Nadie está exento de experimentar una borrachera alguna vez en su vida, ya sea por pasarse alguna vez de tragos o asimilar negativamente el licor. Sin embargo, esto no puede transformarse en un hábito y mucho menos acostumbrarse a dormir con licor en el cuerpo, debido a que la vida se pone en juego.
En primer lugar, hay que tener en cuenta que el alcohol es un tóxico celular capaz de generar alteraciones de corte preceptivas y físicas. Su consumo genera una exaltación emocional, pero le abre la posibilidad a la aparición de accidentes.
Los expertos de la Sociedad Española de Medicina Interna (Seml) apuntan que algunos de los efectos desarrollados por la ingesta inadecuada de alcohol son: lenguaje balbuceante, inestabilidad, irritabilidad, locuacidad, deterioro de la capacidad de atención y rubefacción.
El consumo de bebidas alcohólicas altera la percepción, los tiempos de reflejo, la capacidad de reacción y la toma de decisiones. Por lo tanto, no está de más señalar que en estado de embriaguez no se puede conducir, debido a que es un factor de riesgo para perder el control.
No todas las borracheras son iguales, sino que se distribuyen en diferentes etapas; cada una con efectos diferentes. Bajo la experticia de la Universidad de Murcia, se sabe que la embriaguez se presenta en 15 etapas.
La primera ocurre a los primeros sorbos y no está relacionada a una pérdida del control. Los efectos son un aumento en la capacidad de sociabilidad en una reunión, sin llegar a ser molesto. A medida que se sigue tomando alcohol, ese estado se exterioriza más, entonces las personas empiezan a estar risueñas, ser cariñosas con las personas, exaltan la voz o tienden a ser extrovertidos.
Desde la sexta etapa ocurre un fenómeno particular y es que los consumidores empiezan a perder la capacidad de comunicación, por lo que empieza a ser menos legible su lenguaje. Del mismo modo, surgen los cambios de ánimos; los cuales pueden ir desde sentirse empoderado por completo hasta irritable o triste.
Para este punto, las personas deben haber consumido grandes cantidades de licor. De la etapa 10 e adelante, ellos experimentan la pérdida de equilibrio, memoria y llevan al extremo sus cambios de ánimo. Finalmente, entre la 14 y 14, pierden el conocimiento y pueden quedar dormidos por tiempo prolongado. Al día siguiente se presentan las últimas etapas, conocidas por ser la resaca y no tener claridad de lo acontecido la noche anterior.
Ahora bien, ¿hay algún riesgo en dormirse borracho? La respuesta es sí. Los especialistas de los Institutos Nacionales de Salud (NIH) señalan que el alcoholismo genera que las personas combinen alimentos ricos en grasas con altos grados de licor, lo cual termina desencadenando en vómito o intoxicación.
Las personas tienden a quedar en un estado de sueño profundo en cuestión de minutos, por lo que cabe la posibilidad que se atraganten con su propio vómito. Adicionalmente, aumenta la probabilidad de experimentar broncoaspiración, debido a que la respiración se ve afectada por la pérdida del conocimiento y reflejos.
Otro aspecto perjudicial al dormirse borracho con frecuencia es la desestabilización del ritmo cardiaco. Los expertos indican que la presión aumenta en un momento cuando debería estar en reposo. La frecuencia se eleva y el sistema nervioso se encuentra más activo de lo esperado, lo cual termina afectando el funcionamiento del resto del cuerpo. En el peor de los casos, este descontrol constante es negativo a largo plazo.