Las investigaciones que concluyen que los norteamericanos son más felices, o más infelices, o que están más o menos seguros de sí mismos que hace 50 años suelen provocar escepticismo entre los expertos. Aunque cualquiera de tales aseveraciones podría resultar cierta es imposible demostrarlo científicamente. Sin embargo ha causado gran impacto un informe que apareció en la revista Journal of Personality and Social Psychology (Personalidad y Psicología Social), publicada por la Asociación Estadounidense de Psicología. En dicho informe se comparan resultados de pruebas realizadas durante décadas enteras en las cuales se medía el nivel cotidiano de ansiedad de un individuo. La autora del estudio, la sicóloga investigadora Jean Twenge, de Case Western Reserve University, concluyó que los niños de hoy son significativamente más ansiosos que sus homólogos de los años 50. De hecho, su análisis mostró que los niños normales actuales entre los 9 y los 17 años denotan niveles de ansiedad mayores que aquellos que eran tratados por desórdenes siquiátricos hace 50 años. El informe dista de ser perfecto. Inclusive, aunque las pruebas fueron estandarizadas, ellas consistían básicamente en lo que los investigadores denominan “autoinformes”, los cuales son más sensibles a las presiones sociales que los conteos de anticuerpos virales. También es más fácil hablar de estrés en medio de la cultura actual, en la cual se ha popularizado tanto la terminología sicológica, que en la época del presidente Eisenhower.Sin embargo las conclusiones de Twenge les hacen eco a las preocupaciones de muchos padres, maestros y pediatras. “Pienso que los niños son más ansiosos, dice el doctor Thomas McInterny, profesor de pediatría de la Universidad de Rochester. Expertos en clínica, pediatras, sicólogos, todos estamos viendo mayor estrés”.¿Por qué están tan estresados los niños de hoy? Twenge menciona dos culpables principales. Por un lado, el creciente aislamiento físico, generado por las elevadas tasas de divorcio y la menor participación en actividades de vida comunitaria, entre otras cosas. Por el otro, una creciente percepción de que el mundo es un sitio cada vez más peligroso. Este último punto puede parecerle risible a cualquiera que recuerde la crisis de los misiles en Cuba o la guerra de Vietnam. No obstante, en lo que concierne a las emociones, las percepciones siempre resultan magnificando la realidad.Aunque no se le puede dar marcha atrás al reloj, de todas maneras hay muchas cosas que los adultos pueden hacer para ayudarle a la siguiente generación a salir avante. Como primera medida se debe fomentar una aproximación más fina a lo que son los límites del individualismo. Ningún niño es una isla, como decía el poeta. El fortalecimiento de los vínculos sociales no sólo ayuda a construir comunidades sino que protege a los individuos del estrés. Para ayudarles a los niños a elaborar relaciones más fuertes con otros puede resultar útil desconectar la televisión y los computadores. Su familia se lo agradecerá más tarde. Todos tendrán más tiempo para relacionarse cara a cara y para dormir. Es recomendable ponerle un tope a la cantidad de violencia virtual a la cual están expuestos los hijos. No se trata solamente de los videojuegos y de las películas; los niños están presenciando demasiados asesinatos y desórdenes violentos en las noticias locales. No es conveniente compartir todas las preocupaciones con los hijos, especialmente con los más pequeños. Independientemente de lo precoces que parezcan, no están equipados sicológicamente para enfrentar a la vez sus problemas y los de ellos. Es indispensable mantener en niveles razonables las expectativas en relación con los hijos. Hay muchas personas exitosas que nunca han pisado las universidades de Harvard o Yale. Una buena idea es incluir el ejercicio como parte de su rutina diaria. Eso ayuda a enfrentar mejor las propias ansiedades y brindarles un mejor modelo a los hijos. Algunas veces la ansiedad no puede evitarse, pero eso no quiere decir que haya que dejar que arruine su vida.