A comienzos de los años ochenta, mientras hacía su residencia de neurología en el Hospital San Vicente de Paul, el joven Francisco Lopera evaluó a un paciente con un raro caso de alzhéimer: tenía solo 47 años, cuando es una enfermedad que normalmente se presenta en adultos mayores, después de los 65 años.
El médico notó, además, que en la familia del enfermo había varias personas con la enfermedad. “Entonces, advertí que se trataba no solo de un caso de alzhéimer precoz, sino hereditario; por eso me desplacé hasta Belmira (Antioquia) para indagar en las personas de esa familia y reconstruir todos los casos. Ese fue el comienzo de todo”.
Ahora, el doctor Francisco Lopera es el director del Grupo de Neurociencias de la Facultad de Medicina de la Universidad de Antioquia, uno de los más prestigiosos del mundo por sus importantes avances en el estudio de la enfermedad de Alzheimer, que junto a otros tipos de demencia afecta a una población cercana a los 47 millones de personas en todo el planeta.
El doctor Lopera completa entonces 40 años investigando el cerebro y sus misterios. Y él y sus pupilos fueron noticia internacional este mes cuando un artículo de la revista Nature Medicine reveló el segundo caso de una persona resistente al alzhéimer. Esa persona era colombiana y Lopera conoció de cerca su caso: una extraña mutación genética que protegió a este paciente, condenado a sufrir una demencia hereditaria. Un hallazgo que sugirió un camino para buscar un tratamiento contra la enfermedad.
En diálogo con SEMANA, Lopera contó los detalles de este hallazgo extraordinario.
SEMANA: ¿Cómo comenzó su historia con el alzhéimer?
Francisco Lopera: Desde el punto de vista personal, cuando estaba empezando medicina tuve la oportunidad de ver a mi abuela con demencia, ella no reconocía a mi padre y eso me impactó. Entonces le pedí que la llevara a un especialista y me dijo que ya la había llevado a varios y le decían que no tenía solución. Y yo pensé que cuando fuera médico eso no iba a pasar.
SEMANA: Hablemos de ese paciente con alzhéimer tardío, antioqueño, que fue el protagonista del artículo en Nature Medicine. ¿Por qué ha sido tan relevante esa historia?
F.L.: Con este paciente leímos un experimento que hizo la propia naturaleza en él, que lo dotó con dos genes, uno que causa alzhéimer y otro que lo cura. Uno de causalidad y otro de protección de la enfermedad. Nosotros lo descubrimos porque él era miembro de una de las familias con alzhéimer genético en Antioquia. Él vino a la Universidad de Antioquia a participar de uno de nuestros proyectos, el API Colombia, para probar un medicamento para el alzhéimer, pero no cumplió los criterios para participar de ese estudio. Sin embargo, descubrimos que a la edad de 67 años, cuando lo conocimos, era portador de la llamada mutación paisa, pero no tenía demencia y tenía deterioro cognitivo leve. Solo empezó a tener deterioro cognitivo leve a los 70 años, le dio demencia a los 72 y murió a los 74.
SEMANA: El primer caso que se había documentado en el mundo también había ocurrido en Antioquia…
F.L.: Sí, en la misma revista Nature Medicine, en 2019, publicamos el caso de Alivia, que tuvo un retraso de casi 30 años en el desarrollo de los síntomas. Ella se enfermó a los 72 de deterioro cognitivo leve y demencia a los 74, y murió a los 77 de un melanoma. Alivia estaba ‘protegida’ contra la enfermedad de Alzheimer, pero tenía un gen protector diferente. El del caso que se conoció recientemente tenía una mutación protectora en otro gen, una mutación rara que no se había descrito, y fue la que lo protegió por 26 años del inicio de los síntomas de la enfermedad.
SEMANA: Llama la atención que los dos hayan ocurrido en Antioquia. ¿En qué consiste la llamada mutación paisa?
F.L.: Es una mutación en el cromosoma 14, en el codón 280 del gen de la presenilina-1, descubierto por el grupo de neurociencias de la Universidad Antioquia. En el departamento hay 25 familias con 6.000 herederos que están afectadas con esa mutación. Y 1.200 personas vivas que la portan. Están tipificados, los estamos estudiando desde hace 40 años. Algunos de ellos (cerca de 200) ya están enfermos y el resto son asintomáticos y van a desarrollar síntomas con los años. Los dos pacientes que documentamos en Nature heredaron en su genoma esa mutación, que es un gen de causalidad de la enfermedad. Ambos estuvieron condenados a padecer la enfermedad a edad temprana. Pero ninguno de los dos lo hizo, sino a edad tardía. Y además tenían un gen protector. Y no era el mismo gen, cada uno tenía uno que era diferente.
