No hay un único tipo de azúcar y sus diversas clases se pueden encontrar en una variedad de alimentos, como las frutas, la leche y sus derivados. La glucosa es uno de los tipos de azúcar más conocidos, puesto que se encarga de proveerle energía al organismo.
También se listan otros como la fructosa, que se encuentra generalmente en los alimentos como vegetales y frutas; la sacarosa, denominada comúnmente como azúcar de mesa; lactosa, que se encuentra en la leche y sus derivados, y la maltosa que está presente en granos como la cebada y la cerveza.
Básicamente, según explica Mejor con Salud, los tipos de azúcares difieren entre sí en la carga glucémica que poseen y en la velocidad con la que el cuerpo es capaz de absorberla.
Generalmente, en la alimentación diaria y a través de los procesos internos que tienen lugar en el cuerpo, los azúcares están presentes en el organismo. No obstante, mucho se ha hablado de los efectos negativos que pueden derivar en caso de ingerirse en exceso.
De acuerdo con Mejor con Salud, hoy en día es común ‘demonizar’ el consumo de azúcares, precisamente a raíz de las consecuencias que produce en la salud del ser humano.
Específicamente, señalan desde el portal, que existen diferencias puntuales entre los tipos de azúcares y el daño que estos pueden generar. En ese sentido, explican que durante su descomposición en el sistema digestivo, el azúcar añadido se divide en glucosa y fructosa.
Si bien la glucosa es esencial para el correcto funcionamiento del ser humano -y por ello este es capaz de producirla naturalmente-, se debe procurar regular su ingesta para que no origine enfermedades como la diabetes.
Pero, por otra parte, la fructosa no se cataloga con un azúcar necesaria y por ello no se forma naturalmente en el cuerpo. Este tipo, especialmente, se caracteriza por su dificultad para ser metabolizada.
De acuerdo con un artículo publicado en el diario El Universal sobre la fructosa, se trata de un hidrato de carbono que está presente en la miel, en las frutas, en los alimentos procesados, en las gaseosas, dulces y bebidas refrigeradas.
Algunas investigaciones, inclusive, han ahondado en la relación que puede tener el consumo de alimentos procesados con alto contenido de fructosa, y los efectos nocivos para la salud del ser humano, como la obesidad, la diabetes y las enfermedades renales.
Como indican en el portal sobre alimentación ecológica Ecoagricultor, hay una preocupación latente por la producción de grasa extra que puede generarse en el organismo luego de la ingesta excesiva de fructosa. Lo anterior puede desencadenar en afecciones más graves, como el hígado graso.
“La fructosa hace que el hígado acumule grasa, lo que contrasta con el efecto de agregar más glucosa a la dieta, que promueve la capacidad del hígado para quemar grasa y, por lo tanto, contribuye a un metabolismo más saludable”, explican desde el portal.
Ahora bien, como señalan los especialistas en nutrición, esto no significa que se deban eliminar las frutas de la dieta, siendo estos alimentos una de las principales fuentes de fructosa, sino más bien que se deben aprovechar correctamente. En otras palabras, se aconseja comer el fruto entero para obtener los demás nutrientes que lo componen y no únicamente el azúcar presente en su jugo.
Tampoco las investigaciones sugieren necesariamente que otros azúcares no tengan un efecto negativo sobre el organismo, por lo que la recomendación general es regular el consumo de los mismos y acompañarlos de una dieta balanceada y actividad física regular.
Igualmente, se aconseja acudir a los médicos de cabecera para conocer los regímenes más adecuados de alimentación de acuerdo con la condición de salud particular.