Sin duda, una sensación muy incómoda para el cuerpo humano es la de los calambres. Estas se reconocen como las contracciones repentinas e involuntarias de uno o más músculos, sean de la pierna, tobillo o pie y, por supuesto, los endurecimientos pueden llegar a ser muy dolorosos.
No siempre hay una causa exacta para que sucedan los calambres, pero existen varias tendencias que conducen a esta afección en el cuerpo. Por ejemplo, una de ellas es la sobrecarga muscular, producto de un esfuerzo muy excesivo de un músculo en una actividad deportiva. Es usual que en el fútbol se presente esta dificultad, especialmente cerca del final de los partidos.
Así mismo, los calambres pueden surgir por la falta de hidratación adecuada, ítem que altera el equilibrio correcto de los electrolitos. Como se ha evidenciado en múltiples oportunidades, la falta de estiramiento o el ejercicio inadecuado lleva a que los músculos se contraigan entre sí.
Otras razones, como las enfermedades vinculadas a la diabetes y la enfermedad de Parkinson; el uso de medicamentos diuréticos; la carencia de flujo sanguíneo en las extremidades; el embarazo, y las temperaturas extremas, son circunstancias que pueden conllevar a los calambres inquietantes.
Pero hay un motivo de peso que se relaciona directamente con la falta de vitaminas. Esta es la “depleción de electrolitos”, que se da por la no ingesta de ciertos nutrientes esenciales para el funcionamiento adecuado de las células musculares. Aquí entra una vitamina imprescindible para esta actividad.
La vitamina imprescindible para evitar calambres
En efecto, se trata de la vitamina D, que se produce inicialmente cuando la piel se expone a los rayos ultravioleta. Es decir, su fuente de mayor relevancia es el Sol y, cuando el cuerpo recibe una baja cuota de la misma, desata dificultades a nivel muscular y de las articulaciones.
Así mismo, el mencionado nutriente se encuentra en diversos alimentos. Por ejemplo, pescados grasos que corresponden al atún, la trucha y hasta el salmón; así mismo, llegan a involucrarse otros productos derivados de animales, como la yema de huevo, leche de almendra y el queso.
La falta de esta vitamina, además de las crecientes posibilidades de sufrir calambres en la rutina diaria, conduce en otras afecciones como la obesidad y hasta la nefropatía. No solo involucra a los músculos, sino a otras áreas imprescindibles en el cuerpo humano.
¿Qué pasa si se consume en exceso?
Si bien esta vitamina es importante para todos los aspectos del día a día, está claro que no puede consumirse en exceso. La clave es encontrar una ingesta muy equilibrada de este nutriente, pues “su toxicidad puede ser potencialmente grave con sus cantidades excesivas”, de acuerdo con el portal Mayo Clinic.
Respecto a sus cantidades diarias, estas pueden varias por la edad, sexo y actividades diarias que se vayan realizando, pero de acuerdo con los NIH, esta es la cuota recomendada para cada persona en microgramos (mcg) y unidades internacionales (UI):
- Bebés hasta los 12 meses: 10 mcg (400 UI)
- Niños de 1 a 13 años: 15 mcg (600 UI)
- Adolescentes de 14 a 18 años: 15 mcg (600 UI)
- Adultos de 19 a 70 años: 15 mcg (600 UI)
- Adultos mayores de 71 años: 20 mcg (800 UI)
- Mujeres y adolescentes embarazadas o en período de lactancia: 15 mcg (600 UI)
Para tener algunas precisiones, dicen que la población lactante, además de adultos mayores y personas que rara vez exponen la piel al sol por no salir al aire libre, o personas de piel oscura, tienen mayores dificultades para recibir la vitamina D.