Mientras buena parte de la población mundial lleva en encierro más de 45 días y ve cómo la economía colapsa ante sus ojos, en Estocolmo, Suecia, en plena pandemia, la gente sale a los parques a tomar el sol primaveral, va a bares, restaurantes y a cine. Asesorado por Anders Tegnell, la máxima autoridad en salud de ese país, el Gobierno sueco ha permitido que la mayoría de negocios abra y la vida diaria continúe a pesar de la amenaza. Se trata de una dirección casi opuesta a la que dictó la Organización Mundial de la Salud (OMS): dijeron no al encierro preventivo de toda la población, pero aplicaron esa medida exclusivamente a las personas mayores y con condiciones de salud crónicas como hipertensión, obesidad, diabetes y enfermedad coronaria. A los menores de 65 y en buen estado de salud les pidieron llevar una vida normal, circular por las calles libremente y permanecer en casa si tenían tos, fiebre y fatiga.

¿Cómo funciona el modelo de Suecia? La estrategia detrás de las medidas de Tegnell consiste en proteger a los débiles mientras los sanos –que pueden tener versiones asintomáticas, suaves e incluso severas, pero no letales de covid-19– luchan contra la enfermedad. Así, una vez 60 por ciento de esta población se haya recuperado de la infección y esté inmunizada de manera natural, ellos lograrán proteger al resto de ciudadanos. Están prohibidos las encuentros de más de 50 personas, los viajes innecesarios y las visitas en los ancianatos, pero diversos restaurantes, negocios y locales comerciales están abiertos. Este es el principio detrás de la inmunidad de rebaño, un concepto en epidemiología que busca controlar la propagación del virus por medio del contagio de una masa crítica de la población en menor riesgo de morir. Por tomar ese camino sin cuarentenas ni encierros el experto fue tildado de criminal, y sus medidas, consideradas grotescas, absurdas y peligrosas. Pero para ser justos, su método no es un palazo de ciego, sino todo lo contrario: una apuesta muy estudiada y basada en evidencia disponible que él va ajustando en la medida en que sea necesario, con la cual busca cómo navegar de la mejor manera por las aguas desconocidas de esta pandemia.

Anders Tegnell, médico epidemiólogo, dijo que en cuestión de semanas podría lograrse la inmunidad de grupo. De ser así, su modelo sería un éxito.  Los niños que cursan primaria van al colegio porque, según el experto, la enfermedad no los afecta ni ellos son vector de transmisión. Los demás estudiantes reciben las clases por vía virtual, pues colegios y universidades cerraron. Están prohibidas las congregaciones de más de 50 personas, restringidos los viajes innecesarios y no se permite que haya visitas en los ancianatos. No obstante, diversos restaurantes, negocios y locales comerciales están abiertos, por lo que la vida en este país en tiempos de coronavirus ha sido más llevadera que en otros donde las restricciones fueron mucho más fuertes, con las consecuencias económicas que todos ya conocen. A finales de abril, Tegnell dio su parte de victoria en esta batalla en una entrevista al diario USA Today. “Creemos que el 25 por ciento de la población en Estocolmo ya ha sido expuesta al coronavirus y ha logrado inmunidad”, dijo. Así las cosas, en cuestión de semanas el país lograría la ansiada inmunidad colectiva.

¿Qué tan exitosa ha sido la estrategia?  En total, hoy Suecia tiene más 23.216 casos, menos que en Perú y Ecuador; y más de 2.800 muertes, una cifra inferior a la que ya acumulan sus vecinos del sur de Europa como Francia, Italia, España, e incluso que el Reino Unido, el país que iba a seguir los mismos pasos pero prefirió dar un viraje hacia el encierro y otras medidas restrictivas. Con estos resultados preliminares, el modelo ha tenido notoriedad en el mundo. Lo seductor es que permite la coexistencia sostenible entre la salud y la economía, por lo menos hasta que un tratamiento o una vacuna aparezca. Por el contrario, el método del encierro no es sostenible a largo plazo, precisamente por su impacto en la salud económica. Las naciones que optaron por este camino han controlado el virus hasta ahora, pero cuando abran de nuevo no solo tendrán que recuperarse de la crisis económica, sino lidiar también con la amenaza de que esa población que no ha sido expuesta genere nuevos brotes. Algunos critican el modelo porque la letalidad del virus en Suecia está por encima de cualquier país europeo e incluso del promedio mundial. Mientras tanto, Tegnell cree que con su modelo la propagación del virus siempre será baja. Para él lo importante es tener la enfermedad bajo control a fin de que el sistema de salud no se desborde. Eso “por ahora lo hemos conseguido”, señala el funcionario.

