Isabella Reyes asistió confiada a la biopsia que su médico le recomendó. Era la segunda ocasión en que un ganglio en su axila derecha la obligaba a ir a consulta, pero en aquel momento todo se resolvió sin inconvenientes: se trataba de una inflamación producto de las prótesis mamarias, tal como le dijeron en aquel momento.

Pero, tras la segunda biopsia, el resultado cambiaría su vida para siempre. Era mayo de 2018 y, acompañada de su esposo, sentados en un consultorio, escuchó un diagnóstico nada alentador. “Salió una lesión diferente esta vez”, le aseguró su médico con tono de preocupación. “Hay que hacer tratamiento, empezar quimioterapia, será un proceso muy difícil, deben estar muy unidos”, agregó enseguida.

Isabella tenía un linfoma anaplásico de células grandes, un tipo de cáncer asociado a prótesis mamarias.

Lo que siguió después fue un largo ‘viaje’ entre clínicas y laboratorios, en el que Isabella también tuvo que practicarse una biopsia de médula y otra de tórax y pulmón para confirmar que el cáncer no se hubiera expandido a otras zonas del cuerpo.

Esta vallecaucana cuenta su historia con la serenidad de quien se siente una sobreviviente. Y fue con esa misma tranquilidad que asumió su diagnóstico, cuatro años atrás, mientras su esposo quedaba presa del miedo y la desesperanza después de escuchar al médico.

Es que, en Colombia, donde el cáncer de mama es la primera causa de muerte en mujeres, se estima que 1 de cada 16 colombianas puede desarrollarlo.

En el país, cada año más de 10.000 mujeres son diagnosticadas con cáncer de seno. Solo en 2020, 4.400 murieron, generalmente porque descubren la enfermedad de forma tardía.

“Pero yo le recordé a mi esposo que, siendo muy joven, a los 17 años, había sobrevivido a un accidente de tránsito que me causó un trauma craneoencefálico. Y, si había sobrevivido a eso, podía con lo que fuera. De esta vamos a salir como familia”, le dije.

El tiempo le daría la razón. Después de seis agobiantes ciclos de quimioterapia, de haber perdido el cabello, de meses de sufrimiento para ella, su esposo Camilo y su hija Violeta, Isabella habla del cáncer como una experiencia de reinvención, con el que aprendió a mirar la vida de manera distinta.

Hoy, a sus 42 años, comparte su dolorosa experiencia a través de una iniciativa, ‘Plana, pero sana’, con la que brinda ayuda a mujeres que están atravesando ese mismo proceso.

Las motiva, les enseña a encontrar razones para no doblegarse ante la enfermedad y que la palabra cáncer no significa muerte, sino una segunda oportunidad. Y diseña para ellas prendas que se ajustan a las necesidades de pacientes de que deben lidiar con quimioterapias y catéter, como ella misma lo experimentó.

“Plana, pero sana” es, ante todo, un llamado a recuperar la autoestima, reflexiona esta administradora de empresas.

“Tenía 20 años cuando me puse mis primeras prótesis mamarias. Era estudiante y había viajado de intercambio y, al regresar, me sentí gorda y quise mejorar mi cuerpo con esos implantes. En ese tiempo creía que uno debía hacerse ese tipo de cosas para encajar en un modelo de belleza que nos impone la sociedad”, recuerda Isabella.

Cuenta que cuatro años después de ponerse sus primeras prótesis se le rompió la del seno derecho y tuvo que cambiarlas. Pero luego del viacrucis que supuso el cáncer se las retiró por completo y “quedé planita, como soy, porque una de las cosas que te enseña el cáncer es a quererte tal y como eres, a valorar tu cuerpo”.

Fue justamente de esa reflexión que nació “Plana, pero sana”, que lidera junto al movimiento Luz Rosa del que hacen parte varias fundaciones que promueven la detección temprana del cáncer de mama en las colombianas.

La importancia de la detección temprana

Es que, tal como asegura la doctora Kyung Wha Kim, directora médica científica de la Liga Contra el Cáncer, seccional Bogotá, el de mama es un cáncer con altas probabilidades de supervivencia (95%) si se detecta a tiempo.

“Por eso es importante que las mujeres aprendan a conocer sus mamas y su cuerpo. Que se realicen el autoexamen cada mes, ocho días después de su última menstruación. Solo así podrán identificar, de un mes a otro, masas o nódulos que no habían sentido antes o cambios en la textura o forma del seno”, comenta esta especialista.

Aclara que en este tipo de cáncer existen varios factores de riesgo. De la lista hacen parte fumar tabaco o beber alcohol en exceso, tener antecedentes familiares de cáncer de mama, sobrepeso, haber sido madres después de los 35 años y haber menstruado por primera vez antes de los 12 años.

También se recomienda a las mujeres, después de los 40 años, realizarse una mamografía anual, así no se presenten síntomas. En el caso de las mayores de 50, dicho examen se aconseja cada dos años.

“Se debe estar alerta no solo frente a nódulos, sino frente a cambios en la piel o la forma del seno: lesiones de descamación cerca a la aureola, retracción del pezón, hendiduras u hoyos, áreas enrojecidas o piel de naranja”, asegura la doctora Kim.

Según esta especialista, si bien el 70% de las consultas de mastología detectan nódulos que suelen ser benignos, lo ideal es que la mujer asuma autoexamen como parte de sus rutinas de cuidado personal. “No es pensar en simple un autoexamen. Es pensar en diez minutos del mes en los que vamos a consentirnos, a conocernos, a cuidarnos”, dice.

Y agrega que “el de mama es uno de los cánceres más curables, pero todo depende de la detección temprana”, sostiene la doctora Kim.