Dos eventos capturaron la atención del mundo la semana pasada: la firma del tratado internacional para el control de las armas nucleares, con Irán, y el sobrevuelo de la nave Nuevos Horizontes sobre Plutón. Ambos hechos son históricos, representan dos buenas noticias y, curiosamente, dos capacidades antagónicas del ser humano: su fuerza destructiva y, a la vez, su capacidad de explorar nuevos mundos. Pero, sin duda, lo que más admiración, curiosidad y júbilo causó fueron las primeras imágenes nítidas que la Nasa difundió del planetoide, que se encuentra en la puerta del cinturón de Kuiper, en la frontera del sistema solar. Era el primer encuentro cercano con este misterioso astro y su luna más grande, Caronte, considerados un sistema planetario doble. “Somos exploradores porque necesitamos entender”, dijo Stephen Hawking frente a la hazaña. “Es un hito en la historia de la humanidad”, señaló, por su parte, John Grunsfeld, cabeza del Directorio de Misiones Científicas de la Nasa. Esta aventura espacial marca una proeza porque con ella se completa la exploración del vecindario cósmico de la Tierra. “Es como si tuviéramos un hermano pequeño y por primera vez lo viéramos. Con esta foto llenamos el álbum familiar del sistema solar”, dijo Germán Puerta, astrónomo del Planetario Distrital. Para Estados Unidos es particularmente significativo porque hoy pueden decir que han estado presentes en todos los planetas que giran alrededor del Sol, lo que significa la culminación de un sueño de exploración espacial que comenzó en 1960 bajo la administración del presidente John F. Kennedy. Además de esto, representa grandes avances tecnológicos, pues poner una sonda en la frontera del sistema solar no es cualquier cosa. Nuevos Horizontes es la más pequeña nave construida hasta hoy: tiene el tamaño de un piano de cola. Fue lanzada en 2006 y tuvo que recorrer 4.828 millones de kilómetros para capturar las imágenes que fascinaron al mundo la semana pasada. Es la sonda más rápida en haber salido de la Tierra, con una velocidad de navegación de 45.000 kilómetros por hora. Es impulsada por energía atómica y no por paneles solares, debido a que si bien a esa distancia alcanzan a llegar los rayos del Sol, estos no dan la energía suficiente para su operación. La nave salió de la Tierra rumbo a Júpiter, a donde llegó un año más tarde. Con la ayuda de la gravedad de este se propulsó hacia el planeta enano en un recorrido que le tomó ocho años más. El martes pasado hizo el sobrevuelo a una distancia de 7.700 millas de su superficie, la misma que hay de Nueva York a Bombay, desde donde la nave tomó fotos y registró toda suerte de datos. Es un milagro si se tiene en cuenta que cualquier objeto del tamaño de un grano de arena podría haberla destruido. Adicionalmente a lo anterior, la misión es trascendental porque busca conocer al planetoide más misterioso de todo el sistema. Se podría decir que este viaje en realidad comenzó en 1930, cuando Clyde Tombaugh, un astrónomo aficionado, se dio a la tarea de buscar un planeta denominado X. Todo lo que tenía eran los indicios de otro científico, Percival Lowell, sobre la existencia de un objeto más allá de la órbita de Neptuno. La tarde del 18 de febrero de ese año, luego de pasar 12 meses tras su pista, Tombaugh lo descubrió en el observatorio de Lowell, quien había fallecido en 1916. Desde entonces, Plutón ha sido un enigma por su forma, su tamaño y otras características, ya que su distancia no permitía observarlo bien ni siquiera con los más potentes telescopios. La polémica sobre si era o no un planeta se agudizó, y en 2006, el mismo año en que la sonda fue lanzada, Plutón dejó de pertenecer a este grupo para ser catalogado como un planeta enano. La remoción de ese título no tiene nada de peyorativo, se debe a una compleja clasificación sobre lo que es un planeta. Para los astrónomos, estos cuerpos celestes deben orbitar alrededor del Sol, tener una masa suficiente para que su centro de gravedad les dé