Stefan Löfven, primer ministro sueco, reveló que pese a las medidas más laxas, la economía no ha salido ilesa.  Sin embargo, otros ven en las cifras de Suecia resultados mixtos. Una de las más grandes críticas es que la población a la que pretendía proteger, los viejos y enfermos, es la que más muertos ha generado en ese país. Del total de fallecidos en Estocolmo, unos 1.400, se calcula que más de 630 han sido casos en hospicios para la tercera edad y que 500 de estas instituciones han tenido al menos un caso de covid-19. Que casi un tercio de los decesos sean adultos mayores, según Tegnell, se debió a un problema del manejo de estos lugares, que venía de tiempo atrás.

Pero, además, la letalidad del virus en Suecia, es decir, el porcentaje de fallecidos por covid-19 sobre el total de la población, está por encima de cualquier país europeo e incluso del promedio mundial. “En el mundo es de 7 por ciento, y es muy alto –dice Diego Rosselli, profesor de Bioestadística de la Universidad Javeriana– mientras que el de Suecia es de 12 por ciento”. En cuanto al número de casos por millón, Suiza e Inglaterra están peor que Suecia, de acuerdo con las gráficas de Rosselli, pero la diferencia es que en Suiza la curva se está aplanando mientras que en Suecia va para arriba. Frente a sus vecinos, la situación no luce nada bien. Los fallecidos en Suecia, un país de 10 millones de habitantes, son cinco veces más que en Dinamarca y once veces más que en Noruega.

Otros expertos piensan que buscar la inmunidad de rebaño es un gran riesgo, pues aún existe la incertidumbre de si el virus produce anticuerpos que impidan la reinfección, y de ser así, por cuánto tiempo duraría dicha protección. Tegnell se defiende diciendo que si buscar la inmunidad de rebaño fuera inútil también lo sería buscar una vacuna, que es otra forma de conseguirla.

En materia de economía, el caso sueco demuestra lo difícil que es, en tiempos de pandemia, cuidar la salud de la población sin afectar las finanzas. Aun con sus medidas menos drásticas, la economía sueca no ha salido ilesa; aunque frente a los problemas de otros países, podría decirse que los suecos han tenido apenas un leve resfriado en esta materia.

El Banco Central de esa nación ya vaticinó que el PIB se reducirá entre 6,9 por ciento y 9,7 por ciento en 2020, igual a lo que esperan sus vecinos Finlandia y Noruega. El desempleo, además, podría quedar entre 8 y 10 por ciento, uno a tres puntos más arriba del 7,2 por ciento en que se encuentra hoy. Incluso así, los suecos tienen la esperanza de que la economía repunte mucho más rápido que en otros países debido a que nunca se sometió a restricciones severas. ¿Qué tan fácil es replicar el modelo? Es muy temprano para juzgar si el modelo sueco –o cualquier otro– es el mejor. Algunos expertos dicen que si la pandemia fuera un juego de béisbol, el mundo apenas estaría en la primera entrada. Así, es difícil señalar cuál de todas las estrategias al final salvará la mayor cantidad de vidas sin hacer tanto daño a su economía. A pesar de esto, Suecia aparece en los listados de las naciones que mejor han capoteado la pandemia, y muchos quisieran que el modelo se replicara en otros países. Incluso hace poco le salió un aliado inesperado, la OMS, pues algunos de sus integrantes ven en dicha estrategia una manera de convivir con el problema, pero a futuro. “Si queremos regresar a una sociedad sin encierros debemos adaptarnos al virus por un periodo más largo”, dijo Michael Ryan, funcionario de esta institución. “Suecia representa ese futuro modelo”. En países acostumbrados a defender su derecho a la libertad, y en donde no todos confían en el presidente, no imaginan que este modelo pueda implantarse al pie de la letra. Su modelo, sin embargo, no sería fácilmente replicable en otras regiones del mundo debido a que fue desarrollada por y para los suecos. Ian Bremmer señala en una columna del diario The New York Times que en Estados Unidos cuatro de cada diez personas tienen obesidad, y el índice de enfermos con diabetes e hipertensión, las enfermedades de base que más ocasionan casos severos de covid-19, es mucho más alto que en el país nórdico.

