Las bebidas energéticas han ganado gran popularidad, especialmente entre los jóvenes. Se trata de un producto no alcohólico que contiene azúcar, cafeína, taurina, algún tipo de vitaminas y extractos de hierbas y que normalmente se promociona como estimulante y energizante.
Sin embargo, se trata de bebidas con las que se debe tener mucho cuidado, pues su consumo en exceso puede generar efectos secundarios.
El instituto de investigaciones clínicas Mayo Clinic indica que la mayoría de las bebidas energizantes contienen grandes cantidades de cafeína, lo cual puede proporcionar un estímulo energético temporal. Algunas de ellas contienen azúcar y otras sustancias. Sin embargo, el estímulo es breve y puede estar acompañado de otros problemas.
Por ejemplo, las bebidas energéticas que contienen azúcar pueden contribuir al aumento de peso, y el exceso de cafeína, o de sustancias similares a esta, pueden provocar nerviosismo, irritabilidad, insomnio, ritmo cardíaco acelerado y aumento de la presión arterial.
Una lata puntual no tendría que suponer mayores problemas. Sin embargo, el consumo se está haciendo habitual y, lo que es más preocupante, llega hasta niños y adolescentes.
Un informe de la Organización de Consumidores de España alerta que algunas latas de bebidas energéticas contienen cantidades muy altas de cafeína. Por ejemplo, un adolescente superaría la dosis máxima por toma recomendada por la Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria (EFSA); y un adulto casi la alcanzaría. “La recomendación máxima diaria es de 285 miligramos de cafeína para una persona de 50 kilogramos de peso”, precisa un artículo del portal Saber Vivir TV.
Según la publicación de este sitio web, los añadidos de vitaminas y minerales en una dieta equilibrada pueden suponer un exceso para el organismo, lo que hace trabajar más al riñón, que las tendrá que eliminar.
Un estudio realizado por expertos de la Universidad de Bonn, en Alemania, señala que las bebidas energéticas que contienen taurina y cafeína ejercen a corto plazo efecto en la contractibilidad del corazón, asegura el portal Salud Mapfre.
Obesidad infantil
En el caso de los menores de edad la situación es compleja, cada vez es mayor la cantidad de niños que acceden a este tipo de productos, además de que incluyen en sus dietas bebidas azucaradas, zumos comerciales, así como otros productos industriales con azúcares excesivos. Esto puede llevar a que se desarrolle obesidad desde tempranas edades, aseguran los expertos.
Cuando los menores consumen estas bebidas energéticas se mantienen activos y no duermen las horas recomendadas, por ejemplo. Lo ideal es que los menores duerman al menos nueve horas cada día.
Por otro lado, Salud Mapfre asegura que el consumo de estas bebidas de parte de los niños también puede generar trastorno en el estado de ánimo, baja autoestima y depresión, empeoramiento del rendimiento escolar, mala calidad del sueño; empeoramiento del asma, si se padece; aumento de la tensión arterial, incremento de hiperglucemias, problemas óseos y dentales, a la vez que puede empeorar afecciones cardíacas preexistentes.
No a la combinación con alcohol
Por otro lado, la combinación de bebidas energéticas y alcohol puede provocar, tanto en adultos como en adolescentes, efectos indeseables como alteraciones cardíacas, entre ellas: taquicardia, palpitaciones, aumento de la presión arterial y falta de coordinación motora.
Si bien los expertos señalan que no se trata de generar un alarmismo excesivo, sí es importante que las personas actúen con lógica y moderación. Por ejemplo, no dar a un niño una bebida de adulto, ni los adultos abusar de ellas, es una buena forma de afrontar esta situación.
Es importante tener claro que si una persona tiene problemas de diabetes, cardíacos o de colesterol, el consumo de este tipo de bebidas no está recomendado, como tampoco lo está para mujeres embarazadas o que estén lactando.
La recomendación de los especialistas es que si una persona se siente agotada busque otras formas más saludables de aumentar su energía. Dormir lo suficiente, incluir actividad física en la rutina diaria y seguir una alimentación saludable son buenas alternativas. Si estas estrategias no funcionan, lo mejor es consultar con el médico, pues en ocasiones la fatiga es un signo de una enfermedad subyacente, como el hipotiroidismo o la anemia.