El lunes pasado la canciller de Alemania, Angela Merkel, entró a una reunión en Berlín y, al extender la mano para saludar a su ministro del Interior, Horst Seehofer, él no quiso estrecharla por miedo al contagio con el coronavirus. Unos vieron un desplante; pero otros, una conducta digna de imitar. La reina Isabel II por primera vez usó guantes blancos largos para una ceremonia de investidura en el palacio de Buckingham. Los futbolistas ya no chocan cinco como antes, y la National Basketball League en Estados Unidos, donde ya hay más de 100 infecciones, ha recomendado a los jugadores no interactuar con sus seguidores ni dar autógrafos.
Frente al surgimiento de nuevos casos de covid-19 en más de 80 países, el director de la Organización Mundial de la Salud, Tedros Adhanom Ghebreyesus, ha dicho, entre otras cosas, que el mundo navega en aguas desconocidas y que la tasa de mortalidad podría superar la de la gripa estacional. Además, un estudio chino evidenció que el virus habría mutado en una versión que logra transmitirse con mayor eficiencia. Todo eso llevó a algunos Gobiernos a tomar medidas más extremas en busca de distancia social. Angelo Borelli, comisionado para el coronavirus en Italia, desestimula el saludo de manos y los abrazos, y el ministro de Salud de Francia, Olivier Véran, recomienda evitar el tradicional doble beso en la mejilla. Gran Bretaña prohibiría saludar de manos y darse besos y abrazos como parte de la estrategia para prevenir más casos. El virus tarda en incubarse y a veces los afectados no muestran síntomas. Por eso muchos no quieren correr riesgos y han preferido nuevos saludos: las manos en oración, una pequeña venia con la cabeza, como en Japón, o tocarse con los zapatos, lo que ya conocen como el apretón de Wuhan.
En Beijing han impuesto medidas como mantener una distancia de más de un metro entre los empleados y otorgar una mesa por comensal en los restaurantes, donde además les toman la temperatura a los clientes. En Italia, país en el que hay más de 3.089 casos y más de 107 muertes, los párrocos no celebran misa en las regiones afectadas, algo que, según reporta Reuters, no sucedió ni con la peste. En Irán desestimulan el uso de billetes y prohíben que los mismos clientes pongan gasolina a sus carros. El Gobierno hará la mayoría de sus reuniones por teleconferencia. Algo similar sucedió en el estado de Washington, donde empresas como Amazon y Microsoft han ordenado teletrabajar.
En los sistemas de metro y los buses, los postes se convirtieron en lugares atemorizantes, así como los pomos de las puertas. El virus se transmite por el tracto respiratorio, pero los expertos temen que sobreviva en las superficies y que al contacto con ellas la gente promueva la infección. Algunos funcionarios de salud advierten que eventualmente habrá que evitar conglomeraciones como partidos de fútbol y no descartan la posibilidad de cerrar los colegios. La Organización de las Naciones Unidas señaló que 300 millones de niños en el mundo hoy están sin clases por esta causa. El virus tiene una tasa de mortalidad de 14 por ciento entre las personas de 80 años y de menos de 0,5 en los menores de 50, por lo que los especialistas creen que más importante que lo anterior es prevenir que los adultos mayores salgan de sus casas, reducirles el número de visitas y aislarlos si alguno está enfermo. Aún no se conocen casos en el país, pero preocupa que en Colombia el espacio vital sea de menos de un metro y el nivel de hacinamiento de los medios de transporte sea muy alto.
Varios médicos ya han dejado de saludar de mano, les piden a sus pacientes lavarse las suyas antes de la consulta, y a los que tienen gripa les ponen tapabocas. En Gran Bretaña, las visitas virtuales han permitido a los médicos concentrarse solo en los casos más apremiantes. Tal como están las cosas, el coronavirus está causando cambios de hábitos en el mundo. Pero todavía nadie sabe si serán temporales o definitivos.