelo social. Desde entonces, se popularizó el término “dink” para definir a las parejas que decidían abiertamente no tener ‘herederos’.
No estuvieron ajenos a las críticas, “pues para muchos se trataba de una decisión movida solo por el egoísmo. ‘Dink’ hace referencia a esas parejas con doble ingreso y sin hijos (Double Income No Kids), pero con el tiempo es una tendencia que se ha popularizado, al punto que hoy son tendencia las que, en lugar de hijos, prefieren las mascotas”, asegura Natalia Torregrosa, psicóloga y terapista de pareja.
Tal como la especialista los describe, los “dink” son generalmente parejas cuyas edades se mueven entre los 25 y los 45 años, que viven monogámicamente (pueden ser heterosexuales y homosexuales), son profesionales y, sobre todo, cuentan con doble participación en el mercado laboral, “por lo que su calidad de vida tiende a ser un tanto más elevada que la media”.
Se trata de parejas, según Torregrosa, que por encima de tener hijos privilegian otros aspectos: “el vínculo de pareja, el desarrollo profesional, la individualidad de cada uno, la estabilidad financiera, y la libertad sin restricciones que les da el no tener a nadie que dependa de ellos”.
Eso explica por qué la tasa de natalidad ha disminuido en todo el mundo, y de manera especial en América Latina. Según un informe de la agencia Reuters el año pasado, el 3,4 % de los hogares en México, el 4,5 % en Brasil y el 14 % en los Estados Unidos había optado por una vida sin hijos.
En Colombia, un país que envejece, el Departamento Administrativo Nacional de Estadística (DANE) encontró en el censo de 2018 que los hogares unipersonales y sin hijos integran el 40 % del total de hogares del país.
Este panorama confirma que los que fueron los ‘hogares del futuro’ ya son una realidad y llegaron invirtiendo la pirámide social, transformando el universo del mercadeo y el consumo y fortaleciendo los nuevos roles en la sociedad: las mujeres son cada vez más independientes económicamente y los hombres, logísticamente.
Tener hijos, una decisión para tomar con cabeza fría
El fenómeno de los “dink” está solo ligeramente matizado por un aspecto: el que las mujeres de generaciones recientes retrasan cada vez más su deseo de ser madres, al privilegiar su crecimiento profesional.
De ahí que “cuando desean ser madres, rayando los cuarenta años, no logran hacerlo con facilidad y deciden emprender tratamientos médicos que no siempre terminan bien. Entonces, casi que esa pareja se convierte en “dirk” ante la imposibilidad de tener hijos.
En todo caso, para Torregrosa se trata de una decisión responsable. “Muchas parejas terminan porque en el camino uno de los dos se da cuenta que sí desea tener hijos. Porque sucede que, en medio del enamoramiento y la emoción de construir una vida juntos, no se conversa a profundidad sobre si la llegada de los hijos hace parte de los planes de pareja. Lo veo constantemente en mi consultorio. Entonces, lo más sano es que el tema se aborde de manera directa para evitar que la relación fracase en el futuro”.
Agrega que no son pocas las parejas que se cuestionan abiertamente sobre si realmente están listos para enfrentar “noches sin dormir, los gastos que implica criar y educar a un hijo, el tiempo y la energía que demandan los niños y cómo eso pone a prueba a las parejas. No lo veo como un gesto de individualismo, es una dosis de realidad sobre la que vale la pena cuestionarse”.
Pero, en medio de la creciente tendencia de los “dink”, para especialistas como Torregrosa es claro que socialmente muchas instituciones quieren seguir manteniendo a flote el mito de los hijos “como sinónimo de realización”.
Pero, ante eso, “están haciendo frente otras narrativas. Por ejemplo, el fenómeno creciente de las luchas feministas por la equidad de género, el aborto y asumir solo los embarazos que sean deseados. También abolir la idea de que todas las mujeres nacen con el instinto de ser madres, cosa que está totalmente revaluada”.