SEMANA: Se sabe que ese gen viene de un migrante europeo que llegó a Antioquia hace varias décadas…
F.L.: Lo que hemos logrado identificar es que estas 25 familias forman parte de un tronco común de una mutación que proviene de Europa. No sabemos exactamente de qué región, puede ser de España. En el equipo neurociencias de la Universidad de Antioquia somos cerca de 150 personas, incluyendo profesores, estudiantes de doctorado, de maestría, de pregrado, médicos neurólogos, psiquiatras, neurosicólogos, enfermeros, bacteriólogos, químicos farmacéuticos, ingenieros, gerontólogos. Un equipo con mucha experiencia en todas las enfermedades neurodegenerativas no solo alzhéimer. También en Párkinson y Huntington, demencia frontotemporal, trastorno del neurodesarrollo. Enfermedades que afectan el cerebro y la mente.
SEMANA: En los últimos meses se ha generado mucha expectativa con varios medicamentos que sirven para el alzhéimer en una etapa temprana. ¿Es optimista?
F.L.: Últimamente se ha informado de efectos positivos en tres medicamentos antiamiloideos, pero esos efectos positivos han sido más bien bajos, la mejoría clínica de los síntomas no supera el 30 %. No son entonces un tratamiento curativo. Es un paso adelante, sí, pero no es la solución. Esos medicamentos atacan una de las basuras proteicas responsables de la enfermedad. Hay que recordar que el alzhéimer es producido por dos basuras: amiloide y tau. Pero lo que nos están enseñando estos dos casos de seres protegidos es que lo más interesante sería actuar sobre la otra basura, la proteína tau.
SEMANA: ¿Por qué le ha costado tanto a la ciencia el desarrollo de este medicamento?
F.L.: Es que estamos hablando de una enfermedad muy complicada. Hubo un desarrollo de antiamiloideos durante años y ahora están apareciendo algunos que tienen algo de utilidad, y el desarrollo de los medicamentos antitau ha estado atrasado. Pero este año vamos a empezar en Colombia el primer tratamiento para la prevención del alzhéimer con un antitau, combinado con un antiamiloide. Es la primera vez en la historia que se va a usar una terapia combinada. Ese estudio es liderado por la Universidad de Washington y ya en Estados Unidos se empezó a aplicar. En Colombia estamos listos para empezar tan pronto tengamos la aprobación del Invima. La idea es aplicarlo en las familias afectadas con alzhéimer genético de Colombia.
SEMANA: ¿Qué va a permitir esta terapia?
F.L.: Si tenemos la aprobación del Invima, que la esperamos en las próximas semanas, empezaremos con personas sanas con variantes genéticas de causalidad. Y otras con inicio muy temprano de la enfermedad, con demencia o deterioro cognitivo leve o que tengan una causa genética. En esa población es en la que vamos a empezar este año un tratamiento que va a durar cuatro años. Es para unas 160 personas en el mundo, y en Colombia vamos a vincular a cerca de 50.
SEMANA: ¿Qué tan cerca está la humanidad de entender la magnitud de esa máquina tan perfecta que es el cerebro?
F.L.: Falta bastante, pero se ha avanzado mucho. Y los avances hasta ahora para entender, por ejemplo, cómo está afectado el cerebro para las enfermedades neurodegenerativas ha sido enorme y eso es lo que está permitiendo que comencemos a ver pistas esperanzadoras.
SEMANA: Más allá de lo científico, ¿qué siente que es lo más difícil de esta enfermedad?
F.L.: Que es catastrófica para la familia, más que para el paciente, porque él puede vivirla de una manera en que no asiste completamente a la tragedia de la enfermedad. Muchas veces no se dan cuenta y los que sufren son los familiares. El alzhéimer podría ser vivido de una manera diferente. Hay que naturalizarlo, brindarle al enfermo un escenario y un medio en el cual pueda seguir viviendo de manera feliz, aun con la enfermedad. Acá tenemos una idea: crear una ciudadela, un lugar terapéutico para que el paciente pueda vivir la enfermedad de manera natural, como se hace en otros lugares del mundo. En este lugar la persona puede salir y está protegida. Si va a un restaurante o a un supermercado, habrá alguien que sabe que tiene alzhéimer y la va a tratar como si no tuviese nada.
SEMANA: ¿Qué es para un neurocientífico como usted perder la memoria?
F.L.: Es como perder la identidad. Uno es lo que tiene en la memoria, lo que uno ha vivido en la vida es lo que te permite ser lo que eres. Lo bueno de la enfermedad de Alzheimer es que la memoria del pasado, la historia de uno, es lo último que se pierde. Lo primero es la memoria reciente. Pero al final se termina perdiendo todo. Eso es lo triste.