Es común que para estas fechas del año las personas comiencen a manifestar sentir un cansancio laboral adicional al que se suele presentar durante las situaciones de estrés en lo corrido del año, lo cual es algo irónico debido a que estas fechas se relacionan con la elegía, la fiesta y por supuesto el descanso, todo lo contrario al estrés de tener que cumplir con las responsabilidades laborales.
En ese sentido, el agotamiento mental y físico, que puede llegar a ocasionar el estrés laboral, podría deberse a varios factores como la presión económica que se genera por el consumo por turismo, gastronomía y compra de regalos, además de los víveres que se consumen para la organización de eventos como el alcohol, generan una incomodidad al tener que trabajar para poder disfrutarlas, pero no poder hacerlo completamente debido a la falta de tiempo.
Al respecto, un diario español también citó el argumento que la periodista y ensayista Anne Helen Peterson, autora de “No puedo más: cómo los millennials se convirtieron en la generación quemada”, que además aseguró mediante el boletín titulado Culture Studies: “Las festividades se han convertido en minimaratones, repartidos en varios días, incluso semanas”.
A la discusión también se unió la Asociación Americana de Psicología, declarando que todo este embrollo de afectación física y psicológica “se han convertido en temporadas en sí mismas, con sus actuaciones sociales y hábitos de consumo, que oscilan entre la alegría y la obligación”, usando simultáneamente las palabras estrés y ansiedad para resaltar cómo este periodo trae consigo un malestar agregado que no se presenta en otras épocas del año menos movidas.
Cómo saber si es un Grinch
Se trata de personas –agrega Sánchez– que son propensas en durante el fin de año a experimentar un trastorno afectivo estacional (TAE), conocido popularmente como síndrome del Grinch. Es decir, aquellos que odian todo lo que tenga algún significado navideño, como los villancicos, los alumbrados, los pesebres y las novenas de aguinaldos.
En algunos casos, esta animadversión tiene su origen en situaciones dramáticas que han tenido ocurrencia a lo largo del año o en momentos anteriores, como separaciones, pérdida de una mascota o de un familiar, quedarse sin trabajo o sufrir una decepción amorosa. Entonces, la persona siente más esas ausencias o carencias en la Navidad.
Sea cual sea el origen, advierte la psicóloga Adela Sánchez, cuando la persona no se conecta con la emoción de la Navidad, entra en conflicto consigo misma y esto le genera ansiedad y estrés que derivan en soledad y aislamiento.
Es que cuando alguien experimenta el síndrome del Grinch, “suele conectase con mayor facilidad con la tristeza, el enfado, la pereza o el desdén que implica toda la organización de estos festejos, y eso da como resultado un incremento del estrés y una mayor predisposición a los conflictos familiares”, asegura la experta.
Otro factor que predispone a esta clase de personas es ese grado de obligación que conlleva las reuniones familiares, de amigos o de trabajo en esta época, lo que les genera rechazo, estrés y ansiedad, y se aíslan para evitar un tipo de contacto que identifican como innecesario o hipócrita.
Para Sánchez, si bien no es posible prevenir el trastorno afectivo estacional, lo aconsejable no solo en estos días de fin de año, sino en todo momento, es aprender a trabajar la gestión emocional, una herramienta útil para confrontar aquellas emociones que “parecen hacernos daño. Cuando uno comprende el porqué de las mismas, se aprende a sortear, por ejemplo, la ansiedad que producen las festividades y emotividades de la Navidad”.
Según explica la psicóloga clínica, “cuando se aprende ese manejo, se aprenden a ver las cosas desde otra perspectiva. Es decir, en lugar de decir qué hartera la Navidad, puedo decir, no quiero ir reuniones ni novenas, nadie me obliga, pero lo tomaré como un período de vacaciones para dedicarme a hacer las cosas que me gustan”.