Si Estados Unidos hiciera lo mismo para buscar la inmunidad de rebaño tendría que encerrar a un gran porcentaje de ciudadanos por muchos meses. Y no solo eso: con el porcentaje de letalidad del virus en Suecia, en países más densos “el saldo en muertes sería devastador”, asegura Bremmer. El problema no es solo que los suecos son más saludables, sino que tienen una idiosincrasia particular. Sus ciudadanos fácilmente aceptan seguir las recomendaciones del Gobierno porque confían en sus líderes y estos, a su vez, saben que cada individuo allí se comportará como un adulto responsable. En dicha sociedad prima el bien común por encima de los intereses individuales.

Tanto así que es conocida como una cultura de consenso. El Gobierno sugiere las normas, y aunque ellos podrían optar por no seguirlas, la mayoría las cumple a cabalidad. La responsabilidad y el respeto son valores que han sido pilares de la estrategia para luchar contra el coronavirus en ese país. “El ciudadano es quien tiene la responsabilidad de transmitir o no la enfermedad”, dice Tegnell. Y tiene razón.

En otros países, acostumbrados a defender su derecho a la libertad y la independencia, y donde no todos confían en el presidente, como sucede en Estados Unidos, no imaginan que este modelo pueda implantarse al pie de la letra. Ni tampoco donde los ciudadanos están acostumbrados a desafiar las normas, prime la indisciplina y pocos piensen en que sus acciones pueden afectar a los demás.  “No me imagino esto en Colombia”: el testimonio de una colombiana en Suecia

Aunque prefiere estar en casa con su familia, Soraya va al centro comercial cuando lo necesita y siempre manteniendo distancia. Soraya Grisalez vive desde hace 15 años en Åkersberga, un pueblo a 30 minutos de Estocolmo, con su familia. Así describe sus días en medio de la pandemia: “Mientras en el mundo hay restricciones fuertes, acá es lo contrario: el Gobierno respeta que la gente salga y haga lo que necesita, pero bajo ciertas restricciones como guardar distancia de un metro frente a los demás. Si alguien siente síntomas de covid-19 debe aislarse en su casa. La idea es que mientras más se infecten las personas, más inmunidad habrá. La gente no está encarcelada ni le dicen no salga, sino simplemente evite salir. Ahora están siendo más duros porque se acerca el verano y el Gobierno teme que la gente quiera salir a tomar el sol y el tema se les salga de las manos. Aquí respetamos las distancias, y en los trenes hay cintas en las sillas para sentarse a determinada distancia. Si un bar no cumple con las medidas de distancia, lo cierran. A pesar de eso, yo trato al máximo de estar en mi casa y que mi esposo y mis hijos nos cuidemos. Mis suegros no salen hace dos meses por la edad y hay que llevarles la comida. Recientemente ha habido muchas muertes, sobre todo en personas de avanzada edad. Eso sucedió porque a los trabajadores de los ancianatos no les hicieron pruebas y fueron a trabajar a estos sitios infectados. Ahora están siendo más duros porque se acerca el verano y el Gobierno teme que la gente quiera salir a tomar el sol y el tema se les salga de las manos. No sé si somos el caso perfecto, pero yo confío en el Gobierno y creo que Anders Tegnell ha hecho una buena labor. Él dice que está tomando ideas de otros países y que lo importante es ayudarnos unos a otros, pero hay que esperar qué pasa en el siguiente capítulo.

No me imagino este modelo en Colombia. Si fuéramos completamente educados y respetáramos las normas, funcionaría. Pero escucho que allá, a pesar del encierro, la gente se fue de vacaciones y sale de paseo. Aún más, creo que este modelo podría ser peor”.