La enfermedad de Parkinson es un tipo de trastorno del movimiento. La Biblioteca Nacional de Medicina de Estados Unidos explica que esta afección se presenta cuando las células nerviosas (neuronas) no producen suficiente cantidad de una sustancia química importante en el cerebro conocida como dopamina.
Los síntomas comienzan de manera lenta y generalmente de un lado del cuerpo. Luego afectan ambos lados y los más significativos son:
- Temblor en las manos, los brazos, las piernas, la mandíbula y la cara
- Rigidez en los brazos, las piernas y el tronco
- Lentitud de los movimientos
- Problemas de equilibrio y coordinación
La Organización Mundial de la Salud (OMS) precisa que la progresión de los síntomas da lugar a altas tasas de discapacidad y necesidades de atención. “Numerosas personas con la enfermedad de Parkinson también desarrollan demencia durante el transcurso de la enfermedad”, asegura.
A medida que la enfermedad avanza, los pacientes presentan dificultades para caminar o hacer labores simples. También pueden tener problemas como depresión, trastornos del sueño o dificultades para masticar, tragar o hablar.
La edad, un factor de riesgo
La enfermedad de Parkinson suele comenzar alrededor de los 60 años, pero también es posible que se presente antes y, de acuerdo con los especialistas, es más común en los hombres que en las mujeres. No existe una cura y se desconocen las causas, pero se cree que puede deberse a una compleja interacción entre factores genéticos y la exposición a aspectos ambientales como los plaguicidas, los disolventes y la contaminación atmosférica a lo largo de la vida.
Datos de la OMS indican que a nivel mundial, la discapacidad y las defunciones debidas a este padecimiento aumentan más rápidamente que las de cualquier otro trastorno neurológico.
“La prevalencia de la enfermedad de Parkinson se ha duplicado en los últimos 25 años. Las estimaciones mundiales en 2019 mostraban una cifra superior a 8,5 millones de personas con esta enfermedad. Las estimaciones actuales parecen indicar que, en 2019, la enfermedad de Parkinson provocó 5,8 millones de años de vida ajustados en función de la discapacidad, lo que representa un aumento del 81 % desde el año 2000″, precisa este organismo internacional de salud.
Los expertos aseguran que no existe una cura para esta enfermedad, aunque hay medicinas que en ocasiones ayudan a mejorar los síntomas. Según el instituto Mayo Clinic, se presentan casos en los que los cambios en el estilo de vida, especialmente, ejercicios aeróbicos constantes ayudan a aliviar la condición. Por ejemplo, la fisioterapia que se centra en el equilibrio y la elongación desempeña un papel importante. De igual forma, un patólogo del habla y el lenguaje puede ayudar a mejorar los problemas del habla.
Convivir con la enfermedad
Adicionalmente, especialistas de la Clínica Universidad de Navarra de España indican que es importante que tanto paciente como familiares aprendan a convivir con esta afección y hacen algunas recomendaciones para aliviar el proceso.
Manejo de los sentimientos. Aunque no se trata de una situación fácil, la recomendación es mantener una actitud activa y positiva ante la enfermedad. Ni el paciente ni el familiar deben enfrentarse al Parkinson sino que deben adaptarse a él y una de las formas es realizando las actividades diarias.
Miedos y dudas: Es importante tener claro que no todos los enfermos de Parkinson evolucionan igual y por ello no se debe tomar la referencia de otras personas como ejemplo ya que el caso podría ser totalmente distinto. Es necesario acudir al médico para recibir los tratamientos que reducen los síntomas y frenan su progresión.
El cuidado: En la etapa inicial de la enfermedad de Parkinson los pacientes necesitan apoyo emocional y comprensión de la familia. Esto hace parte de cuidar y por ello estos pacientes siempre deben contar con el apoyo de su familia.
Autocuidado: Si bien las personas que cuidan al paciente debe ayudarle y estar muy pendientes, también se debe tener presente que un cuidado excesivo podría limitar su iniciativa y esfuerzo para satisfacer su propio autocuidado; es decir, que se debe evitar la sobreprotección y no suplir lo que esa persona puede hacer.
Vida social: Es aconsejable no permitir que el Parkinson cambie la vida completamente. El paciente no debe tener miedo de salir a la calle. Está demostrado que una vida social activa mejora el estado psicológico del paciente y favorece su bienestar, así como el de sus familiares.