¿Un gay nace o se hace? Por décadas científicos y psicólogos han querido resolver esa pregunta, pese a las quejas de los activistas LGTBI, que la consideran banal. Un nuevo estudio, publicado la semana pasada en la revista Science, volvió a encender el debate. Según los expertos, no existe un gen individual que por sí solo condicione a una persona a ser gay, lesbiana o bisexual. En cambio, sí hay cientos de genes que probablemente influyan en la orientación sexual. En términos simples, los expertos lo comparan con características humanas tan generales como ser alto o bajo, diestro o zurdo, o muy inteligente. Ser homosexual no está definido por un solo gen, sino por múltiples regiones del genoma, y así mismo por factores externos. Aunque el nuevo estudio no desmiente del todo el papel de la genética, sí le resta importancia. Este nuevo trabajo entierra la vieja idea de que existe un ‘gen gay’. El mito había ganado relevancia en 1993 cuando el genetista Dean Hamer identificó una correlación entre el marcador genético Xq28 y la homosexualidad masculina. Desde entonces, una buena cantidad de expertos respaldó su teoría, pero otros consideraron prematuro, e incluso peligroso, atribuir un tema tan complejo solo a los genes.

Además, tenían un sólido argumento en contra: el caso de cientos de pares de gemelos idénticos que comparten el 100 por ciento de sus genes, pero presentan comportamientos sexuales distintos. Esto permitía intuir que la clave de la homosexualidad también tendría que ver con factores hasta el momento desconocidos.

Hace 50 años, sentir una atracción sexual o emocional por alguien del mismo sexo era considerado delito  El nuevo estudio coincide con esta postura. Aunque no desmiente del todo el papel de la genética, sí le resta importancia. Para demostrarlo, los científicos estudiaron a un grupo de aproximadamente 470.000 voluntarios en Reino Unido y Estados Unidos que formaban parte de los proyectos de genética UK Biobank y 23andMe. La genética representa aproximadamente el 32 por ciento de la heredabilidad del comportamiento sexual. Todos informaron si alguna vez habían tenido un comportamiento sexual con personas del mismo sexo, así como otros datos relevantes de su identidad sexual, atracción y fantasías. Aproximadamente el 4 por ciento de los hombres y el 3 por ciento de las mujeres afirmó haber tenido alguna vez una experiencia sexual con personas del mismo sexo. Al comparar las respuestas con su componente hereditario, los investigadores encontraron que solo un tercio de la variación tenía que ver con la genética. La cifra resulta parecida a la que arrojaron los trabajos anteriores con gemelos, en los que el resultado osciló entre el 30 y el 50 por ciento. El estudio sugiere, entonces, que la genética representa aproximadamente el 32 por ciento de la heredabilidad del comportamiento sexual. Y que aun así es muy difícil identificar los genes específicos que influyen, pues la cifra está calculada en proporción a los cientos o miles de variantes genéticas distribuidas en el genoma humano, solo detectables en investigaciones que involucran a millones de personas.

En este caso, el trabajo encontró cinco variantes en los cromosomas, llamados locus, que tendrían un vínculo claro con el comportamiento homosexual. Dos están presentes en hombres y mujeres; dos solo en hombres; y uno solo en ellas. “Hay una variante, por ejemplo, que estaba ubicada en un tramo de ADN que alberga varios genes relacionados con el sentido del olfato. Sabemos que este tiene un fuerte vínculo con la atracción sexual, pero sus vínculos con los comportamientos sexuales no están claros”, dijo Andrea Ganna, autora principal del estudio e investigadora del Instituto de Medicina Molecular en Finlandia.

Según informes recientes de Colombia Diversa, entre 2013 y 2017, fueron asesinadas 549 personas LGBTI. Al parecer, además, los genes podrían tener una mayor influencia en el comportamiento sexual de los hombres debido a factores biológicos como los niveles de testosterona y estrógeno. Aun así, los científicos advierten que estas variaciones tienen una influencia muy pequeña en el comportamiento sexual y no explican más del 1 por ciento de la incidencia. El resto, dicen, obedecería a los llamados factores ambientales. Pero este tema también debería tratarse con pinzas. “Ambiental no significa relacionado con la educación o la cultura. Podrían ser efectos biológicos no genéticos o el ambiente prenatal en el útero. Y nuestro estudio no arroja luz sobre estas influencias”, aclara el también coautor del trabajo y genetista Brendan Zietsch, director del Centro de Psicología y Evolución de la Universidad de Queensland, Australia.

Elizabeth Castillo, abogada y una de las activistas más reconocidas de la población LGBTI en Colombia, dice que tratar de responder esta pregunta es inútil o igual de irrelevante que averiguar de dónde viene la zurdera. “No se adquiere por influencia ni por factores externos. Es una característica enmarcada en la identidad de una manera muy profunda”, dice.

En efecto, el estudio tampoco responde a la pregunta de dónde proviene esta tendencia. Y los autores advierten que a pesar del gran tamaño de la muestra, los resultados aún son limitados. La razón: solo utilizaron poblaciones de ascendencia europea y altos ingresos. Además, los datos provienen principalmente de personas adultas, que en su mayoría vivían bajo normas sociales y regulaciones legislativas más estrictas que las actuales. Los genes podrían tener una mayor influencia en el comportamiento sexual de los hombres. Es posible que aquellos más jóvenes, que crecieron en una sociedad más permisiva, se sientan más proclives a participar en un comportamiento sexual más libre y, por lo tanto, las conclusiones no resulten aplicables a todos los grupos de edad. Pero genética o no, la homosexualidad seguirá existiendo y lo realmente importante es poner el foco en erradicar la discriminación y la mirada prejuiciosa. “Explicar por qué eres de una manera u otra no debería influenciar tus derechos”, concluye Castillo.