la forma redonda y haber limpiado su vecindario alrededor de su órbita, y Plutón no cumple el tercer requerimiento. Su remoción del grupo de planetas está relacionada, además, con su cercanía al cinturón de Kuiper, descubierto en 1960, una zona similar al cinturón de asteroides entre Marte y Júpiter porque allí habitan pequeños cuerpos, posiblemente residuos de la formación del sistema solar. Ante esto, los científicos establecieron que Plutón no era el más pequeño y frío de los planetas que habitan en dicho sistema, sino uno de los tantos objetos que circulan en el cinturón externo a este. Pero como ocurre en la ciencia, la única manera de conocer los secretos de Plutón era visitarlo. Con lo poco que ha dejado ver, Nuevos Horizontes ya ha dejado perplejos a muchos. Causó sorpresa su redondez y su tamaño, 80 kilómetros más grande de lo calculado. También generó curiosidad su color rojizo, producto de la interacción de la luz solar con moléculas orgánicas en su suelo. También se observó con atención que la atmósfera de Plutón se condensa y se congela en la superficie dependiendo de su cercanía al Sol. Se ha dicho que tiene una variedad de hielos (de nitrógeno, de metano y de monóxido de carbono) en su corteza. Incluso muchos se detuvieron a analizar una zona con forma de corazón que inspiró todo tipo de memes. Pero tal vez lo más impactante fue la geología de su superficie. La mayoría esperaba encontrar un cuerpo rocoso y lleno de cráteres y no las majestuosas montañas, abismos, valles, acantilados y cañones que se vieron el miércoles por la noche en una fotografía capturada durante el sobrevuelo. Todo esto sugiere que “son formaciones muy recientes, de apenas 100 millones de años”, dice Raúl Joya, director del Observatorio Astronómico de la Universidad Sergio Arboleda. “En ese sentido sería un planeta enano geológicamente activo”. Pese al éxito que ha tenido hasta el momento la sonda Nuevos Horizontes, su misión apenas comienza, pues empezará a salir del sistema solar para adentrarse en la oscuridad del cinturón de Kuiper, una zona fría, oscura y distante que actúa como un “refrigerador cósmico”, en palabras de Harold Weaver, uno de los científicos de la misión adscrito a la Universidad de Johns Hopkins. Ese congelador ha mantenido los objetos en esa zona muy fríos desde su formación y eso lo hace un lugar especial para investigar. El cinturón sería entonces el equivalente a excavar una zona en la Tierra en busca de fósiles intactos que dieran pistas del origen del hombre. En este caso la sonda tiene en su mira encontrar “muestras prístinas del material que existió en el momento de la formación del sistema solar, algo que no existe en otro lugar al interior del mismo”, dijo Weaver al Washington Post. En ese sentido su viaje indefinido ayudará a conocer mejor ese momento y a entender cómo la Tierra llegó a ser un planeta que albergó vida, tal como se conoce hoy. Es una vasta zona y la nave la atravesará hasta que se agote su energía. En ese viaje puede pasar cualquier cosa, desde detectar otras lunas hasta otros planetoides como Plutón. “No se sabe qué, pero algo va a encontrar por ahí”, dice Gregorio Portilla, del Observatorio Astronómico de la Universidad Nacional. La nave recogerá datos y los enviará en los próximos 16 meses para que sean analizados en la Tierra y “solo entonces se podrá hablar con precisión de los hallazgos”, agrega. Será un legado para las nuevas generaciones, que aprovecharán la información que la sonda siga enviando por lo menos en los próximos 20 años. Y cada vez que lo haga, como dice Joya, enviará el mensaje de la importancia de este tipo de aventuras: “La comprobación de que el hombre es un explorador innato y necesita comprender su pasado para anticipar su futuro”. Simbólicamente Tombaugh, quien descubrió a Plutón en 1930, tiene el mejor sitio del teatro para ver el espectáculo cósmico que ha producido esta misión, pues sus cenizas viajan en un pequeño recipiente dentro de la diminuta sonda.